Justo en el fin de semana en que las alianzas políticas terminan de oficializar los nombres y apellidos de sus precandidaturas, el último baile de Juan Román Riquelme en la Bombonera puede leerse, también, como un cierre de listas de una elección que está nacionalizada y agrietada desde el momento en que Mauricio Macri anunció que será parte de la boleta opositora.
Desde hace tres semanas, cuando la despedida de Román empezó a circular entre la dirigencia, en distintos sectores del oficialismo xeneize circula una versión: que Riquelme formalizaría su candidatura en esta despedida, quizás en el centro del campo de juego, hablándoles a las tres bandejas de la Bombonera. Nadie se anima a confirmarlo, tampoco a desmentirlo.
En el Círculo Rojo de Boca, que en muchos casos coincide con el nacional, lo presagian como una respuesta a la movida que hace un mes protagonizaron, en un local de La Boca, Macri y su candidato, Andrés Ibarra, para presentar su proyecto de la nueva Bombonera. “Que ellos muestren renders, que nosotros vamos a mostrar tribunas llenas”.
De la fiesta, que será grande, se están encargando pocos: no es cuestión de presupuesto, sino de estilos. Juan Román, su hermano Cristian (“Chanchi”) y el minúsculo grupo que lo rodea afinan grandes temas y también detalles. Acaso sea la síntesis –o la ilustración– de la concepción de poder y conducción que tiene el ídolo. Desde elegir la boletera digital y discutir el precio de las entradas hasta cerrar los shows musicales, que serían protagonizados por Trueno, Onda Sabanera y Damas Gratis.
El mismo Román escribe o llama a los invitados para confirmar la presencia en lo que será una despedida atrasada –pasaron ocho años y medio desde su retiro en Argentinos Juniors–, pero, también, un lanzamiento de campaña: el anticipo de lo que viene. Ya recibió confirmaciones de Lionel Messi, Ángel Di María, Lionel Scaloni, Carlos Bianchi, Coco Basile y Guillermo Barros Schelotto, entre otros.
Bajo el sello de la agrupación Soy Bostero, el espacio político de Riquelme, ya viene dando pasos desde diciembre, cuando se presentó públicamente en el playón de la Bombonera. A ese acto inaugural le siguió una campaña artesanal desplegada en los alrededores de los partidos de inferiores y de seniors para juntar 10.715 firmas entre la masa societaria, más una negociación para que la comisión directiva homologara a la agrupación y le diera la personería. “Todo eso sirve, pero lo que intimida y bajonea a cualquier oponente es lo que puede pasar el domingo”, suelta un dirigente.
Lo que puede pasar el domingo: que 55 mil personas con su carnet al día –muchas de ellas, potenciales votantes en diciembre– se desesperen por pagar entre 15 y 70 mil pesos para ir a corear a Riquelme y recordar aquellos tiempos felices en que la Copa Libertadores no era una obsesión esquiva.
Será una encuesta inmensa, un boca de urna potente sólo televisado por la TV Pública y con prohibición de ingreso de fotógrafos al campo de juego, algo que en la oposición ya funciona como otra muestra del “autoritarismo” y la “falta de profesionalismo” que le endilgan a Riquelme.
Aunque en la carrera también están anotados Jorge Reale y Mario Pergolini, nadie asume que tendrán posibilidades de ganar los comicios. El armado de Reale, de hecho, está a cargo de Diego Lajst, histórico ladero y extesorero de Daniel Angelici. Será cuestión de tiempo –y de que El Tano termine de aceptar la candidatura de Ibarra– para que se una a la lista macrista.
El lugar en la lista también es una incógnita. Por más de que sea quien traccione los votos, Riquelme siempre dudó entre encabezar o designar a un presidente. De ser así, el nombre está más o menos resuelto: sería Ricardo Rosica, el actual secretario general del club, el hombre que conduce a Boca en el día a día y que hace meses se peleó con el presidente, Jorge Amor Ameal. Mientras Riquelme agudizaba sus rispideces con Ameal y se posicionaba como el sucesor natural, mantenía (¿mantiene?) esa duda, aunque pocas veces suelta mensajes para fuera de su entorno.
A pesar de eso, Riquelme mantiene con Ameal las formas, incluso en privado. Asegura que quiere cumplir el pacto firmado en 2019: que Ameal se encargue de lo social y de los deportes federados y que él asuma toda la responsabilidad del fútbol (Primera e Inferiores). La conferencia en la que anunció la despedida, con Ameal al lado, fue una prueba más. Será así hasta el último día.
Es cierto, también, que Riquelme de a poco se involucró en algunos temas de gestión que antes ni siquiera consideraba. La búsqueda de esponsors, por ejemplo, fue uno en el que gravitó. El año pasado, quería firmar con Codere, pero se encontró con la reticencia de Ameal, al que no le convencía poner en el centro de la camiseta de Boca a la multinacional española de bingos y juegos online, que ya es el principal patrocinante de River. No era cuestión de espejos o rivalidades, sino de salud pública. Finalmente, se desestimó.
Pasaron los meses, Boca mantuvo su camiseta limpia –algo lindo para la visual, pero un agujero para la tesorería– hasta que el martes la Comisión Directiva aprobó que Betsson, una multinacional de origen sueco de apuestas online, será el nuevo patrocinador principal. El estreno, luego de casi un año sin publicidad, será este domingo, en la despedida de Riquelme, otro símbolo al que casi nadie, salvo quien conoce la cocina de la organización, le dará importancia.