Se elegirá al presidente que gobernará por los próximos cinco años –en el país vecino no hay reelección inmediata– y la totalidad de la Cámara de Diputados –99 miembros– y del Senado –30–.
Además, se definirá un referendo sobre un proyecto sindical de reforma de la seguridad social que establece la edad de jubilación en los 60 años, eleva la pensión básica hasta el nivel del salario mínimo y elimina los fondos de pensión privados. La iniciativa es tan ambiciosa que ha metido en un brete al Frente Amplio, cuyo candidato, el mujiquista Yamandú Orsi, ha tomado distancia para no enajenarse votos centristas.
Como cualquier elección en todo tiempo y lugar, el clivaje que se dirimirá será el de continuidad o cambio, después de casi un lustro de gestión del conservador Luis Lacalle Pou (Partido Nacional, Blanco).
La economía mantiene una marcha satisfactoria. Las principales consultoras privadas creen que el año terminará con un crecimiento del 3,3%, el que se reduciría al 2,5% el que viene y en 2026. En tanto, la inflación superaría levemente el 5% anual.
El contraste con la Argentina siempre caótica es grande, pero las limitadas perspectivas de crecimiento actualizan un problema que no depende mayormente de que gestionen izquierdas o derechas: el desarrollo, dado por incrementos más robustos del PBI y mayores inversiones en bienestar y capital social, es una asignatura siempre pendiente para América Latina.
¿Será que existe una agenda por fuera de las grietas?
Dos vueltas, dos escenarios
Once candidatos competirán el domingo. Según dos de los sondeos más seguidos, los de Factum y Cifra, Yamandú Orsi encabeza las intenciones de voto con 44% contra 24% del lacallista (blanco) Álvaro Delgado. Más atrás, pero en crecimiento, se ubica Andrés Ojeda, del Partido Colorado, con 17 y 14%, respectivamente.
El último estudio difundido, de CB Consultora, muestra un panorama algo diferente que surge de la proyección de los respectivos techos electorales: 49,5% para Orsi, 37,4% para Ojeda, que salta en ese ítem al crucial segundo puesto, y 36,3% para Delgado.
Dado que los postulantes blanco y colorado recrearían en un segundo turno la Coalición Multicolor que hace cinco años le dio la victoria a Lacalle Pou –suma, además, a otros pequeños partidos de derecha–, surge claramente la necesidad de Orsi de forzar sus chances para imponerse ahora mismo.
Los mapas que trazan los sondeos indican un favoritismo de unos cinco puntos porcentuales para la alianza de derecha en un eventual ballotage.
Quién es quién
Orsi tiene 57 años, es profesor de Historia y fue intendente del Departamento de Canelones. Milita en el Movimiento de Participación Popular (MPP, ex-Tupamaros) y, como tal, recoge el respaldo activo de Pepe Mujica, quien, enfermo, salió a emitir una serie de sentidos respaldos que duelen como una despedida anticipada. "Soy un, anciano que se va. Hay que trabajar por la esperanza. Les doy mi corazón. Tengo que dar gracias a la vida porque cuando estos brazos se vayan, habrá miles de brazos sustituyéndome", dijo días atrás.
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Orsi se define como un hombre "de izquierda", pero plantea que esta corriente debe ser "moderna" y dialoguista, es decir moderada. Causó una polémica dentro del FA al señalar que el chavismo es hoy "una dictadura" y, fuera de él, con la definición de que "en el mundo debe haber pocas cosas tan parecidas como un argentino y un uruguayo (…). Los uruguayos somos argentinos sin la intensidad". La derecha se indignó.
Delgado, en tanto, es el delfín de Lacalle Pou, en cuyo gobierno fue secretario –ministro– de Presidencia. "Reelegí un buen gobierno" es su eslogan.
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Álvaro Delgado, el candidato del presidente Luis Lacalle Pou.
Tiene 55 años, es veterinario e hizo carrera como diputado y senador. Es el postulante de la continuidad, lo que no lo privó de dar un paso más a la derecha y, en una actividad que hizo de este lado del charco, aludir a una afinidad programática con Milei.
Consultado sobre la eterna aspiración uruguaya de abrir más el Mercosur, rompiéndolo como unión aduanera y reconvirtiéndolo en una simple zona de libre comercio entre muchas otras, dijo que "la idea (la) compartimos con el Gobierno argentino, particularmente con la decisión del presidente Milei, a quien mucho agradecemos, porque me parece que vamos en la misma sintonía", aseguró.
