LESA HUMANIDAD

Eduardo Wado de Pedro y las marcas del presidenciable

Secuestrado y apropiado, debió esperar 45 años para saber qué pasó con el cuerpo de su madre. La historia del horror. La generación diezmada, por encima del discurso.

Desde su niñez, la vida de Eduardo Wado de Pedro estuvo atravesada por la crueldad de la dictadura militar y, aunque en su única declaración ante la justicia en una causa por crímenes de lesa humanidad hace diez años dijo que "siempre" supo por qué sus padres no habían podido criarlo y verlo crecer, su incorporación a la agrupación H.I.J.O.S. a mediados de los 90 lo motivó a reconstruir el camino del operativo en el que su madre fue asesinada. Desde entonces, el ministro del Interior se enteró que Lucila Révora fue rodeada y baleada en una casa de Floresta, y luego trasladada al centro clandestino Olimpo.

En ese punto se cortaba el hilo de la historia. Allí, en el piso de la enfermería de ese campo de concentración, se desvanecía el destino de los restos de su madre; pero algo pasó hace algunas semanas, cuando un gendarme retirado reveló en juicio un dato que el presidenciable del Frente de Todos desconocía: su madre, embarazada de 8 meses y medio, asesinada el 11 de octubre de 1978, había sido incinerada adentro de un tacho de aceite por la patota del Olimpo.

El terrorismo de Estado alteró para siempre la vida de De Pedro porque no solo le quitó a sus padres: él estaba presente cuando los agentes de la represión ultimaron a su madre, también fue secuestrado y apropiado durante algunos meses. Todo ese horror es la razón de la disfluencia en el hablar con la que convive, y por la que recibe ataques sistemáticos.

Tras la nulidad de las leyes de impunidad, De Pedro decidió presentarse como querellante en la causa que, años después, comenzó a juzgar a genocidas del Ejército, la Policía Federal y la Gendarmería por crímenes de lesa humanidad. “¿Por qué tengo que soportar que unos tipos maten a mi madre al lado mío y no hacer nada”, se preguntó al cierre de su testimonio ante el Tribunal Oral Federal número 2 durante el invierno de 2010. Aquel fue el primero de varios juicios que trataron la Masacre de la calle Belén, que condenaron a genocidas por el homicidio de Révora y la sustracción y ocultamiento de su hijo. En curso permanece el segundo, en cuyo marco surgió la nueva pieza en la historia.

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Un gendarme testigo

“A Lucila Révora la quemaron allí en el Olimpo, en un tacho de 200 litros, esos tachos de combustible, tambores grandes. Le pusieron una cubierta, gasoil, y la quemaron ahí adentro, estaba embarazada”. La declaración pertenece a Omar Eduardo Torres, gendarme retirado que entre julio de 1978 y enero de 1979 hizo guardias internas y externas en Olimpo, el centro clandestino que la Inteligencia del Ejército y la Policía Federal montaron en un galpón que la fuerza de seguridad tenía en Ramón L. Falcón y Lacarra, en el barrio porteño de Floresta.

UN TESTIGO CONTÓ CÓMO DESAPARECIERON A LA MAMÁ DE WADO DE PEDRO

Torres contó esto por primera vez hace tres semanas, el pasado 17 de mayo, convocado como testigo por la Fiscalía, las querellas y algunas defensas en el quinto juicio que se lleva a cabo por los crímenes del circuito represivo ABO, que hiló a los centros clandestinos Club Atlético, Banco y Olimpo. Su testimonio fue transmitido a través de los medios La Retaguardia y radio Presente.

El gendarme declaró durante más de dos horas, e involucró a varios de los acusados en el debate; todos vinculados con el Destacamento Móvil de Gendarmería 1 que tenía asiento en Campo de Mayo y que el efectivo integró. Si bien sus aportes al proceso de memoria, verdad y justicia datan desde el fin de la dictadura –denunció lo que vio ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep y fue testigo en el Juicio a las Juntas–, nunca antes había narrado lo que vio la noche del 12 de octubre. Fuentes vinculadas al expediente remarcaron que el dato de la incineración se desconocía. De Pedro, especialmente, no estaba al tanto de esa información.

¿Cómo fue que usted tomó conocimiento de estas circunstancias?, le preguntó el presidente de tribunal Jorge Gorini, y Torres respondió: "Casualmente estaba de guardia ahí. Todos los que estaban en esa guardia lo han visto".

Durante 2010, en el mismo juicio en el que declaró De Pedro, un sobreviviente de Olimpo habló de la incineración del cuerpo de un integrante de la pareja Révora y Carlos Fassano, asesinado también en el operativo de la calle Belén, pero no pudo precisar quién. Fue Mario Villani, reconstructor de las vejaciones que él mismo sufrió en el circuito ABO, quien declaró que “a uno de los dos lo quemaron en los tachos de aceite”, y aseguró: “El olor todavía lo siente”. Esa afirmación fue citada por el tribunal en aquella sentencia.

Una madre protectora

Eduardo de Pedro nació el 11 de noviembre de 1976, cuando sus padres ya se movían en la clandestinidad como integrantes de Montoneros. Vivían en la Ciudad de Buenos Aires. A Enrique de Pedro, trabajador judicial hasta mayo de aquel año, una patota de la dictadura lo emboscó en el barrio de Constitución en abril de 1977. “Enfrentó a ocho tipos”, testimonió el actual funcionario. Lo mataron, pero llamativamente -era excepcional que así ocurriese- su familia logró recuperar el cuerpo. Révora continuó militando y formó pareja con Fassano, otro militante de Montoneros. La pareja se instaló con Wado bebito en una casa al fondo en la calle Belén 335, del barrio de Floresta. Compartían techo y militancia con María del Carmen Artero.

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En esa casa, a primeras horas de la tarde el 11 de octubre de 1978, irrumpió un grupo de tareas integrado por efectivos del Ejército, la Policía Federal y Gendarmería, que acribilló a balazos a la pareja. El pasado 24 de marzo, durante una entrevista con un grupo de estudiantes, De Pedro contó cómo su madre lo protegió. “Me salvé de las balas por el cuerpo de ella. Ella me refugia en la bañadera y se pone encima”, detalló.

Tanto el cuerpo de Fassano como el de Révora, herida o asesinada, eso no pudo corroborarse, fueron llevados al Olimpo. De Pedro fue dejado al cuidado de un vecino; pero esa misma noche, una patota lo fue a buscar y se lo llevó. Torres también confirmó eso en su testimonial, al mencionar que vio a un niño en el centro clandestino de Floresta que “lloraba desconsoladamente, gritaba, no había forma de pararlo”. El gendarme también dijo que después se enteró de que ese niño era "el hijo que se había salvado en el enfrentamiento ese” de la calle Belén, pero lo describió como un niño de entre 4 y 5 años; por lo que no coincide con el ministro, que al momento del ataque tenía menos de dos años. Los hermanos de Révora supieron del operativo y empezaron a buscar a su sobrino, a quien hallaron en enero de 1979. Hasta entonces, Wado estuvo apropiado.

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