"Queremos que nos reciba de una vez por todas". Sabrina, empleada doméstica, madre de cuatro nenas, responsable de un comedor en el que reciben alimento de supervivencia cada vez más personas desesperadas como ella, no reclama la atención del Presidente ni del ministro de Desarrollo Social, sino la del jefe de la cartera de Economía. Más que un superministro, Sergio Massa es, en la nueva anormalidad que el domingo describió Gabriela Pepe, el primer ministro del gobierno del mutante Frente de Todos.
Como corazón político de la Nación desde las afiebradas jornadas revolucionarias de mayo de 1810 -pasando por el Octubre peronista de 1945-, la Plaza de Mayo es la tribuna que usan las clases populares para celebrar gobiernos afines y para protestar contra los que no las expresan o, directamente, los que gobiernan en contra de sus intereses. Por eso, antes que nada, el campamento piquetero que se inició en la noche del miércoles y comenzaba a levantarse mientras se escribían estas líneas es el síntoma de un peronismo extraviado que, más allá de los rasgos políticos de las organizaciones que encabezan la protesta, ligadas a la izquierda, no logra contener a una franja de la población que sobrevive en estado de desesperación.
Es, además, la foto descarnada de una vigilia angustiosa: en la tarde de este jueves, el INDEC difundirá el índice de inflación de julio, que volará hasta rozar el estratosférico 8% -Massa usará el descontrol de los precios para apretar el torniquete sobre el gasto, como explicó Letra P-. El misil caerá sobre esas clases desesperadas pero, también, como denunció desde adentro Cristina Fernández de Kirchner, la mismísima madre de la criatura descarriada, sobre hombres y mujeres con empleo formal. "Hay trabajadores en relación de dependencia pobres, algo que no había pasado nunca en la Argentina", dijo la vicepresidenta en Chaco, en mayo, cuando hablaba.
En términos políticos, el campamento piquetero fue la consecuencia de un fenómeno nuevo: un ministro de Economía tan empoderado -a la vez, un presidente tan desempoderado, aunque la Casa Rosada le arme una gira de buenas noticias casi diarias para mostrarlo al mando- que concentra reclamos que, en un escenario más normal, impactarían en el jefe del Estado o en el ministro específico, en este caso, como se dijo, en el de Desarrollo Social. Flashback a Domingo Cavallo puchereando frente a Norma Plá.
El propio Massa se compró el problema. Como ministro plenipotenciario -como una suerte de primer ministro-, les dio a las políticas sociales uno de los títulos que conformaron el plan que presentó la semana pasada. Ese programa incluyó un "reordenamiento de los planes sociales durante los próximos 12 meses a partir de tres ejes: vuelta al mercado de trabajo, fortalecimiento de cooperativas y protección en caso de situaciones de vulnerabilidad" y una "auditoría de las universidades". Esa noche, Massa advirtió que "quienes no cumplan" las nuevas condiciones para el acceso a la asistencia, "recibirán la suspensión del plan".
La consecuencia fue la masiva protesta callejera de este miércoles/jueves, que tuvo como protagonista al flamante primer ministro. Desde temprano, las organizaciones nucleadas en la Unidad Piquetera marcharon hacia la Plaza de Mayo para exigir una reunión con el hincha de Tigre. Por la tarde, las cabezas de la manifestación fueron recibidas en el Palacio de Hacienda, pero no por Massa, como pretendían, sino por un funcionario de cuarta línea que conduce la Dirección de Asuntos Institucionales del superministerio. El nombre del anfitrión importa poco: no es nadie. "La respuesta del Ministerio de Economía fue cero", denunció el líder del Polo Obrero, Eduardo Belliboni, un rato antes de montar las carpas en la Plaza, más frente al edificio donde trabaja Massa que frente a la Casa Rosada.
PD: Por la mañana del jueves, a pesar de que la respuesta seguía siendo cero, la marea piquetera levantaba campamento. Al cierre de esta nota, pasadas las 11, Belliboni seguía ahí: con una noche de mucho frío y poco sueño encima, atendía la preocupación de los canales de noticias sobre lo sucia que había quedado la Plaza. Como el peronismo, hay un periodismo que también está extraviado.
PD 2: El 14 de julio pasado, Letra P publicó un a producción especial sobre la crisis social en el conurbano bonaerense, una olla a presión. Datos, testimonios, entrevistas y análisis en un completísimo informe disponible en este link.