Los lunes, en general, suelen ser días grises y complejos en los cuales uno debe romper con la inercia del quietismo que nos produce el fin de semana; incluso a algunos les cuesta reponerse de las noches de alegría que el receso semanal provoca. Pero hay un tema que se impone cada vez con más persistencia, y que le imprime a la gráfica, la radio y la televisión una presencia única, sistemática y envolvente. ¿Qué produce esto? Que no haya medio de comunicación que no hable del fútbol.
Seguramente estas líneas provocarán en quienes las lean una reflexión casi espontánea: Marino no entiende nada. Pero en realidad a lo que quiero referirme no es a mi entendimiento o no del deporte, juego o pasión, a la que suscriben miles y miles de argentinos. A lo que me quiero referir es a la payasesca centralidad que le dan los medios de comunicación a un juego que producto de los intereses comerciales hoy está casi destruido. Hoy el fútbol se ha convertido en un mero negocio para que las empresas con su publicidad y los operadores de negocios y pases se llenen de guita, pongan y saquen técnicos, sin importar lo que verdaderamente es la esencia de este deporte: la pasión; esa que no tiene ni precio, esa que mueve montañas y genera llantos de tristeza y alegría.
Pero qué buscan estos promotores del odio y el mercantilismo más vil; esos que se insultan y se suben arriba de los escritorios rasgándose las vestiduras de una sabiduría superior, que saben si hay que jugar 4-4-2, 4-3-1-2 o 4-3-3, que saben más que el Director Técnico de turno que lleva 7 fechas intentando encontrar el rumbo, y ni hablar cuando hablan del pecho de uno o de otro, estos corredores de micros que creen saber más que el pobre lateral derecho que pifió una pelota y se le escapó el delantero; ese defensor que por ahí tiene a su hijo enfermo y esa tarde jugó con la cabeza en otro lado.
A ellos sólo les importa el show. Sólo les importa el morbo y refregar en radio, televisión y en suplementos deportivos la desgracia por la que están pasando los distintos clubes, los árbitros, técnicos y jugadores. Horas y horas de imágenes y audios, y centímetros y centímetros de papeles con pura cizaña.
Yo no entenderé nada, pero estos chacales del periodismo deportivo entienden menos: esconden la sonrisa por el sombrerito de Viatri, muy probablemente debido a que no poseen acciones en su millonario pase o a que su golazo está auspiciado por otra empresa, la de la competencia.
Yo seguramente no conozca en carne propia el sentimiento de los apasionados amantes del fútbol, pero sí me doy cuenta que el fútbol es un juego maravilloso –que es verdad, no sé jugar- y que en realidad muchas veces tampoco me interesa ver; pero lo que sí se es que no haría leña del árbol caído solamente para tener un punto más de rating o promover el odio entre un equipo y otro. Eso es patético.
A pesar de muchas veces estar ajeno a la pasión y a los códigos internos propios de la pelota, soy lo suficientemente inteligente como para interpretar y compartir lo que dijo Diego Armando Maradona en su partido despedida; aquella famosa frase que pareció haber pasado desapercibida para muchos de estos personajes que hacen del fútbol un patético show de vedetongas que buscan permanentemente el conflicto mediático. Para mí, realmente la pelota NO se mancha.
(*) Director de Comunicación Positiva y Letra P.