Este es el relato de un hombre que quiso ser papá

Por Germán Krüger

Mi nombre es Javier Camacho, el papá de Facu. Tengo 41 años y él 6. Soy psicólogo”, dice el siguiente entrevistado que logró su deseo de tener un hijo más allá de las convenciones establecidas. En diálogo con Letra P, cuenta su experiencia y alienta a quienes sienten de la misma manera. Este es el relato de un hombre que quiso ser papá.

 

Tu historia arranca con las ganas de ser papá. ¿Por qué el deseo, cuándo empezó?

 

El deseo de ser padre creo que lo tuve toda la vida adulta. Con veintipocos de años ya tenía ganas de ser papá, sólo que era una idea vaga que fue tomando forma a lo largo de los años y madurando un poco más a medida que empecé a conectarme con las pocas cosas que había para ser padre siendo gay. No había mucho, en esa época no había Internet. La gente no decía que era gay hace 15 años atrás.

 

Me acuerdo que en su momento enganché una revista yankee que se llama Family Alternative a la que me suscribí hace mil años y me ayudó mucho porque hablaba de familias alternativas, me sirvió mucho ver imágenes distintas, de realidades distintas, que se podía. Empecé a dar vueltas, no quería resignar mi orientación sexual porque me podría haber casado y tener una relación con una chica, intenté hacerme el tonto, pero mi idea era seguir teniendo mi vida gay. De todas las formas que conocí y estuve evaluando, la que más me cerró era la de la coparentalidad, compartir la crianza con alguien, porque las otras opciones en ese momento eran casi inviables. La paternidad subrogada era una cosa media china que ni se sabía, una cosa imposible económicamente y la adopción era difícil para un varón solo.

 

La otra opción era con una chica “haciéndome el hetero” o blanqueando la situación que fue la opción que elegí. Fui por esa y funcionó bien. Conocí muchas chicas, desde mis 25 hasta mis 35 que fue cuando lo tuve a Facu. Conocí varias personas, qué querían, cómo querían, cómo habían hecho, incluso varones que buscaban adoptar, y fui madurando ese deseo que surgió hace mucho y fue tomando forma.

 

¿Cómo fue la búsqueda?

 

Tuvo momentos más angustiantes, como que quería ya, momentos más copados donde conocía a gente que me hacía pensar y me ayudaba a decidir lo que yo quería. No era como ahora que hay más recursos, con Facebook, Internet, páginas de contactos, con lo cual era más arduo conocer gente. La gente tampoco lo decía abiertamente, la paternidad o la maternidad gay/lesbiana explotó en los últimos dos o tres años a partir de la Ley de Matrimonio Igualitario. Antes no es que no hubiera, sino que estaba invisivilizado y muchos más en los varones porque no hay muchos que tengan hijos, somos muy pocos. Sí hay mujeres que tienen hijos más grandes y siguen naciendo. Las opciones para el varón son un poco más limitadas, la mujer puede ir a un banco e inseminarse y tener un hijo, desde lo fáctico es mucho más sencillo que para un varón conseguir una subrogación o la coparentalidad. La subrogación es muchísimo dinero, hacerlo afuera del país, una disponibilidad de tiempo y de dinero importante y psicológicamente es un poco más complejo de manejar. La coparentalidad requiere ponerse de acuerdo con otra persona, habar. En cambio, dos chicas que están juntas o una que está sola, se inseminan y las posibilidades fácticas son más fáciles en sentido de dinero, de tiempo y de disponibilidad. Lo pueden hacer en el país, en cualquier clínica, e incluso de forma casera. Hay muchas más mamás lesbianas que papás gays.

 

¿Cómo llegaste a la mamá de Facundo?

 

Conocí a Alejandra por medio de un aviso que puse en una revista hace mucho y empezamos a hablar. Ella tenía la misma intención y empezamos a definir un poco el proyecto. Pasó un tiempo que no nos vimos y después nos volvimos a ver. Empezamos a ver las fechas y cómo nos gustaría, a ajustar las cosas y hace ya siete años que probamos y resultó super bien, nos llevamos bien. Se fue construyendo el vínculo con el tiempo.

