El presidente, Mauricio Macri, dedicó 45 de los 61 minutos que duró su discurso a la “pesada herencia”.
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El presidente, Mauricio Macri, dedicó 45 de los 61 minutos que duró su discurso a la “pesada herencia”.
Tres cuartas partes del texto que leyó en la Asamblea Legislativa, con la que dejó abierto el período ordinario de sesiones del Congreso, se consumieron apuntando certeramente al kirchnerismo, subrayando varias veces el concepto de “incompetencia” de la “gestión anterior”. A eso sumó apenas un par de ideas más: el pedido para que los legisladores acompañen el acuerdo con los holdouts y los fondos buitre, una serie de anuncios de proyectos que de sorpresiva tuvo poco y nada y un último tramo, el que intentó dotar de mayor emotividad, para intentar sacar a su gestión de la categoría de neoliberalismo insensible.
La primera muestra de por dónde iba buscar Macri llevar su primer apertura de sesiones llegó cuando el recinto de la Cámara de Diputados todavía estaba vacío. Unos colaboradores del bloque PRO dejó en cada banca un librito celeste con la inscripción “Memoria Detallada del Estado de la Nación 2015”. Un resumen escrito de la “herencia” que ocupa gran parte de la dialéctica oficialista, incluso con las diferencias internas que esa postura conlleva: puertas adentro del Gobierno están los que creen que apuntar a la gestión de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner es una buena base de la cual partir y los que piensan que quien se apoya ahí obtiene, al final del camino, la reprobación popular.
“Tenemos que reconocer que no estamos bien, aunque duela”, dijo el Presidente, porque “venimos de años en que el Estado ha mentido, borrando la línea entre la realidad y la fantasía”. Ahí continuó con una extensa lista de cuestionamientos, que cerró con una amenaza: “Será tarea de la Justicia investigar si esta situación que recibimos es fruto de la desidia, la incompetencia o la complicidad”. Frase que retumba apenas días despúes de que el juez Claudio Bonadío, uno de los favoritos del ahora oficialismo, citara a declarar a Cristina y al ex ministro de Economía, Axel Kicillof. Citación que, sugestivamente, llegó antes de la Asamblea y más de un mes y medio antes de la fecha para la que están citados.
“Podría seguir todo el día, pero voy a parar acá”, dijo Macri promediando su discurso. Pero no fue así: siguió al menos un cuarto de hora más repasando la herencia, aunque de forma más sobrevolada. Antes de ese falso aviso de giro discursivo, planteó cuestionamientos a la “aislación del mundo” por la “búsqueda permanente del enemigo”. “Creyeron que el mundo quería hacernos daño”, agregó.
Sin mención alguna a la avalancha de despidos que se vienen gestando en casi todos los estamentos del Estado -tampoco dijo nada sobre los miles que se vienen registrando en el sector privado-, si mencionó que durante la gestión kirchnerista hubo un “Estado que no ha parado de crecer”. Según sus datos, los empleos públicos se incrementaron un 64% entre 2003 y 2015. “Nos mintieron escondiendo pobreza con empleo público”, disparó. Con esa frase, aunque solapadamente, justificó los miles de despidos de estatales. Aunque, curiosamente, no utilizó la palabra “ñoqui” en ningún momento.
Hasta se encargó de endilgarle a la gestión cristinista el violento incremento de precios registrado en los tres meses que lleva al frente del Poder Ejecutivo: “La inflación existe porque el Gobierno anterior la promocionó”. “Estamos en una delicada situación fiscal por irresponsabilidad e incompetencia de la gestión anterior”, sostuvo.
Lo que hizo Macri, en pocas palabras, es excusar las drásticas medidas económicas que viene tomando desde su llegada al Gobierno, incluídos los miles de despidos en el sector público, como parte de un plan para desensamblar la maquinaria kirchnerista para encaminar a la Argentina hacia la modernización y el futuro. O hacia la creación de su propia maquinaria.
Este capítulo lo cerró con una promesa: publicar todos los documentos, área por área, “para que los argentinos sepan en qué estado estaba el país”. Ahí se ganó un aplauso generoso de sus socios, la UCR, partido que venía reclamando exponer en cifras y datos la “pesada herencia”.
HOLDOUTS. Casi al inicio de su discurso, como ansioso, Macri pidió al Congreso que acompañe el proyecto de ley que ingresará en las próximas horas para derogar las leyes Cerrojo y de Pago Soberano y que también traerá las ofertas que se vienen gestionando en Nueva York con los holdouts y los fondos buitre litigantes y el pedido de autorización para emitir un bono por U$S 15.000 millones para ejecutar esos pagos. “Confío en que primará la responsabilidad por sobre la retórica”, fue el mensaje que bajó a los legisladores.
