Chávez, hasta ese momento un líder nacionalista que se miraba en el espejo de Juan Perón y enfrentó durante muchos años en soledad la hegemonía neoliberal en la región (recién en 2002 aparece “Lula” Da Silva en Brasil y en 2003 Néstor Kirchner en Argentina) acusó el golpe y buscó reforzar sus defensas para evitar un nuevo intento desestabilizador de sus opositores.
Para esto fue girando su discurso desde el nacionalismo populista a la izquierda castrista, fortaleció sus lazos con Cuba y con todos aquellos países que se mostraran públicamente hostiles al poder estadounidense, avanzó con el control estatal de la economía, centralizó su espacio político prácticamente en su solo partido y rebautizó su movimiento como “Socialismo del Siglo XXI”, término que tomó del pensador alemán Hanz Dieterich (con quien luego se distanció) aunque reformulado a la venezolana.
En ese marco tomó dos decisiones que, a mi entender, son claves para comprender el escenario venezolano de hoy. La primera avanzar contra las grandes cadenas de TV que lo enfrentaban abiertamente y como mencionáramos, fueron parte activa del golpe de estado de 2002.
A algunas como RCTV no le renovó la licencia para transmitir con otras como Venevisión del poderoso Grupo Cisneros concordó una tregua que derivó en que el canal se volcara casi exclusivamente al entretenimiento dejando de lado los noticieros y la última ofensiva fue contra Globovisión que recientemente fue adquirida por empresarios presuntamente cercanos al chavismo y consecuentemente cambió su línea editorial de antichavista a neutro o prochavista directamente.
Hoy en Venezuela es prácticamente imposible encontrar una visión crítica del gobierno en la TV y no está comprobado que el control total de los medios garantice el convencimiento total de los espectadores pero sí que refuerza la imagen de totalitarismo que hay en Venezuela y fuera de ella sobre el gobierno chavista y abre la puerta para el uso de las redes sociales como fuente alternativa de información al estilo la primavera árabe o recientemente los sucesos en Ucrania.
La otra decisión fue armar a parte de sus militantes con la idea de no depender exclusivamente de las FF.AA en caso de Golpe y empoderar sus bases partidarias. Para esto dio armamentos a los llamados “Colectivos de la Revolución”, grupos conformados mayoritariamente por jóvenes chavistas de los barrios pobres de Venezuela que se caracterizan por andar en motos de pequeñas cilindrada y que sirven como fuerza de choque y amedrentamiento en caso de conflicto.
Jugando con la historia contrafáctica que planteó Luis D´Elía acerca de que Perón debió haberle hecho caso a Evita y fusilar al General Benjamín Menendez tras el intento de golpe en su contra en 1951 , podríamos también recordar que Perón ordenó quitarle a la CGT pistolas que Evita había comprado a la Corona holandesa (la noticia se confirmó definitivamente hace poco) y que por lo tanto, a diferencia de Chávez, evitó que su pueblo enfrentara armado a los opositores. ¿Qué hubiera pasado sí Perón armaba a los obreros y militantes leales en 1955? Nunca lo sabremos aunque la comparación con el proceso chavista es una vez más tentadora.
Por otro lado la oposición tras el fracaso de los intentos desestabilizadores de 2002 (y el paro petrolero de 2003) y la fallida estrategia de no participación electoral en las legislativas de 2005 (que le “regaló” el Congreso al chavismo) decidió finalmente apostar a la democracia y para 2012 no solo unió sus desperdigadas fuerzas de izquierda a derecha sino que armó una gran interna de la que desembocó con fuerza la candidatura de Henrique Capriles Radonzki para enfrentar a Chávez primero y a Nicolás Maduro Moro después.
Y ahí podemos decir que el diablo metió la cola porque el resultado que se dio en la elección presidencial de abril de 2013 fue uno de los peores posibles, apenas un 1,5% de diferencia a favor del oficialismo, poco más de 200.000 votos sobre un total de 15 millones de votantes.
En consecuencia, tras la elección emergió un Maduro debilitado obligado a recurrir de manera agotadora a la figura del fallecido Hugo Chávez Frías para re legitimarse como su heredero y un también debilitado Capriles que vio esfumarse con su apretada derrota la estrategia “democrática” de la oposición, teniendo que ceder espacio a los grupos más radicalizados (caso Leopoldo López) que descreen que el chavismo pueda ceder el poder en elecciones libres y apuestan a la destitución.
El trasfondo de todo esto es la grave crisis económica que afecta a Venezuela producto principalmente de un déficit que arrastra casi desde sus orígenes y que Chávez no supo, no pudo o no quiso modificar, la dependencia casi exclusiva del petróleo que lo obliga a destinar gran parte de las divisas que obtiene de su exportación a importar todo lo que consume su población.
El dólar es consecuentemente una moneda muy cotizada en Venezuela y pese a los intentos del gobierno por controlar su valor, la diferencia entre el paralelo y el oficial es amplia (hasta diez veces más) .Esta disparidad se complementa con la alta inflación (la más alta de la región) y la escasez de productos básicos, problemas que el chavismo imputa a los empresarios opositores y a la larga mano estadounidense siempre sospechada de estar detrás de los procesos destituyentes en la región.
Todos estos datos explican (no justifican) la situación actual del novel miembro del Mercosur que navega en aguas tumultuosas y no encuentra puntos de equilibrio entre un chavismo radicalizado que intenta que “la revolución sea irreversible” y hasta proyecta suplir las instituciones republicanas por instituciones asamblearias similares a las vigentes en Cuba y una oposición hastiada del “régimen” que teme justamente que Venezuela más que parecerse a la Argentina o Ecuador, termine adoptando un modelo a la cubana o la china y actúa en consecuencia.
Los tibios intentos de Maduro de dialogar con la oposición han naufragado por méritos propios y ajenos y detrás de él asoma la figura del nro 2 del chavismo, el ex militar Diosdado Cabello, titular de la Asamblea Nacional y verdadero “Jefe” del ejército venezolano. Cabello aspiraba a ser el heredero de Chávez y nadie se ha notificado que haya desistido de ese deseo. Tanto en Egipto como en Ucrania, el Ejército fue clave para “ordenar” los conflictos políticos y un escenario similar puede darse también en la Venezuela bolivariana con resultado impredecible.