 

¿Qué pasó cuando llegó Facundo? ¿Cómo cambió tu vida?

 

En realidad va cambiando día a día con Facu, porque desde que era bebito la dinámica era distinto. Al principio estaba más con ella por el tema de la teta y ahora que va al cole la dinámica es otra. Cambió en el hecho de lo que todas dicen, que te cambia la vida, tenés una responsabilidad. También es eso que para la gente gay pero, en este caso, todas las familias son muy planificadas, por lo tanto está toda esa cuota extra que uno puso de amor, de búsqueda, de tiempo, de dedicación y cada vez se construye más el vínculo. Desde que nació tuve una conexión inmediata de quedarme horas, cambiarle los pañales, darle la mamadera, jugar, bañarlo y sigue pasando lo mismo pero con otras cosas, varía la interacción, pide cosas. Los temas varían, pero la atracción fue siempre.

 

¿Cómo es un día con Facundo?

 

Siempre fue bastante parejo todo, en cuanto a tiempos y responsabilidades. Todo es muy cambiante y depende de la disponibilidad. El tiempo con los padre es relativo a qué cosas van pasando con nosotros y con Facu. En general, tenemos algo organizado. Está tres noches en casa y otras cuatro en la de ella, pasa gran parte en el colegio, lo llevo y ella lo pasa a buscar. Un tiempo en la casa de Ale y otro tanto en mi casa.

 

¿Cómo y cuándo se acercó la gente de “Familias por Igual”? ¿Cómo supo tu historia?

 

Unas amigas de los chicos que estaban haciendo la producción me conocían de la época de la militancia. En 2010, con el tema de la ley, milité mucho. Dirijo una fundación de salud mental, la Fundación Foro, donde lideramos un poco las instituciones de salud mental que buscaban apoyar la sanción de la ley, militamos mucho desde la Fundación y tuve mucha visibilidad. Por eso me contactaron.

 

¿Por qué formar parte de ese proyecto?

 

Me pareció bueno porque mucha gente se había acercado a preguntarme cómo había hecho, tenía mucha visibilidad y me parecía bueno mostrar que se puede o es una opción la coparentalidad en este caso y que si se quiere se puede, es posible. Sobre todo en el varón.

 

En la Fundación Foro coordino desde hace dos años un grupo de varones gays y mujeres lesbianas que quieren ser papás y mamás, gente que tiene el deseo pero no sabe cómo, ni dónde, ni cuánto sale, cuestiones legales y por eso los acompañamos en  ese proceso que lleva bastante tiempo, que hay que madurarlo, que cambia la realidad de querer un hijo. Muchas veces está idealizado y otras cambia el proyecto si estás solo o en pareja. Cada nuevo cambio implica repensar la forma en que uno quiere ser papá y puede, porque a veces hay ciertas limitaciones.

 

Facundo está creciendo, ¿desde dónde se le explica su contexto?

 

Él lo ve diariamente, sabe que estoy en pareja, su mamá también. No hay mucho que explicar. A un hijo que nace en una familia hetero no le dicen “mamá lo quiere a papá”. Es lo que uno ve, no sé si hay que explicarle algo. Por ahí le explico a la gente cuando pregunta. Es su realidad, la que vive todos los días. Está unos días con mamá, otros con papá. A casi nadie le hace ruido, le encanta, es algo conocido, es como padres separados. Me parece que hace más ruido cuando son dos mamás o dos papás porque no lo tienen como algo conocido. Acá se quedan más tranquilos porque ven que hay un papá y una mamá. En realidad, no creo que eso influya, sino que haya gente que los cuide, los ame, los valore y valide, no por el género u orientación sexual. Pero, en general, viendo que hay una mamá y un papá se lo piensa como el modelo más común que conocemos, que es una pareja heterosexual que se separó. La diferencia está, porque si bien hay dos casas, no hay malos engaños por no haber tenido un vínculo afectivo, nos llevamos bien.

 

¿Cuáles son los cambios que existen en la actualidad respecto a la tolerancia por las construcciones sexuales y  qué falta todavía? 

