JOSÉ BONACCI

El mercader de los sellos electorales

Alquila su partido a candidatos sin estructura o perjudicados por la rosca. De candidato a presidente a auxilio de Espert y Amalia Granata.

José Bonacci le saca jugo a los cierres de listas de las elecciones. Mientras todos están agitados en la rosca para abrochar algún lugar, él mira desde afuera, en silencio y con su sello de goma en la mano. Paciente y atento, sabe dar el zarpazo justo y ofrecer su partido Unite a aquellos emergentes o dirigentes desesperados por haberse quedado afuera de la repartija, o que están en conflicto y cegados por competir. José Luis Espert, Alejandro Biondini Amalia Granata fueron a comer a su mano.   

 

La oferta de la estructura electoral siempre está a disposición para quien lo requiera y lo ha convertido en un comodín a nivel nacional en los últimos años. Hay, detrás, un negocio al recibir aportes del Estado provincial por voto obtenido bajo la reglamentación de sostenimiento de partidos políticos y formación de dirigentes. Él lo niega.

 

La cuestión parece ser ampliar la cantidad de listas para usufructuar el beneficio como titular del partido, más allá de algún acuerdo obligado entre partes. Este año, solo en Rosario hay ocho listas para el Concejo municipal con 170 precandidaturas entre titulares y suplentes y se duplica en toda la provincia. Además le alquila el partido a la mediática Cinthia Fernández y a la boxeadora Alejandra "Locomotora" Olivera para la categoría Diputados, y al ex futbolista, Alberto "Conejo" Tarantini, para competir como concejal en Ezeiza. 

 

En contacto con Letra P, Bonacci afirmó que desde el año 2015 rechaza ser beneficiario del Fondo Partidario Permanente. “Para que no hablen al pedo los aventureros de la política”, simplifica. Entonces, ¿es altruismo, amor a la democracia o una jugada que no se ve a simple vista? Según el mercader rosarino, hay una necesidad personal de contribuir a darle un “shock al sistema político tradicional”. 

 

“Soy un outsider que quiere hacer entrar en crisis al sistema y que se genere un cambio con nuevas estructuras y una nueva clase política. Nuestra democracia es tarada. Suena raro pero es todo legal”, explica en un discurso al límite, plagado de líneas teóricas ancladas en la Historia y de tono pretencioso. En palabras simples, dice que “facilita el acceso de gente común para romper el status quo”.

 

Esa “gente común” conforma un abanico muy amplio. En 2019 tuvo dos estrellas en su cartera. La primera es Amalia Granata, que encabezó la lista de los pañuelos celestes en Santa Fe con un armado evangélico y ultracatólico y obtuvo seis bancas en la Cámara de Diputados provincial.

 

Casi 300 mil votos que dice no haber ido a cobrar a la caja provincial, aunque desde el espacio antiaborto, Walter Ghione, diputado electo y armador del espacio, dijo que no la compartió. En 2019 se sentó a negociar con el filonazi Alejandro Biondini la candidatura presidencial a través del Frente Patriota. 

 

En las elecciones presidenciales es cuando más rédito puede obtener este mecanismo de alquiler de su partido, ya que Nación aporta una buena suma para la impresión de las boletas. En Santa Fe no existe esto porque la boleta única la imprime el Estado justamente para evitar maniobras.

 

En sus garras también cayó el libertario Espert. Fue la rueda de auxilio del candidato que más electorado compartía con el gobierno de Mauricio Macri y que sufrió una jugada oficialista que le hizo perder el espacio por donde iba a competir. Las proyecciones le daban un 6% de intención de votos, pero finalmente arañó el 1,5% en las PASO. Un fiasco para todos los interesados. 

 

El burócrata

Bonacci es una figura para analizar más allá de su faena electoral. Se autodefine como "nacionalista y peronista de los de antes", con base en el justicialismo y luego en el Modín, el partido fundado por Aldo Rico que presidía en Santa Fe, y hasta coquetea con el libertarismo de Javier Milei. En la portada de su cuenta de Twitter tiene una foto con los rostros de Juan Manuel de Rosas, Perón y San Martín. Entre tantas terminales, no escapa del mote de ser peronista de derecha.

 

“No soy un buen político, soy un buen burócrata”, se define cada vez que se le pregunta por su perfil. La primera jugada que se le recuerda es cuando en 2001 presentó varios sublemas yendo en todos él mismo como candidato y por ende terminó siendo electo concejal hasta el 2005. “Era ridícula la ley de lemas y la usamos en favor de los militantes”, afirmó. En sus justificaciones parece pretender martirizarse. 

 

Por momentos suena a buscavidas. “Tengo la tarjeta en rojo, qué negocio voy a tener”, confiesa. Tenía un cafetín en la zona de la terminal de Rosario que se llamaba Pan y salchicha, nombre para ridiculizar a un paquete bar del centro rosarino llamado Pan y Manteca; tiene licencias de radio, y una empresa de remises ejecutivos en Rosario. Le gusta que le den el pie para definirse y dar frases grandilocuentes. Hay una que elige y lo acompaña: “Me burlo de las leyes que no son buenas”.

 

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