El oficialismo chavista encarnado en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y fuerzas aliadas se quedó con el triunfo en 308 de los 335 municipios de Venezuela en las elecciones realizadas el domingo, de las que las principales fuerzas opositoras decidieron no participar aduciendo falta de garantías. En proporción, con una participación del 47% de los electores, el chavismo obtuvo el 70% de los votos contra un 30% de los opositores participantes.
Acudiendo a lecturas más finas, el chavismo triunfó en 40 de las 41 ciudades principales – el único triunfo opositor fue en San Cristóbal, del histórico partido socialcristiano COPEI – y también lo hizo en el estado de Zulia, donde se volvieron a realizar elecciones a gobernador tras la negativa del candidato triunfante en los comicios de octubre pasado, Juan Pablo Guanipa, de juramentar frente a la Asamblea Constituyente, que está conformada solo por oficialistas tras la negativa opositora a participar de la elección realizada en julio de este año, por considerar ilegal su convocatoria.
Envalentonado por esta serie encadenada de “triunfos” – constituyente, regionales y municipales- el chavismo analiza ahora lo que meses atrás parecía imposible: la candidatura del presidente Nicolás Maduro a la reelección en las elecciones del año próximo que no tienen fecha definida aún. En ese marco hay que leer la “purga” interna ordenada por Maduro en la poderosa petrolera estatal PDVSA que culminó con la detención de varios directivos acusados de corrupción. La posibilidad de un triunfo abre la puerta al recrudecimiento de las internas dentro del Palacio de Miraflores.
La oposición tiene sus propias internas, pero en función del pronunciado declive que viene sufriendo tras el espectacular triunfo obtenido en las elecciones parlamentarias de 2015. Sin liderazgo unificado y sin un objetivo común más allá del rechazo al chavismo, no logró administrar esa victoria y quedó envuelta en las artimañas que le propinó el oficialismo. Muchas de ellas, de dudosa legalidad, pero, a la luz de los hechos, evidentemente eficaces.
La elección municipal fue un ejemplo más. Mientras que los tres principales partidos de la oposición – Primero Justicia, Voluntad Popular y Acción Democrática - decidieron llamar a la abstención con resultado dispar – según el gobierno, el 47% participó en una elección local en un país donde el voto es voluntario –, otros grupos menores, como COPEI y UNT, participaron quitándole fuerza al llamado abstencionista.
Algo similar sucedió en las elecciones regionales. Allí, la mayoría de la oposición decidió participar, pero otros grupos menores llamaron a la abstención. Esa división, agravada por las manipulaciones del padrón electoral, el control de los horarios de los centros de votación, la coerción a los empleados estatales y la capacidad de movilización de la base electoral propia por parte del gobierno, llevó a que, contrariando los pronósticos previos, la oposición solo ganara cinco de las 23 gobernaciones.
Por si esto fuera poco, Maduro ha anunciado que los partidos que llamaron a la abstención en las elecciones del domingo no podrán participar de las presidenciales por “atentar contra el sistema democrático”. Detrás del argumento legal, hay un objetivo político concreto: dejar definitivamente fuera de la carrera electoral a los principales líderes opositores: Leopoldo López (en prisión domiciliaria), de VP; Henrique Capriles (ya vetado por otras resoluciones del gobierno), de PJ, y Henry Ramos Allup, de AD.
En el plano internacional, con el respaldo político y económico de China y Rusia, el chavismo viene sorteando los embates de Estados Unidos y la Unión Europea y el default con los bonistas internacionales – la mayoría de ellos, provenientes del país de Donald Trump– ha sido en parte compensado con la renegociación de la deuda lograda con chinos y rusos. Los conflictos en Medio Oriente, en tanto, auguran un crecimiento en el precio del petróleo que también beneficiaría a las exhaustas finanzas del estado bolivariano.
Por último, a pesar de los intentos y esperanzas de la oposición, las Fuerzas Armadas se han mantenido incólumes del lado del gobierno. No a cualquier costo, Maduro ha ido cediéndoles cada vez más espacios de poder en áreas claves como la administración del petróleo y la importación de alimentos. En un país que importa al menos el 50% de lo que consume en materia alimenticia y en el que casi el 90% de sus exportaciones son petróleo o sus derivados, no parece ser poco lo logrado por los militares