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Ciencias de una comunicación sin ciencia

La lucha contra el Covid 19 dejó en evidencia la falta de desarrollo del periodismo científico especializado y el reducido lugar que tiene en la agenda central.

El combate del Covid-19 en Argentina expuso la falta de formación de periodistas y, particularmente, las escasas herramientas en el abordaje de temas vinculados con la salud y la ciencia. Es algo que se observa en la recurrencia de los entrevistados, las limitaciones para interpelar a expertos o la ausencia de periodistas especializados y que, sin embargo, no puede cargarse solo a los comunicadores. La creciente precarización de la tarea periodística obliga a asociar este fenómeno con decisiones de los responsables de los medios. El panorama oscurece si se suman a la cuenta casos de irresponsabilidad para tratar prácticas, como la ingesta de dióxido de cloro. Coberturas que chocan con campañas sanitarias y afectan derechos a la información pública. Cuando no hay posibilidad de jerarquizar fuentes y se desafía además la autoridad de las instituciones públicas y privadas de ciencia, toda la sociedad está en problemas.

 

El campo del periodismo científico es relativamente nuevo y suele estar ausente en las etapas formativas. La relación del periodismo con la ciencia no es intuitiva y sus desencuentros son, hoy, notables. El conocimiento científico no retribuye inmediatamente, maneja tiempos que enfrían la pantalla, salvo en momentos cuando las expectativas por una vacuna se vuelven el primer tema de agenda. Para superar estas barreras hay que detenerse en varios puntos. Primero, evitar la idea de alfabetización científica, que reduce todo a las dificultades del público para entender y no enfoca en la utilidad y relevancia de los saberes. Como planteara Carl Sagan, “la ciencia es más que un simple conjunto de conocimientos, es una manera de pensar”. 

 

Valeria Román, Pablo Esteban o Nora Bär son algunos de los periodistas que, junto a la Red Argentina de Periodismo Científico, cubren estos temas en profundidad. Nora es una de las referentes, contrajo el virus y logró recuperarse. Respecto al reciente anuncio de la producción de la vacuna de Oxford y AstraZeneca en el país, escribió: “Fabricar vacunas es una capacidad de la que, en la región, solo disponen Argentina y Brasil, y que exige no solo contar con infraestructura, sino también con el personal capacitado para cumplir con las normas de altísima exigencia que regulan esa actividad”.

 

 

 

Frente al creciente consumo de información no verificada en plataformas digitales y redes sociales, el rol del periodismo asume una importancia mayor para jerarquizar la información y legitimar a determinados actores. Como fuera apuntado en una nota de Letra P, diversos factores políticos, cognitivos y afectivos participan en los modos en que internalizamos percepciones del riesgo sanitario. En este escenario, la consulta permanente a especialistas y otras formas de contar la ciencia podrían mejorar las comunicaciones. Especialistas que, además de serlo, puedan persuadir sobre amenazas y cuidados.

 

Existen casos de profesionales que se dedicaron a explicar y chocaron con puestas periodísticas y hasta recibieron ataques en televisión. Podemos mencionar las embestidas hacia la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, o el infectólogo Pedro Cahn. La actuación de Vizzotti en los reportes diarios del Ministerio de Salud es uno de los puntos fuertes de la comunicación gubernamental, una instancia desaprovechada en los medios. Al frente de la Dirección Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles (DiNaCEI) entre 2007 y 2016, Vizzotti fue una de las responsables de la ampliación del calendario de vacunación gratuita. La trayectoria de Cahn no requiere presentación pero, más allá de estos nombres, lo más preocupante sucede cuando los agravios dañan a las instituciones.

 

 

 

Las competencias estatales en materia de ciencia se localizan en los niveles federal y provincial, aunque es el gobierno nacional quien encabeza, con el Ministerio de Ciencia (MINCYT), el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT). Entre otros organismos gubernamentales nacionales aparecen el INTA orientado a la producción agropecuaria, el INTI a la actividad industrial, y las comisiones de actividades espaciales (CONAE) y de energía atómica (CNEA). Este mapa lógicamente debe extenderse al trabajo en las universidades públicas. La salud por su parte, es una facultad de las provincias, aunque la administración depende del ministerio nacional, quien se encarga de cuestiones de epidemiología, vacunación y controles sanitarios. Entre sus organismos descentralizados encontramos a la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud Carlos Malbrán, institución de referencia internacional para la prevención, control e investigación de patologías, por la que pasaron los premios Nobel Bernardo Houssay y César Milstein.

 

 

 

Las encuestas de percepción pública de la ciencia en el país (2003, 2006, 2012 y 2015) muestran que el reconocimiento de estas entidades es bajo: solo un tercio de la población puede nombrar alguna. Aún así, Argentina se ubica entre los mejores valores de América Latina. En un sentido similar, los científicos han sostenido e incluso incrementado su imagen positiva, y el Estado aparece siempre como el principal agente que debe financiar la ciencia.

 

Una serie de hechos marcaron la recuperación de la iniciativa estatal, ratificada en los dos últimos relevamientos (2012 y 2015): la creación del Ministerio de Ciencia en 2007, el lanzamiento de Tecnópolis en 2011 y la existencia de  señales como Encuentro y TECtv. La situación durante el gobierno de Mauricio Macri, en el cual los ministerios de Ciencia y Salud perdieron su rango, representó un claro retroceso. El desfinanciamiento de organismos estatales y los ataques al CONICET completaron un juego peligroso.

 

En el escenario pandémico, la ciencia y la investigación revalidan su crédito y asumen misiones renovadas. Los medios interesados en colaborar deberían tomar nota de la importancia de estudiar, traducir discursos y acompañar. Para ello, es necesario ampliar la agenda de consultas y echar mano de un interés que hoy resulta difícil encontrar. El periodismo puede volverse una voz autorizada para el debate y la formulación de políticas públicas. Antes, tendría que recuperar su vocación por contar y tender puentes con las audiencias, que conecten con la coyuntura crítica que atravesamos. El camino asoma empedrado si los medios continúan dedicándose a la difusión diaria de números de contagios, sin sumar a ello otros esfuerzos.

 

Buena parte de la principal dirigencia de la UCR de La Pampa: la diputada nacional Marcela Coli, Ricardo Consiglio, el exintendente Francisco Torroba y el senador Daniel Kroneberger.

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