Las acciones del banco Credit Suisse se desplomaban este miércoles a más de 30%, tocaban un mínimo histórico y arrastraban al resto de los papeles financieros tras la decisión de su principal inversor de no ampliar su participación accionaria y en medio de un clima de desconfianza generalizada en el sistema bancario internacional. Fundada en 1856, la entidad financiera es la segunda más grande de Suiza y una de las principales de Europa.
Amar Al Judairy, presidente del Banco Nacional Saudita -principal accionista de Credit Suisse- descartó invertir más dinero en el banco en una entrevista televisiva, según reportaron las agencias Bloomberg y AFP.
“La respuesta es absolutamente no, por varias razones que son reglamentarias y estatutarias”, declaró y explicó que, de aumentar la participación actual del 9,8% a más del 10%, entraría en vigor “una serie de nuevas reglas”.
Con la idea de generar tranquilidad, el titular del Suisse, Axel Lehmann, afirmó que el banco no necesita ningún rescate gubernamental ya que posee "un balance sólido”.
Lehmann se mostró confiado en el proceso de reestructuración que comenzó el banco meses atrás, en el cual buscará focalizarse en la gestión patrimonial desvinculándose de su unidad de inversión.
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El mes pasado informó una pérdida neta de US$ 7.917 millones en 2022, el peor resultado registrado por la entidad desde la crisis financiera de 2008.
El reporte anual, publicado este martes, reconoció además que se identificaron “debilidades materiales” en los controles internos de sus estados financieros y que su equipo de dirección está trabajando para “reforzar los marcos de riesgo y de control”.
En 2021, el banco perdió US$ 5.100 millones por su exposición al colapsado fondo de inversión Archegos Capital Management. Ese mismo año, las autoridades reguladoras suizas acusaron al banco de realizar declaraciones “parcialmente falsas y excesivamente optimistas” respecto a su exposición a la quebrada Greensil Capital, donde invirtió US$ 10.000 millones de sus clientes.
En 2022, la investigación periodística Suisse Secrets accedió a una filtración en la que se descubrió que el banco albergó, por décadas, depósitos de clientes vinculados con tráfico de drogas, lavado de dinero, corrupción, tortura y otros crímenes, valiéndose de las leyes de secreto bancario que rigen en Suiza y la falta de controles del banco.
Todos estos escándalos llevaron a que la entidad sufriera una fuerte hemorragia en sus depósitos que comenzó en el cuarto trimestre del último año, trepó a más de US$ 100.000 millones y “se estabilizó, pero aún no se revirtió” desde entonces, según el reporte anual.
Según analistas, un eventual colapso del banco suizo sería más grave que el del SVB, al tener una hoja de balances mucho más grande y mayores interconexiones en el mundo.