 

Creo que el cambio más notorio se da partir de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010, que fue un cambio muy grande. Primero, porque hay un reconocimiento legal  que es fundamental. Segundo, porque el movimiento previo a la sanción fue de mucha reflexión, de mucha maduración, de mucha visibilidad de la comunidad LGBT y de mucha reflexión de la sociedad en general. Creo que eso ayudó mucho a visibilizar otra realidad y que todo el mundo empezara a hablar de ese tema que no se hablaba tanto. No solamente desde la sanción de la ley, sino también ayudó a la concientización social del tema sobre todo en el punto donde los más críticos se fijaron que era el tema de los hijos, cómo adoptar, cómo criar a un chico. A ellos no les preocupaba mucho el tema que se juntaran y tuvieran una relación personas del mismo sexo, sino cómo criar chicos que no era lo que se trataba. De hecho había gente que tenía hijos y eran gays y lesbianas, mi hijo tenía 4 años. Pusieron el foco en ese aspecto y nosotros los que militamos y participamos tuvimos que salir a mostrar y responder que no pasaba nada, que estaba todo bien y había familias formadas. Hubo visibilidad de la realidad de las familias. Sirvió para que mucha gente que tenía alguna duda viera que tenemos las mismas ventajas, desventajas, quilombos y alegrías que tienen todas las familias. Creo que ese cambio fue muy importante de una realidad que no se mostraba tanto y sirvió bastante y hay una aceptación.

 

Todavía falta mucho por hacer en el tema educación. Fundamentalmente, sancionar leyes relacionadas a la fertilización asistida y a la paternidad subrogada, cuestiones que a la comunidad LGBT le facilitará mucho las cosas. No hay una ley de fertilización asistida, por lo cual no hay un marco regulatorio y depende mucho de la clínica que lo hace para el caso de las chicas. Para el caso de los varones, al no tener la paternidad subrogada las posibilidades de ser papás son muy limitadas y complejas. Me parece que los dos aspectos que hay que ajustar es que se sancione una buena ley de paternidad subrogada que está en carpeta con la modificación del Código Civil y facilitar el tema de las clínicas y regularlas en fertilización asistida.

 

 ¿Qué le dirías a quienes quieran emprender el mismo camino?

 

Que es buenísimo, que se tomen su tiempo para madurar la idea. A veces, a lo largo del tiempo, cambia y hay tiempos para esos cambios. Que siempre tengan un plan B porque acá las cosas no son tan rápidas y hay algunos obstáculos en el camino, pero se pueden sortear sin mayores problemas porque el resultado es bueno. Que no se queden solos, que lo hablen con amigos, con profesionales. Nosotros tenemos el grupo en la Fundación Foro que ayuda mucho. Estar entre pares que están en la misma y te dan ideas.

 

Hay gente que quiere y hay gente que no, es bastante esfuerzo para lograrlo y otro tanto para sostenerlo. No podemos decir que ahora hay una moda en la que todo el mundo quiere tener hijos, hay que aflojar un poco con eso. No todos tienen el mismo deseo, hay que respetarlos. Si lo tienen, vayan por eso, es buenísimo. Los hijos son maravillosos. Los que no, relájense porque también hay una especie de presión a veces cuando se está en pareja que uno quiere y el otro no, o una está más segura que la otra y hay que ver qué le pasa a cada uno con eso.

 

Javier Camacho es uno de los coordinadores del Grupo para Personas LGBT: lesbianas, gays, bisexuales y trans y sus familias de la Fundación Foro, la institución que dirige y se dedica a la formación, asistencia, prevención e investigación en el campo de la salud mental.

 

Entre las propuestas, hay tres grupos distintos a los cuales poder acercarse y formar parte. Uno, para personas LGBT que quieren ser papás y mamás; otro, para madres y padres LGBT; y el último, para familiares de personas LGBT.

 

Para más información: www.fundacionforo.com o [email protected]

 

Javier formó parte del documental “Familias por Igual”, de Rodolfo Moro y Marcos Duszczak, como parte de los testimonios referidos a las familias homoparentales. 

 

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