Política y medios en etapa de reperfilamientos

Tras las PASO, los principales medios se alejan del Gobierno. La tensión entre la construcción de noticias y experiencia social genera nuevos discursos. Medios y públicos ante una nueva época.

Las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 11 de agosto dejaron como saldo una serie de acontecimientos que irrumpieron en la ya convulsionada vida de los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país. La devaluación producida luego de la victoria del Frente de Todos, la culpabilización presidencial a los votantes opositores por la debacle económica y los pedidos de disculpas leídos en teleprompter, entre otras actitudes del desorientado oficialismo, modelaron una nueva arena política. La agenda mediática, por su parte, comenzó a salir de la burbuja electoral y a poner el foco en una gama de problemas que habían quedado en segundo plano detrás de la lucha por los votos. 

 

El seguimiento temático de las agendas informativas de los tres principales medios digitales del país realizado por el Observatorio de Medios de la Universidad Nacional de Cuyo arrojó un primer dato clave en la segunda quincena de agosto: las elecciones de 2019 y sus resultados fueron perdiendo terreno drásticamente conforme la economía se posicionaba al tope de la superficie mediática. Para fin de mes, la crisis económica acicateada por la devaluación, las “medidas de alivio” anunciadas por el Gobierno y el posterior cambio de gabinete acaparó el 46% de las noticias más visibles de los medios digitales. 

 

Entrado septiembre, la implementación de restricciones a la compra de dólares y la intervención estatal sobre el mercado cambiario generaron cierta estabilidad en la cotización de las divisas que, en un país dólar-dependiente, significó una nueva, relativa y precaria calma. Ante la ausencia de casos conmocionantes, reingresaron a la agenda otros asuntos clásicos y estables siempre demandados por las audiencias: los deportes, traccionados por la vuelta del fútbol; la incursión maradoniana en La Plata y el mundial de básquet; los policiales, a partir de una serie de casos resonantes por su tono y drama, y las ya asiduas crónicas de la corrupción. El dato de color sobre este último tópico es que frente al monopolio de la “corrupción K”, un conjunto de fallos judiciales dio lugar al nacimiento mediático de la “corrupción M”. Concretamente, la ligada a las causas Odebrecht y Correo Argentino. 

 

 

Aun cuando las agendas de septiembre se volvieron más heterogéneas temáticamente, la marcha de la economía siguió acaparando el mayor nivel de atención mediática, en coherencia con la agudización de las consecuencias de la crisis. No obstante, el malestar económico no puede escindirse de la contienda electoral, cuya definición no está sellada aún. En efecto, su importancia vuelve a crecer paulatinamente a medida que se acerca el 27 de octubre.

 

Por otra parte, la irrupción en el espacio público de movimientos sociales, sindicatos y focos de lucha en demanda de contención estatal se constituye en un tópico de renovada importancia ante una emergencia alimentaria y social que, producto de su gravedad, promete no ceder. Los movimientos sociales primero, desplegados en todo el país y con epicentro en Buenos Aires, y la lucha de docentes y trabajadores públicos de Chubut luego permearon en las agendas, acaparando el 10,8% de su superficie. Sin embargo, como ya lo señaló hace varias décadas el académico Todd Gitlin, la visibilidad que alcanzan los movimientos de protesta al convertirse en temas periodísticos tiene implicancias políticas. La noticia concierne más a un episodio dramático y a sus efectos inmediatos que a las condiciones que lo contextualizan y explican. Así, estas noticias se encuadraron predominantemente a partir de las consecuencias que las protestas tuvieron para el resto de la ciudadanía, por ejemplo, para circular por el centro porteño. El foco de gravedad se corrió de un presente que, según el INDEC, tiene a un 34,1% de la Argentina en situación de pobreza y que alcanzó la mayor tasa de desempleo de la última década, superior a los dos dígitos.    

