Desde hoy el juez federal Ariel Lijo sabe que cada vez le quedan menos posibilidades para dilatar el llamado a indagatoria al vicepresidente Amado Boudou por la causa Ciccone Calcográfica. El viernes a la noche lo contactó su colega Rodolfo Canicoba Corral (cada quince días juegan al truco hasta las cinco de la madrugada) y simplemente le señaló: “ahora te toca a vos”.
Lijo ha hecho un buen trabajo en materia de Relaciones Públicas. Por los tiempos que él maneja si fuera otro juez ya estaría recibiendo el escarnio constante desde los medios de comunicación. Pero el juez Lijo tiene un trato excelente con el periodismo: recibe con café o gaseosa a todos los cronistas judiciales, les cuenta buenos chismes (tiene grandes historias de Norberto Oyarbide) y no habla en ningún momento en tono de superioridad.
Este arte lo aprendió de su mentora, la ya fallecida jueza María “Piru” García Aramayo que, cuando él era su secretario, lo apodaba “Valijo” (la interpretación de este mote es libre) y que fue la autora intelectual tanto de su ascenso como del ascenso de Manuel Garrido que ahora es diputado nacional de la UCR.
El plan original de Lijo era procesar a Boudou recién a fin de este año. Está absolutamente convencido de la responsabilidad del vicepresidente y solo no lo hizo hace tiempo porque Daniel Scioli le pidió que no contribuya a una situación de inestabilidad en un signo político que él pretender heredar, o al menos esto es lo que explica el fiscal de la causa, Jorge Di Lello.
En los crónicas del fin de semana se mencionó una y otra vez la reciente visita de Lijo al Papa Francisco en Roma. Ayer el juez le contó a sus allegados que en ningún momento de esa audiencia vaticana se habló del expediente Ciccone o de la corrupción en el Gobierno. Esos temas Lijo los habla con un interlocutor más funcional como es Ricardo Lorenzetti quien ya le dijo que “llegado el caso” tendrá todo el respaldo de la Corte. El primer gesto de buena voluntad llegó cuando la esposa de Lijo fue nombrada con un cargo en la vocalía del presidente del máximo tribunal.
El jueves al mediodía el juez supo que la suerte de Boudou ya estaba echada en la Casación Penal. Se lo dijo un camarista que trató el expediente y que le contó una infidencia: en la Casación se saben muchas cosas sobre la causa porque allí trabaja un secretario cuya esposa trabajó durante años al lado de Alejandro Paul Vandenbroele. “Si lo cito a Boudou a indagatoria lo tengo que procesar”, contó Lijo en esa entrevista. Le respuesta fue escueta: “si lo que dice tu expediente es cierto ya tenes todo para llamarlo, basta con los testimonios de la familia Ciccone”.
Pero Lijo tiene además presiones que van más allá del espectro político. El banquero Jorge Brito es quien menos quiere que Boudou se siente frente al juez porque teme que “le embarre la cancha”. Brito es íntimo amigo de otro sospechado en el expediente que es el banquero Raúl Moneta. Fue, además, uno de los tantos invitados a la boda que celebró el juez hace cinco años, en el hotel Sheraton de Pilar.