Los encuadres del riesgo

 

La explosión de las redes sociales y su relevancia como objeto de estudio ponen en el centro de la atención la creciente polarización política en la mayoría de las sociedades del mundo. El estallido de la pandemia renueva esa preocupación y la combina con las ¿nuevas? formas de producción y circulación de sentidos públicos. Los términos “infoxicación” e “infodemia” evidencian, además, que la aceptación de determinados discursos requiere de más de una plataforma y de distintos tipos de actores para garantizar su difusión. 

 

El tipo de polarización que creció de manera exponencial en las últimas décadas es la denominada “polarización afectiva”, entendida como la distancia afectiva que declaran los votantes de distintos partidos al observar un mensaje político, aun cuando muestren una tendencia a la moderación en su percepción de las políticas públicas. Aquello que los enoja, los entusiasma o los entristece incide fuertemente en sus reacciones frente los mensajes y da forma a nuestra interpretación de la realidad social, en general, y nuestra percepción del riesgo, en particular. 

 

 

 

Nuestro alineamiento o distanciamiento político no resulta de una comprensión racional y exhaustiva de un evento determinado. Los mensajes —interpretados con mayor o menor claridad afectiva— tienen un gran potencial para construir identidades y hacer política. En este punto, las identidades partidarias, motores poderosos del pensamiento político, pueden ser tan importantes como el racismo, en la medida en que exceden las preferencias políticas e intervienen en decisiones que van desde casamientos hasta evaluaciones científicas. 

 

En el actual escenario argentino, la respuesta ciudadana a la política de distanciamiento social comienza a activar una polarización que parecía puesta en suspenso, apenas dos meses atrás. Por entonces, el consumo de noticias y nuestras búsquedas en la red amplificaban el aplauso cerrado a una curva argentina aplanada, en comparación con otros países. El aumento de los contagios y el recrudecimiento de la crisis socioeconómica reavivaron la dicotomía entre salud y economía que, con una visibilidad mediática inusitada, penetra las charlas hogareñas y los debates remotos. 

 

La polarización en Argentina no ha alcanzado los niveles de Brasil o Estados Unidos. No obstante, los votantes alineados con el Gobierno advierten mayores riesgos sanitarios y menores riesgos laborales que los votantes opositores.

Construidos alrededor de controversias irreconciliables, los discursos políticos y mediáticos no solo nos instan a expresar qué tan dispuestos estamos a aceptar riesgos sino que demandan de nosotros un acto de alineamiento político. Esta competencia temática nos invita a preguntarnos en qué medida los argentinos internalizamos percepciones de riesgo sanitario e inseguridad laboral, conducidos por nuestras identidades políticas. 

 

La Universidad de Maryland, el Banco Interamericanode Desarrollo y el ICEP de la Universidad Nacional de Quilmes realizaron una serie de encuestas que miden la percepción de riesgo sanitario y laboral en distintos países. La polarización en Argentina no ha alcanzado los niveles de Brasil o Estados Unidos. No obstante, los votantes alineados con el Gobierno advierten mayores riesgos sanitarios y menores riesgos laborales que los votantes opositores.

 

Estas impresionesse alinean con los discursos de líderes políticos oficialistas y opositores, tanto de aquellos que han priorizado la respuesta sanitaria (pro-gobierno) cuanto de quienes critican los costos económicos de la cuarentena (oposición). 

 

La polarización afectiva y, en particular, la intolerancia partidaria son cada vez más evidentes. Sin embargo, frente al “pánico moral” que genera la pandemia, los mensajes despolarizantes tienen más chances de ser aceptados.

 

 

 

Un hallazgo interesante del estudio referido (proyecto del Banco Interamericano de Desarrollo, “Transparencia, confianza y redes sociales”) apunta a la reacción de las personas a estos encuadres mediáticos. La propensión a compartir mensajes en redes sociales, por caso, es mayor cuando sus contenidos presentan a los distintos partidos políticos colaborando entre sí para definir políticas integrales de manera conjunta (una expresión elocuente en Argentina podría ser “cerrar la grieta”) que frente a mensajes negativos en los que se observan críticas y acusaciones entre rivales (por ejemplo: “en lugar de tomar deuda debían haber invertido en hospitales”). Más aún, los mensajes despolarizantes logran reducir las diferencias interpartidarias en la percepción de riesgo. 

 

En definitiva, textos e imágenes que denotan colaboración incrementan la reacción positiva de los votantes. De allí que no solo las preferencias políticas y percepciones de riesgo sanitario y laboral varíen entre partidos, sino que, además, son susceptibles de ser modificadas por distintos encuadres políticos.

 

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