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Faltan mujeres en las fotos porque faltan en los cargos altos

La brecha de género en el empleo público disminuye, pero todavía está lejos de la paridad en los puestos jerárquicos. Cuáles son los mayores obstáculos.

La brecha de género en la administración pública nacional es representativa de lo que aparece en las fotos. Aunque con el tiempo disminuye, hoy existe una paridad del 50% en las posiciones iniciales y no jerárquicas que desaparece a medida en que se asciende en la carrera profesional, ejecutiva y de mayores responsabilidades. Estas conclusiones se desprenden del informe "Brecha de género en el acceso a los cargos directivos de la Administración Pública Nacional. Argentina 2009-2020", realizado por la Secretaría de Gestión y Empleo Público, a cargo de la socióloga e investigadora del Conicet Ana Castellani.

 

Según este estudio, realizado con datos obtenidos de la Base Integral de Empleo Público y Salarios que realiza la Dirección de Gestión de Información y Política Salarial, la diferencia entre géneros que muestra el registro  2009-2019 se reduce marcadamente en marzo de este año -aunque todavía está lejos de llegar al 50%- sobre todo en relación con los cargos de autoridades superiores (cargos políticos del gabinete nacional: ministros/as, secretarios/as y subsecretarios/as de Estado): pasan de un 22% en diciembre del año pasado a un 32% en marzo de este año.

 

 

El propósito del informe es, además del análisis de la brecha de género, “determinar cuándo comienza a operar el techo de cristal”, una metáfora para describir el bloqueo sistémico que experimentan las mujeres para su participación en el proceso de toma de decisiones, tanto en la esfera empresarial como en los asuntos públicos.

 

Otro de los objetivos es “elaborar hipótesis posibles sobre las razones que explican las variaciones en las brechas de género según tipo de cargo”, es decir, identificar las llamadas “escaleras rotas”, que son las interrupciones en las trayectorias laborales de las mujeres, por ejemplo, a causa de la maternidad. Para hacerlo, se presentan cuatro categorías escalafonarias que corresponden a empleados del sector público con funciones ejecutivas y, por tanto, de mayor responsabilidad: directores nacionales, directores de 1ª apertura, directores de 2ª apertura y coordinadores. Es aquí donde comienza a observarse el sesgo hacia una mayor presencia de varones en las posiciones, que crece a medida que se asciende en la pirámide jerárquica.

 

Por ejemplo, los cargos de Director Nacional y Director de 1ª Apertura sólo están integrados en un 36,5%  y 37,5% promedio por mujeres, respectivamente, de acuerdo a las mediciones de 2009, 2015, 2019 y 2020. En cambio, en los cargos inmediatamente inferiores -Dirección de 2ª Apertura y Coordinación-, las mujeres representan el 43% y 45,5 %, respectivamente. En el salto entre estos dos grupos es posible identificar uno de los lugares donde opera el techo de cristal.

 

 

 

El panorama en la administración pública no difiere demasiado de otros panoramas en relación con las brechas de género. Los obstáculos en el acceso al mercado laboral y la sobrecarga en las responsabilidades de cuidado no son exclusividad del empleo público.

 

“La reproducción de estereotipos sociales es relacional y amplifica tensiones vigentes en otras esferas de la vida social”, sostiene Castellani.

 

 

 

En el sector privado, el diagnóstico se repite. El libro "El género del trabajo", una iniciativa conjunta de CIPPEC, OIT, ONU Mujeres y PNUD publicada en noviembre de 2019, señala la menor proporción de mujeres en puestos de decisión, tanto en el sector privado como en el público. Sobre el primero, señala: “Se observa que los varones concentran los puestos directivos y de jefatura en la enorme mayoría de los sectores analizados –con excepción del sector de servicios sociales y servicios a las personas, en donde las mujeres son mayoría en los cargos de jefatura de administración–. Las encuestas de organismos internacionales y el sector privado ofrecen un panorama desalentador: independientemente de la muestra y el tamaño de las compañías relevadas, el número de mujeres líderes es ínfimo”.

 

La investigación da cuenta de que en la Argentina 58% de las empresas tiene mujeres en la alta dirección y apenas 23% de los cargos sénior es ocupado por mujeres, ubicándose no solo por debajo del promedio mundial, sino también regional. Sin embargo, la evidencia indica cierto avance con respecto a 2017, cuando se registró apenas 15% de mujeres en puestos directivos y 47% de empresas con mujeres en la dirección, situándose como el segundo país con menor proporción de mujeres en cargos jerárquicos.

 

 

 

En ese sentido, los criterios de reclutamiento sesgado en los cargos más altos dan como resultado la falta de paridad en esos puestos y, por lo tanto, un modo de ejercicio del rol completamente masculinizado, aun en las (pocas) mujeres que acceden a esos espacios.

 

Sostiene Castellani en el estudio de Gestión y Empleo Público: “Es necesario avanzar en políticas activas que contribuyan a incrementar la incorporación de mujeres en cargos de alta jerarquía en la Administración Pública, visibilizar en la esfera pública la presencia y el accionar de las mujeres que se encuentran ocupando esas posiciones y propiciar un cambio en el modo de ejercicio de la función asociada al cargo público para mostrar con claridad que hay otras formas posibles de ejercer el poder”. No se trata solamente de mujeres en los puestos más altos, sino de mujeres con perspectiva de género.

 

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