“El palo fuerte siempre viene de adentro”. La sentencia es una máxima en la política. Lo saben todos los que la trajinan. Y la tienen siempre en la cabeza los que conocen los bemoles de la construcción. Más aun, los que deben ejercer el más complejo arte de la conducción. Nueva en esas lides, la gobernadora de la provincia, María Eugenia Vidal, viste un traje que, en sus primeros días al frente del poder bonaerense, le está quedando algo suelto. La mandataria no está administrando con eficiencia el poder de repartir el poder entre las fuerzas que bullen al interior del frente electoral que la llevó al palacio de gobierno de La Plata. Y Cambiemos empezó a crujir en territorio bonaerense.
El caso de la Secretaría de Derechos Humanos es apenas un botón de muestra. Como se informa en nota aparte (ver “La secretaría de Derechos Humanos de Vidal, acéfala y con rumbo incierto“), esa dependencia quedó momentáneamente a cargo del vicegobernador, Daniel Salvador, aunque en términos formales y prácticos está acéfala. También, políticamente, porque la nueva gestión apenas envió dos personas sin función específica y sobreviven directores de la administración Scioli a quienes no les han respondido si les aceptan o les rechazan las renuncias que presentaron hace ya 12 días.
Vidal tiene, en efecto, un problema más grande. La demora en cubrir casilleros del gabinete y su resistencia a convocar a socios políticos de Cambiemos, fundamentalmente a los radicales, ha reducido el frente PRO-UCR-CC a una estrategia electoral con escasa trascendencia en el plano institucional. Los radicales, en este esquema, se quedaron afuera de la cancha y empiezan a tirar piedras desde el alambrado.
Sin sabueso. El caso de Arba es emblemático. Vidal llegó a la gobernación advirtiendo que la provincia está “quebrada” y, a poco de acceder a los números finos, aseguró que su antecesor en el cargo, Daniel Scioli, dejó “la caja en cero”. No obstante eso, y el conocimiento de que el problema financiero de Buenos Aires no es nuevo porque es estructural, la mandataria gobierna sin recaudador propio: hasta fin de año, al menos, Iván Budassi, que venía haciendo ese trabajo para la gestión peronista que dejó “la caja en cero”, maneja la Agencia.
Pero Vidal consiguió calentar hasta niveles impensados los ánimos de sus socios políticos cuando entregó ocho sillas que valen oro en la política: la gobernadora prorrogó los mandatos de los directores del Banco Provincia José Pampuro, Hernán Mouriño, Marta Helguero y Daniel Thillard, además de los puestos uno y dos de la Tesorería General y la Contaduría General de Gobierno, en manos de Amílcar Zufriategui, Rubén Oscar Telechea, Carlos Alberto Machiaroli y Ricardo Alfredo Gobbi. Ninguno de estos funcionarios ostenta, hoy, un peso político que explique la decisión de premiarlos con la continuidad en sus cargos.
Otro de los casos que despiertan preocupación e incertidumbre puertas adentro de Cambiemos es el exceso de valoración a los cuadros “técnicos” por sobre quienes “transpiraron” la camiseta.
Tal vez los casos más emblemáticos sean los del Gabriel Mércuri y Miguel Saredi, ex candidatos a intendentes de Lomas de Zamora y La Matanza respectivamente. Si bien perdieron, su aporte fue doble:
* Saltaron de la filas de Sergio Massa en un momento clave como lo fue febrero-marzo de 2015, y le dio un duro golpe en su armado en la Tercera sección electoral al líder del Frente Renovador, que vivía en ese momento su sangría más dura.
* Representaron a la fuerza de Mauricio Macri en dos distritos clave, en los que el peronismo tenía candidatos favoritos. Pese a ello, Saredi y Mércuri dieron batalla en distritos duros para el PRO, pero no fueron convocados para ocupar lugares de primeras líneas en el gabinete provincial.
¿Por qué Vidal no usa los espacios de los que dispone para construir liderazgo a partir de su concesión a figuras políticas influyentes, para reconocer compromiso y lealtades o, incluso, para tender puentes sólidos con la oposición para garantizarse gobernabilidad en el inicio de su experiencia como conductora y gobernante?.
Nadie arriesga una respuesta convincente. Se habla de inexperiencia, de impericia política. Y los viejos zorros le advierten: “El palo fuerte siempre viene de adentro”.