Ningún país escapará a la crisis económica que dejará la pandemia del nuevo coronavirus y los de América del Sur no serán la excepción. La región, de hecho, será, de acuerdo con las nuevas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), conocidas este miércoles, una de las que más sufrirá en el mundo debido a sus problemas históricos de pobreza, desempleo e informalidad, cuadro que complicarán antecedentes cercanos como las crisis sociales de Chile y Ecuador y el golpe de Estado en Bolivia. Ningún país se salvará solo y ayudaría una búsqueda regional de la salida.
Fuente: FMI.
Argentina sirve como ejemplo. Con dos caídas anuales consecutivas de su PBI del 2,2% y el 2,5%, un desempleo del 10,4% y altísimos niveles de deuda, el gobierno de Alberto Fernández ordenó en marzo una cuarentena nacional y realizó una importante transferencia de recursos a los sectores más necesitados. Dicha política tuvo el mérito de limitar notablemente la mortalidad por COVID-19, pero generó a la vez consecuencias económicas negativas. Al incremento del gasto se sumó una caída en picada de la recaudación tributaria por el freno de la actividad, lo que llevó en mayo a un déficit fiscal de $308.219 millones, casi el doble que el mismo mes de 2019. En tanto, el FMI anticipa una contracción del 9,9%.
En la vereda opuesta en cuanto a políticas sanitarias están Brasil y Chile. El gigante sudamericano, que además atraviesa una crisis política que amenaza la supervivencia de la propia democracia, superó el millón de casos y los 50.000 muertos y ocupa el segundo puesto en ambas listas mundiales. Jair Bolsonaro relativizó la enfermedad al llamarla “gripecita” y no tomó medidas de confinamiento a nivel nacional. Los gobernadores fueron los encargados de aplicarlas, con el apoyo del Supremo Tribunal Federal ante los intentos del mandatario de prohibirlas judicialmente. De todas maneras, no brindaron muchos resultados porque el presidente llamó a romperlas y por la falta de coordinación interestadual.
Bolsonaro eligió este camino al argumentar más personas “morirán por hambre y falta de empleo” que por la enfermedad, pero las cuentas públicas también entraron en crisis. En el primer trimestre, el PBI cayó un 1,5% y en marzo la producción industrial se hundió un 9,1% al llegar a niveles de 2003. La expectativa de crecer un 2,5% es un recuerdo, mientras que el mercado ya anticipa una contracción del 6,5% y el FMI habla de una del 9,1%. En tanto, se proyecta que el desempleo salte al 18,7% para fin de año.
Fuente: Banco Central de Brasil.
Al principio en Chile el presidente, Sebastián Piñera, optó por aplicar “cuarentenas dinámicas” para mantener abierta la economía, pero el plan fracasó y cuando ordenó un confinamiento total en la capital ya era demasiado tarde. Es el octavo país del mundo por casos registrados, más de 250.000, sufrió hasta el momento más de 4.500 muertes y reporta un caso positivo cada 77 habitantes, el registro más alto de la región. En lo económico, el desempleo llegó al 9%, récord en una década, y se espera una caída del PBI del 7,5%, la mayor desde 1982. El gobierno tuvo que pedirle una línea de crédito de 23.800 millones de dólares al FMI para afrontar la crisis y el clima social, enardecido desde el año pasado, amenaza con volver a estallar.
Asimismo, Perú enseña que no alcanza solo con decretar una cuarentena. El presidente, Martín Vizcarra, la ordenó el 16 de marzo, con toque de queda incluido, pero el país es el sexto con más enfermos del mundo al superar los 257.000 y los hospitales no dan abasto. El plan no funcionó porque la informalidad laboral es casi del 70% y porque, según números oficiales, solo el 49% de las casas tiene heladera y apenas el 38% de los ciudadanos tiene una cuenta bancaria. Estos rasgos del modelo económico imposibilitaron el acatamiento al confinamiento y la llegada de la ayuda estatal, generó largas colas en los bancos para cobrar los bonos sociales y provocó que los mercados de comida, según el gobierno, hayan sido “los principales focos de contagio”. El Banco Central de Perú calcula una caída del PBI del 12,5%, una de las más altas de Sudamérica, y Vizcarra aseguró que el país sufrirá la crisis económica “más grave de su historia”.
Ecuador registró en la ciudad de Guayaquil una de las peores crisis por COVID-19 en la región, con la aparición de decenas de muertos en las calles.
Por su parte, Ecuador es un caso particular porque su presidente, Lenín Moreno, aplica un ajuste económico en medio de la pandemia. Con la venta de empresas públicas y una reforma laboral, busca ahorrar 4.000 millones de dólares e intenta aprobar, aprovechando el toque de queda nacional vigente para evitar los contagios, el paquete que el año pasado generó un estallido social y que amenaza con volver a explotar. Además, Guayaquil sufrió una de las peores crisis sanitarias de la región, con un colapso del sistema sanitario y la aparición de decenas de muertos en la calle.
Por los problemas económicos, en Bolivia, un país con una informalidad cercana al 70% y una insuficiente ayuda estatal, el gobierno de facto de Jeanine Áñez levantó la cuarentena nacional e ingresó en un sistema “flexible”. En los primeros 15 días de este cambio los casos se duplicaron y en los últimos días se reportó la aparición de muertos en las calles. Asimismo, la Central Obrera Boliviana (COB) se declaró en emergencia por los despidos y el gobierno tomó deuda externa, incluso con el FMI, por 1.629.300 millones de dólares a la espera de una contracción que el BM estima en un 5,9%.
La pandemia desnuda problemas económicos regionales de vieja data y evidencia que ningún país se salvará solo.
La contracara son Uruguay y Paraguay, que reportan pocos enfermos –apenas 25 y 13 muertos, respectivamente–, aunque el aumento de casos en los últimos días hacen temer una segunda ola de contagios. El éxito de sus estrategias se explica en que son países menos poblados, con menor flujo aéreo y con un importante despliegue sanitario previa, en el primero de ellos por políticas sostenidas a lo largo de los últimos años y en el segundo, por la explosión del dengue. La diferencia es que Paraguay aplicó un fuerte confinamiento y Uruguay no.
A pesar de esto, sufrirán también la crisis económica, aunque en menor medida, porque ambos dependen del mercado externo, lo que les provocará un arrastre negativo. Paraguay espera una contracción del 2,5% y Uruguay, que cayó un 1,6% en el primer trimestre, el peor registro desde 2003, anticipa un revés similar.
De esta manera, la pandemia desnuda problemas económicos regionales de vieja data y evidencia que ningún país se salvará solo. Es un mal momento para la región, que arrastra malos resultados económicos desde hace años y que luce desunida y sin coordinación. Si 2020 aparecía como un mal sueño, ahora se asemeja a una pesadilla.