 

Esta nueva composición temática de las agendas trae otro elemento novedoso respecto de lo observado en los resultados de un estudio publicado antes de las PASO en Letra P: la pérdida de legitimidad de los actores gubernamentales como fuentes de información e interpretación de los asuntos públicos. Ocurre que, en tiempos de turbulencia política, la información y el análisis provisto por estas fuentes parecen volverse insuficientes y es preciso ampliar la selección de hechos y puntos de vista en función del nuevo balance de poder percibido. Por el momento, este fenómeno se expresa en dos sentidos. En primer lugar, se observa una menor aparición de los funcionarios del Gobierno como portavoces privilegiados en las noticias. Aun cuando el escenario político permanece polarizado y tanto Juntos por el Cambio como el Frente de Todos se disputan el podio de la visibilidad, la presencia de la voz gubernamental en los medios descendió a su nivel más bajo en lo que va del año. Luego de las PASO, alcanzó apenas el 17,8% de las menciones, lejos del 30% que había rondado meses atrás.

 

Pero no solo se citó menos al Gobierno y a sus representantes en las noticias. En segundo lugar se observó un creciente descrédito de las versiones de los hechos que estos promueven. El 14,3% de las versiones propuestas por los dirigentes de Juntos por el Cambio fueron desacreditadas explícitamente por los medios, mientras que solo el 14% fueron respaldadas. Estos datos resultan más llamativos si se tiene en cuenta que los niveles de crédito de la voz gubernamental superaban el 70% hasta el 11 de agosto, sin que se registraran casos de explícita desacreditación. Así, aquello que luego de las PASO se conoció popularmente como “panquecazo mediático”, no se evidencia únicamente a través de los pedidos de disculpas de Luis Majul por no haber “investigado suficiente” o del desencanto de la conductora Mirtha Legrand con el gobierno que votó y militó desde sus almuerzos y tertulias. La no inclusión de la voz oficial en las noticias y el descrédito de sus principales funcionarios es otro síntoma sutil de la misma enfermedad: los medios dejaron de ser una caja de resonancia monocorde del macrismo y están en pleno proceso de desordenada estampida.

 

 

 

Una última serie de datos completa el cuadro. La valoración positiva del gobierno de Mauricio Macri –y de sus iniciativas– está en su nivel más bajo de la historia en Clarín, La Nación e Infobae con apenas el 14,3%. En la mayoría de los casos, los portales de noticias investigados han retornado al “ritual de la objetividad” o apariencia de distanciamento para referirse al Gobierno nacional, dato que contrasta con niveles de evaluación positiva explícita que, apenas dos meses atrás, superaban el 60%. En tanto, el tono manifiestamente negativo sobre el Poder Ejecutivo se presenta en tres de cada diez notas, alcanzando su máximo histórico.

 

 

 

Nuevos y convulsionados aires se respiran en la realidad nacional y, si bien los medios son estructuralmente incapaces de comportarse como espejos que la proyecten sin distorsión alguna, tampoco pueden construirla de modo autónomo, ignorando el humor social que anida en la experiencia de los ciudadanos y ciudadanas de a pie. Con un gobierno licuado de poder y una oposición con capacidad de conducción pero sin atribuciones aun para gobernar, los medios más importantes entraron en una etapa de realineamientos o, para decirlo en términos oficiales, de “reperfilamiento”, basado en la necesidad de actualizar alianzas comerciales y editoriales acordes con la nueva etapa. Ello implica no solo mostrar cierta complacencia con el poder político emergente sino también, y principalmente, evitar alejarse demasiado de sus públicos.

 

Si bien la segmentación y el periodismo de nicho pueden ser estrategias provechosas, lo cierto es que siete de cada diez votantes rechazaron a Juntos por el Cambio en las PASO. La contundente “realidad de las urnas” fue coherente con la materialidad de los problemas cotidianos y la percepción generalizada de la imposibilidad del Gobierno para resolverlos. A sabiendas de que los medios no alcanzan el éxito editorial si las definiciones de la situación que promueven se apartan drásticamente de aquellas que portan sus públicos, pegar un volantazo que permita adecuar mejor la oferta informativa a las expectativas de sus destinatarios  aparece como una de las necesidades de estos tiempos.

 

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