Sin embargo, el más filomileísta –ma non troppo– es el colorado Ojeda, un abogado de 40 años que, pese a ser un político en toda la regla, se ampara en su falta de recorrido para presentarse como algo parecido a un outsider, representante de una "nueva política".
Igual que Delgado campeón del libre comercio, pone el foco en la seguridad en clave de mano dura y, si bien señala la existencia de "puntos en común" con el presidente argentino, difiere al defender la idea de que el Estado debe estar "cerca de los que menos tienen".
Es, en definitiva, un conservador más bien tradicional, aunque se perfuma como la ultraderecha argentina en el uso de las redes sociales, en cierto desprecio por la política territorial tradicional, en su forma de comunicar y en la manera poco ortodoxa en la que elige mostrarse, por ejemplo, haciendo musculación.
Embed - Andrés Ojeda. El Nuevo Presidente
Modelos en disputa
Por debajo de la superficie de los estilos personales, los números macro y las pujas de modelos, las personas buscan vivir mejor.
El poder adquisitivo de los salarios es un problema en un país caro en dólares y el desempleo, si bien se ha reducido recientemente, sigue ubicado por encima del 8%.
Asimismo, el generoso sistema tributario oriental, que atrae tanto a argentinos como Marcos Galperin y Susana Giménez– es crecientemente visto como injusto y limitante de inversiones sociales necesarias, especialmente para reducir más velozmente la pobreza y mejorar el acceso a la vivienda.
Todas estas cuestiones son abordadas por el programa de gobierno de Orsi, de tono progresista y tendiente al eje del cambio en relación con lo hecho por Lacalle Pou.
En otro orden, la seguridad se ha deteriorado en el país en los últimos años de la mano de la expansión de mafias vinculadas al narcotráfico, lo que ha alejado a Uruguay de la imagen bucólica que tradicionalmente se le ha atribuido.
La tasa de homicidios en el país hermano empeoró en un tercio en una década y el año pasado cerró en 11,2 cada 100.000 habitantes. El 55% de los asesinatos se concentra en Montevideo, lo que empeora la percepción social y mediática del fenómeno.
Como comparación, en 2023, esa tasa en Argentina fue de 4,4% cada 100 mil habitantes…
Según una encuesta realizada en junio por Cifra, la inseguridad es el principal problema del país, señalado nada menos que por el 47% de los consultados.
Mientras, en Estados Unidos…
La campaña en Estados Unidos entra en su fase final, con Kamala Harris algo desinflada tras el empuje inicial que le significó la novedad de reemplazar a Joe Biden.
El promedio de encuestas que realiza el sitio Real Clear Politics –un ejercicio técnicamente problemático, pero ilustrativo– indica que la demócrata viene en leve baja y que Donald Trump crece.
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Donald Trump y Kamala Harris, palo y palo en Estados Unidos.
Sin embargo, lo más importante es que el empate técnico en que se encuentran ambos en intención de voto popular es, a priori, favorable al republicano, dada la distribución más eficiente de sus sufragios en un sistema electoral indirecto, con Colegio Electoral.
Lo que ocurra se definirá en siete swing states –estados oscilantes–, a saber: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin. En varios de ellos, nuevamente, Trump viene en alza, pero en carreras tan apretadas que nada puede darse por descontado.
Harris salió a jugar su mejor carta: mostrar a Barack Obama. Trump, por su parte, no ahorra sus guiños de siempre y hasta promete la abolición del impuesto a los ingresos.
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Javier Milei juega un pleno a Donald Trump.
El sueño de Javier Milei: Argentina ya se parece a Estados Unidos
La campaña es dura. Tanto, que aún está fresco el atentado que el republicano sufrió en julio, al que sobrevivió de milagro. Por eso y por una grieta al menos tan intensa y persistente como la argentina, no sorprende que el tono del debate se esté haciendo demasiado sostenido.
"Desquiciado", "inestable" y "fascista", le dice ella a él; "estúpida", "vaga" y hasta "mierda", le dice él a ella. Ese tono y hasta los señalamientos de insanía, no llamativamente, no solo no afectan al magnate, sino que parecen fortalecerlo. En definitiva, se debate en su terreno predilecto: la pelea en el barro.
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Agresiones, exabruptos, acusaciones de fascismo... Cualquier parecido con la Argentina de Javier Milei no es coincidencia.
Con Trump en la Casa Blanca, Milei soñaría con más argumentos con que el FMI le arrimara los dólares que apurarían el desarme del cepo, algo que, viene de afirmar, haría mañana mismo si le dieran la plata.
Por lo pronto, el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) removió un posible obstáculo al avalar las acciones argentinas contra el lavado de dinero, lo que evitó que el país cayera en su "lista gris".