Para eso, recordó que al Club de París se le pagó sin quita ni baja de los intereses y resaltó sin titubeos que la estrategia del gobierno es salir a buscar fondos en el mercado internacional de crédito. “El no acceso al crédito costó U$S 100.000 millones y 2 millones de puestos de trabajo que no se crearon”, apuntó sin detallar el origen de esas cifras ni explicar cómo se generaron.
En el mismo bloque se encargó de “agradecer a los gobernadores por su responsabilidad”. En Casa Rosada dicen tener garantías de que los jefes provinciales mandarán a sus legisladores a apoyar el pago a los buitres y los holdouts, lo que les permitirá a los mismos gobernadores acceder a los mercados crediticios internacionales. Este martes hubo apenas nueve gobernadores presentes: María Eugenia Vidal (Buenos Aires), Horacio Rodríguez Larreta (Ciudad), Gerardo Morales (Jujuy), Miguel Lifschitz (Santa Fe), Claudia Ledesma Abdala (Santiago del Estero) y cuatro de los peronistas “dialoguistas: Juan Manuel Urtubey (Salta), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Sergio Casas (La Rioja) y Carlos Verna (La Pampa).
Con los holdouts cometió tal vez el único furcio de su discurso, cuando se la traspapelaron las hojas y volvió a leer el párrafo dedicado a este acuerdo. Tras la reprobación del bloque del Frente para la Victoria (FPV), lo notó, se detuvo y continuó con otra cosa. Antes, les agradeció: “Muchas gracias, muy atentos”.
AGENDA. Los anuncios rimbombantes brillaron por su ausencia. Tras un repaso rápido de la agenda parlamentaria que ya se viene gestionando hace rato, como la reforma política, la ley de Acceso a la Información Pública, tratamiento de los pliegos de los candidatos elegidos para la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rossati y Carlos Rosenkrantz, reforma del Consejo de la Magistratura y de la ley de subrogancias, anunció que enviará un proyecto para una “reducción del IVA para productos de la Canasta Básica”.
Curiosamente subrayó como una idea propia la actualización automática de jubilaciones y asignaciones, aunque ambas cuestiones ya tienen sus aumentos automatizados desde el Gobierno anterior. Sí prometió universalizar plenamente la Asignación Universal por Hijo (AUH).
También pidió que el Congreso se aboque este año a trabajar sobre una actualización de las escalas que se toman para hacer los descuentos del Impuesto a las Ganancias. Un gesto que impactó en el Frente Renovador de Sergio Massa, quien había celebrado los anuncios por el mínimo no imponible pero explicaba que, sin una actualización de las escalas, ese anuncio tenía “gusto a poco”.
REVOLUCIÓN DE LA ALEGRÍA. Tras encender los motores con fuertes cuestionamientos al Gobierno anterior, Macri dedicó los últimos minutos de su discurso a levantar un poco los ánimos. Dijo que todos los días, cuando llega a su despacho, lo hace pensando en cómo poner fin a las desigualdades existentes. Remachó sobre su latiguillo de “Pobreza Cero” y hasta se animó a una parábola dialéctica entre su condición de ingeniero y la necesidad de “contruir puentes” hacia el futuro.
CLIMA. El kirchnerismo fue preparado para la batalla. Llenó sus bancas de carteles haciendo mención a los aumentos de precios, la ola de despidos, la reforma de la Ley de Medios que favorece al Grupo Clarín, la detención de Milagro Sala y hasta los negocios del Estado con familiares y amigos de Macri. Esos carteles levantaron cuando la sesión se puso más álgida y cuando desde los palcos, con nula presencia de militancia, bajaba el ya clásico “sí se puede”.
Los únicos aplausos sistematizados fueron los de los legisladores macristas. Los radicales y los “lilitos” de Elisa Carrió los siguieron en el ranking, mientras que el Frente Renovador de Massa siguió atento, punto por punto, y escatimó los apoyos manifiestos.
Desde el FPV rebalsaban de furia y hubo diputados, como los camporistas Mayra Mendoza y Marcos Cleri que dejaron varias veces fluir esa furia para gritarle cosas al Presidente. Que hable de los despidos fue algo repetido. “Respeta al pueblo”, le espetó la legisladora quilmeña. “Tienen que respetar el voto democrático”, le respondió Macri en medio de un griterío, desatando los gritos en las tribunas, llenas de funcionarios.
Una curiosidad: el presidente del bloque de diputados de PRO, Nicolás Massot, eligió seguir toda la sesión sentado en medio de la bancada del FPV, justo a lado del ex ministro de Economía, Axel Kicillof, quien hacía señas a sus compañeros de que era una jugada del joven legislador “para la foto”. Lo cierto es que el macrismo y el radicalismo, en sintonía con la guerra por los despachos lanzada desde la conducción de la Cámara de Diputados, pretende empezar a ocupar el ala derecha del recinto, históricamente ocupada por el oficialismo. Allí se sentó Massot, a los aplausos permanentes, en medio de la bronca kirchnerista.