Hay gestos que valen más que las palabras. Amuchados como pocas veces, CEOs de diferentes sectores hacían una cola apurada para acreditarse al primer almuerzo del año organizado por el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (Cicyp). Algarabía en el lobby del Hotel Alvear por la inminente llegada de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, a la que el flamante anfitrión, Daniel Funes de Rioja, fue a buscar hasta la puerta alfombrada del edificio de Recoleta. En los 50 metros que separan el acceso del salón principal, Vidal besó y saludó empresarios como pocos de los invitados a este tipo de reuniones. Los más entusiastas sacaban sus celulares para mostrarle imágenes.
A más de tres años de llegar al poder y con una crisis potente instalada, la niña mimada del establishment mantiene en esos núcleos de poder un nivel de empatía que Mauricio Macri debería mirar con atención. La incógnita de los presentes: saber si en ese mitín que reúne a la creme del Círculo Rojo, Vidal respondería al operativo clamor con una apuesta a una candidatura.
Desde la puerta del Alvear y de la mano de Funes, Vidal entró a un pequeño VIP armado al lado del salón Versalles, donde hablaría unos minutos después. La esperaban en ese espacio íntimo algunos de los popes del Grupo de los Seis ( la Cámara de la Construcción, la de Comercio, la UIA, la Bolsa, el agro y los bancos). Allí charló brevemente y les adelantó, ante la curiosidad, que la idea era candidatearse para retener la provincia de Buenos Aires. Les compartió el mensaje que dejaría y logró que muchos repitan los eslóganes del trabajo de la mandataria, sobre todo, en villas de emergencia.
Algunos bromearon sobre la obsesión con Vidal: “Parece que no era solo (Adrián) Werthein el que la quería tanto”, dijeron a Letra P. Es que el presidente saliente del Cicyp era uno de los que más apoyaba la vía vidalista dentro de Cambiemos, pero la ola parece seguir en la gestión Funes de Rioja. “Sus desafíos serán nuestros desafíos”, arrancó el titular del Cicyp y jefe de la Cámara Alimenticia Copal, mientras les pedía al pleno de CEOs reunirse en el escenario para recibir a la gobernadora.
Mientras degustaban en las mesas la entrada -un tartare de salmón ahumado, manzana y palmitos con crema de palta y brotes, regado con vinos de la Bodega del Fin del Mundo, de Eduardo Eurnekian- subía la efervescencia sobre qué diría Vidal.
El pleno del Cicyp, en el VIP con la gobernadora.
Sorprendió la gobernadora con un discurso netamente bonaerense, basado en su gestión. Se acompañó de una presentación vía power point en la que repasó obras, como el saneamiento del arroyo El Gato, escuelas, seguridad, la multiplicación del servicio de emergencias SAME y una crítica a la inversión pública de su antecesor, Daniel Scioli. Una hora se extendió Vidal en el repaso de su pasar político en la provincia. En esos 60 minutos, no habló de inflación, ni de la crisis que atraviesa el país. Tampoco hubo apelaciones a la Nación y casi nulas menciones a Macri. Una sola vez nombró al Presidente. Fue al referirse al combate a las mafias y para reconocer el apoyo del Ejecutivo central.
Funes de Rioja, Vidal, Bettina Bulgheroni y Fabián Perechodnik.
Pareció algo pensado, meditado: una decisión de contener su pago chico y desprenderse de los problemas de Macri, para evitar que se siga viendo en las encuestas el tironeo hacia abajo que genera el primer mandatario. Los CEOs, ansiosos, empezaron a aburrirse y a mirar el celular cuando la charla alcanzaba la hora. Ya se había acabado la ternera braseada con cremoso de calabaza asada y verduras de estación. Vidal, en tanto, seguía proyectando el segundo video de la jornada, sin ninguna definición política más que los hitos de su gestión. “La Argentina que cree que esto se cambia con un líder, es la que perdió. No quieren más líderes mesiánicos, quieren equipos”, cerró Vidal ante el aplauso casi bullicioso de los CEOs, todos de pie.
Cuando entraba el postre, la créme brûlée con bizcocho húmedo de chocolate y naranjas, frutos rojos y helado, más espumante rosé, Bettina Bulgheroni, esposa del jefe de Pan American Energy (PAE) e integrante del directorio del Cicyp, fue hábil en la selección de preguntas del público a Vidal. Reunió todas en una única cuestión: si sería o no candidata a presidente. "Me siento parte de un equipo que tiene un enorme compromiso con la provincia. El único candidato definido es Macri y hay una candidata a gobernadora. Me siento muy cómoda en ese lugar", dijo y despejó fantasmas, cortó ilusiones y puso a los CEOs a padecer el futuro del macrismo.
El menú del almuerzo con Vidal.
A la salida, se notó la resignación: la mayor parte del establishment estaba ilusionado con buscarle alternativas a la candidatura de Macri. Variantes no solo al oficialismo, sino aquellas que eviten lo que la mayoría pide: que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner no vuelva al poder. Para el Círculo Rojo, Vidal presidenta era, más que un anhelo, una garantía de continuidad de Cambiemos en el poder y, a la vez, una mirada menos conservadora pero amistosa como Macri. Una especie de macrismo evolucionado. Pero Vidal eligió por la propia. Cuidar la provincia, un bastión que, de caer o tambalear, pone en riesgo la subsistencia entera del proyecto Cambiemos.