“¿Vos sabés lo que era acompañar a Miguel (Lifschitz)?”, azuza Clara García en un alto de la campaña que lidera. No la mueve la melancolía y la angustia, lo hace – en cambio - para ponderar la “voluntad férrea” que una persona requiere para encabezar una candidatura nacional. No siente el peso del nuevo traje – dice -, porque tiene el “oficio” de años, de una dirigente de trayectoria. En otro tiempo le tocó ser funcionaria, asesora y también compañera, y nunca perdió el training ni el know how que demanda la tarea.
Letra P acompañó a la socialista a lo largo de una extensa jornada de martes. A la candidata le toca Rosario, mientras prepara el viaje del día siguiente a Rafaela y la segunda visita de la semana a Buenos Aires para hacer medios nacionales. Rubén, exchofer de Hermes Binner, la guía por los caminos.
Temprano, casi en el amanecer, le concede una entrevista en el piso a una radio popular de la ciudad. Regresa al auto, y antes de llegar a la próxima parada, se sumerge en una de sus obsesiones: no dejar mensaje sin responder hasta que el marcador de chats de WhatsApp quede en cero. En el medio, resuelve un temita del home banking de un familiar y saluda a “Seba” en su cumpleaños. De paso, regaña por impuntual a Facundo, uno de sus colaboradores más estrechos.
Para llegar a Bambi, una fábrica de heladeras y freezers, Rubén agarra por Circunvalación y le permite a García chequear la estética de los columneros de campaña del Frente Amplio Progresista. Los aprueba, pero pide revisar las lonas ruteras “muy poco visibles”, como la montada en la ruta 19.
El despliegue no es menor, más aún cuando le toca enfrentar a dos tanques nacionales como el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Hay publicidad en vía pública de la socialista en todos los barrios de Rosario. Es que la necesidad de instalarla como candidata en un corto lapso de tiempo aprieta y apura. “Hicimos una campaña de presidenta de la ONU, no de senadora”, se ríe García.
En la puerta de la industria la esperan la candidata a diputada Mónica Fein y la candidata a concejala Verónica Irizar. Visitar Bambi es casi una cábala para el socialismo rosarino. Desde Binner para acá, todos y todas las candidatas la recorrieron. García, por las dudas, no iba a romper el amuleto. El trío se entera allí que los motores de heladeras se importan desde China. “Por eso es vital entender la importancia de la hidrovía en esta zona”, asocia la exintendenta de Rosario.
Además de su secretario de prensa, a la candidata la acompañan un fotógrafo, camarógrafo y una contenidista digital. Ella se mueve junto al primero y el resto lo hace en otro vehículo. De regreso al Chrevrolet, García vuelve a la obsesión y se encarga de enviarle un saludo a una radio de Soledad, un pueblo de no más de 2 mil habitantes. Recuerda al detalle extremo una visita en la que acompañó a Lifschitz.
“Rubén, meté la quinta”, pide Clara. No le gusta llegar tarde y la espera, en una sede céntrica, el rector de la Universidad Nacional de Rosario, Franco Bartolacci. Revisa su maquillaje mientras en la esquina del edificio la espera un nutrido grupo de militantes del MNR, la agrupación socialista de la Universidad. Unas cien personas, entre estudiantes y autoridades, le escuchan sus propuestas en educación.
No le sobra el tiempo entre el fin de una actividad y el inicio de otra, pero se permite un almuerzo al paso, en el bar de la Universidad. Ordena una tarta de calabaza y espinaca, prueba dos bocados y le pide a Facundo que se la envuelva para comerla más tarde. La espera la Cámara de Supermercadistas y, otra vez, no quiere llegar tarde. “Coman ustedes que yo voy yendo”.
La secunda nuevamente Irizar, conocedora del palo. Allí recibe más de una demanda, pero una central: baja de impuestos. “Me comprometo a, cualesquiera sean los resultados, seguir viniendo y trabajando”, les devuelve. Graciela, una de las integrantes de la mesa, anuncia en el encuentro que logró enviar un container de mercadería a Nueva York y sorprende, a la vez, cuando revela que importa el 20 por ciento de los productos que utilizar para crear budines. “Nos llevamos mucha tarea”, cierra García, para saludar y subirse otra vez al auto que conduce Rubén. A la noche, ya sin Letra P, la aguarda otro plenario sobre educación y una cena con 30 personas del mundo empresarial.