Se lo dijo este miércoles a los intendentes que reunió en el Instituto Patria: ella preferiría estar en otra cosa antes que volver a ponerle el cuerpo a una campaña. Le gustaría –les dijo- conducir un peronismo unido y tener tiempo para darse algunos gustos, como, por ejemplo, viajar a dar conferencias en el exterior. Pero Cristina está a un paso de ceder a la presión de La Cámpora (los pibes para la liberación) y de algunos caciques territoriales. Las motivaciones de una y otra facción son diferentes, pero, al cabo, tributarias a la misma consecuencia: la candidatura de CFK a senadora nacional en el marco de una estrategia demencial de dispersión del voto opositor.
El planteo puede pecar de naif: le otorga a la ex presidenta un componente de docilidad que sería lícito calificar de inverosímil. Pero tiene un alto contenido de realismo. Se lo han dicho a Letra P dirigentes de vasta trayectoria política que conocen bien a la ex mandataria: la están llevando a una cancha embarrada porque es la única dispuesta a hacer los disparates que le piden.
La dirigencia de la vieja guardia del peronismo no termina de procesar la decisión de la plana mayor kirchnerista de inscribir un frente electoral que descarta el sello tradicional del PJ –históricamente, la principal herramienta electoral del Movimiento Nacional Justicialista. También, la negación a aceptar el desafío randazzista del combate cuerpo a cuerpo en las PASO y, así, poner en riesgo una bolsa de votos que podría representar la diferencia entre el triunfo y la derrota frente a Cambiemos.
La explicación es tan simple como inconfesable: ni a La Cámpora ni a los intendentes les interesa que el peronismo le gane al macrismo. O, mejor dicho: no es su prioridad. Los movilizan, en rigor, intereses más pequeños, más mezquinos, que atesoran en la profundidad oscura de sus ombligos.
Se sabe: si pudiera, La Cámpora dinamitaría la sede del PJ de la calle Matheu. Lo haría con toda su vetusta dirigencia adentro. El sueño de su núcleo duro es el Partido Kirchnerista. En esa inteligencia, el objetivo para estas elecciones es más rastrero que la tan clamada epopeya del freno al ajuste de Macri. El objetivo que persigue La Cámpora es la subsistencia de un bloque los más robusto posible en la Cámara de Diputados.
Los intendentes no levantan más vuelo. También chapotean en las aguas del molino propio. Para alcanzar la meta de proteger –engordar, si pudieran pedir- sus bloques de concejales, a lo que aspiran tampoco es, necesariamente, reventar las urnas para construir un triunfo sobre el Gobierno. Con menos les alcanza. Y por eso ven a los votos de Florencio Randazzo como un lujo prescindible.
En este escenario, los intendentes tienen un problema grande. Una desventaja respecto de los compañeros camporistas. No depende de ellos la decisión. No los enviste ningún poder para tomarla. Se quedan en el lobby y en la ilusión de que pase lo que necesitan que suceda: que CFK encabece la lista de candidatos a senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires, sin importar en nombre de quién, en el marco de qué frente integrado por qué partidos.
Testigo pasivo de esta tensión en la que se dirime la suerte del grueso del peronismo –y con ella, en buena medida, la de la oposición y la del Gobierno-, el randazzismo se ha enroscado en un romántico intercambio epistolar con las autoridades del Partido Justicialista, en quienes advierte, acaso con razones que lo asisten, un velado espíritu conspirativo.
Por eso, en la noche de este miércoles, los apoderados del ex ministro se presentaban en la sede partidario de la calle Matheu con la exigencia de que el renacido de las cenizas dueño del sello, Fernando Espinoza, se dignara a habilitar la inscripción de un frente multipartidario diseñado para operar de reaseguro ante eventuales maniobras proscriptivas de la junta electoral partidaria. La jugada tiene al miedo como combustible: los randazzistas advirtieron que jugarle un pleno al PJ supone el riesgo de quedarse sin boleta.
De todos modos, hay un Plan Z en marcha. Los ingenieros que trabajan para el chivilcoyano alistan otro grupo de sellos partidarios (Hacer por Buenos Aires, Parte y la agrupación del Movimiento Evita) para inscribir una alianza más.
En este cambalache, los nostálgicos añoran las certidumbres del viejo sistema de partidos políticos, ese que estalló con la crisis de 2001 y jamás se ha podido reconstituir.
Al final, el filósofo Hugo Moyano tenía razón: hoy por hoy, el PJ es una cáscara vacía.