Conviven en el Gobierno dos estados de ánimo disociados: por un lado, un temor ya explícito a que los efectos de su hiperajuste sean percibidos como una declaración de guerra por la sociedad en general y, en particular, por los sectores medios y de trabajadores que votaron a Javier Milei; por el otro, la satisfacción por un rally financiero que no amaina y se traduce en subas del peso, las acciones y los títulos de la deuda pública.
Puestos a elegir, el Presidente y Luis Toto Caputo –ahora más empoderado– prefieren con la mitad llena del vaso y comunican en sus entornos que el voto cotidiano de los inversores ratifica el acierto del rumbo, esto es la motosierra y, mientras la inflación los ayude –sí, la inflación es funcional al plan–, la licuadora.
Sin embargo, una inquietud se les ha instalado en el cuerpo…
Hablar de un riesgo soberano de 1.200 puntos básicos es hacerlo de 12 puntos porcentuales por encima de lo que rinde la deuda del Tesoro de los Estados Unidos. Se trata todavía de un número demasiado alto como para que la Argentina recupere acceso al crédito voluntario –más de un 15% anual en dólares–, pero Milei y Caputo presienten que ese momento se acerca. Eso les serviría no sólo para refinanciar futuros vencimientos de deuda, sino también para conseguir las divisas que imaginan como la llave para la apertura del cepo y alguna forma de dolarización de la economía.
La necesidad de encontrar billetes verdes causa cierta desesperación, al punto que Milei se lanzó, en línea con lo anticipado este lunes por Letra P, a hablar con su simpatizante Alejandro Fantino de un amplísimo blanqueo de dinero que chocaría con todas las normas internacionales contra el lavado de capitales de origen ilícito y con uno de los ítems más sensibles en la relación de Estados Unidos con la región. Peligroso.
Ambos protagonistas decodifican el principal mensaje del mercado: más allá de cualquier exceso, lo que deben hacer es no aflojar con el ajuste.
Toto Caputo y la guerra a la clase media
Si se hace el repaso de los sectores damnificados por el Caputazo, se llega a la conclusión de que el gobierno de ultraderecha prácticamente le ha declarado la guerra a toda la Argentina. Como las consecuencias políticas de eso preocupan, el ministro de Economía colocó la culpa de las hostilidades en otro lado y salió en defensa de la clase media. Una defensa apenas retórica ya que en verdad no hace más que devastarla cada día.
Con la venia del jefe de Estado, el funcionario volvió a poner en la mira a los ocho empresarios oligopólicos de la medicina prepaga.
La verdad es más cruel que la presentada por Caputo. Esos hombres encontraron la manera de hacer negocios mucho más fácilmente gracias a la amplísima desregulación del decreto sin necesidad ni urgencia 70/2023, que, entre otras cosas, derogó las normas que facultaban a la Superintendencia de Servicios de Salud a velar por "la razonabilidad de las cuotas de los planes prestacionales". ¿Quién, en definitiva, declaró esa guerra?
Caputo quiere hacer creer que les habló con el corazón y recibió una respuesta desde el bolsillo. Por eso ahora promete "hacer todo lo que esté a nuestro alcance" para terminar con esa agresión injusta, aunque no aclara cómo lo hará después de haber bajado las banderas legales y entregado las armas regulatorias.
Los empresarios, aludidos ya dos veces, recogieron el guante y pidieron audiencia para explicarle al ministro que el estropicio es perfectamente razonable. Es más, cabría suponer que su principal vocero público, el ceo de Swiss Medical Group, Claudio Belocopitt, le reiterará su idea de que "esto no es como la papa, que la consume el 100%; es un producto destinado al segmento más acomodado de la población".
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Prepagas: Claudio Belocopitt, titular de Swiss Medical y presidente de la Unión Argentina de Entidades de Salud.
¿Habrá algún módico "pacto de caballeros", pura buena voluntad, que le lime algún puntito en lo inmediato a incrementos que, con hasta 165% en apenas un trimestre, ya superaron hace rato la calificación de escandalosos? Es probable. Dado el camino que condujo a este estado de cosas, pareciera que Caputo, más que convertirse en un improbable defensor de la clase media, sigue archivando el vademécum del laissez-faire para persuadir a los formadores de precios de que alineen sus remarcaciones con su objetivo de un IPC menor al 10%.
El extrader dijo que la inflación del mes pasado rondó el 10%. Las proyecciones de analistas recopiladas por el Banco Central, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), son algo más conservadoras: 12,5% en marzo, 10,8% en abril, 9% en mayo, 8% en junio, 7,8% en julio… si el dólar, que está en proceso de atraso, no requiriera un retoque.
Hay apuro en el Palacio de Hacienda: si la escalerita descendente del IPC se entretuviera, como sugeriría el REM, en un descanso demasiado ancho para la paciencia de una sociedad agotada, buena parte de la narrativa oficial podría entrar en crisis.
Gente de palabra
Lo que en algunos análisis se presenta como un giro pragmático del Gobierno, no es tal cosa. Cualquier concesión en el hiperajuste será solamente táctica y hay que tomarse en serio a Milei cuando dice que el apretón fiscal que aplica, desmesurado e injusto como es, "no se negocia".
Así, mientras el ministro de Economía les pide una tregua a las prepagas, el aumento de las tarifas de luz en el área metropolitana para el 30% de las familias de mayor poder adquisitivo, las industrias y los comercios se aplicó desde el 1 de febrero y no desde el viernes 16 como había anunciado el ENRE. ¡Sorpresa!
La pulseada con los sindicatos
El sindicato de Camioneros decidiría este jueves medidas de fuerza en caso de que la Secretaría de Trabajo no homologara la recomposición salarial del 25% para marzo y del 20% para abril firmada con las cámaras.
Mientras, la Unión Tranviarios Automotor (UTA) abrió un compás de espera hasta este miércoles para ver si las empresas y el Gobierno se ponen de acuerdo sobre dónde está la plata que debería transformarse en una mejora de 250.000 pesos pactada con los choferes para febrero. Si no se aclarara el punto, ese día podría haber trabajo a reglamento y los colectivos circularían con una lentitud exasperante.
Por último, la Unión Ferroviaria denunció un centenar de despidos en el área de infraestructura.
Tal vez haya que avisarle al ministro de Economía que esos sectores forman parte de la clase media trabajadora que dice defender.
Todos avisados
Letra P advirtió este lunes sobre dos definiciones de Milei: "el poder es un juego de suma cero", dijo, a la vez que lanzó referencias a "los enemigos". En su diálogo con Fantino reforzó esa línea.
Indicó que no le importa lo que pase con el proyecto ómnibus ni con el Pacto de Mayo. Que los gobernadores y los legisladores "hagan lo que quieran", desafió. "¡No me importa! Si quieren confrontar, va a haber confrontación", añadió.
Entre la paz del mercado y la guerra con la sociedad, el Gobierno se desliza por un camino delicado. ¿Qué pasará cuando –es inevitable– no le alcance con patear la pelota a la tribuna del empresariado al que habilitó a hacer lo que quiera y el humor social le devuelva gestos torvos?
La concepción de la política como algo dirimido entre enemigos y naturalmente ajeno a la negociación y la cooperación puede ser un camino sin escalas al autoritarismo. Más cuando se declaran guerras.