La dispersión en las visiones que el Gobierno tiene sobre lo que ocurre con la no liquidación de dólares de las agro-exportaciones corre sobre un solo hilo conductor: si esa conversión de divisas a pesos en el mercado local se demora y termina llegando entre junio y octubre más que en abril, fecha en la que el fenómeno debería empezar a ocurrir. La obsesión oficial es que el grueso del dinero del campo, entre 16.000 y 18.000 millones de dólares, llegue para aplacar la volatilidad que se espera para el momento del cierre de listas y la primera vuelta.
Esta situación es un ruido en una relación histórica entre Cambiemos y el campo, aliado que aún sostiene el modelo M de cara a las presidenciales. Pero el bolsillo manda y el oficialismo se enfrenta, años después, al mismo “enemigo” silencioso que el kirchnerismo en tiempos electorales, donde el dólar amenaza con disparadas: la herramienta de resguardo de valor, el acopio de soja en silobolsas. El gobierno anterior especuló con que ese tipo de decisiones eran netamente políticas por parte de los exportadores. Hoy en Cambiemos surge esa misma duda, pero con algunas variantes que tensionan y condicionan el vínculo.
“En abril va a empezar a entrar el dinero, no nos preocupa”, dijo a Letra P una fuente del Ministerio de Hacienda que conduce Nicolás Dujovne. En la otra esquina, algunos referentes de Agroindustria y Producción observan “con cierto malestar” el aviso del campo de que esperará para vender dólares. Lo dijo, de manera elegante, el titular de la Sociedad Rural (SRA), Daniel Pelegrina: “Es un instrumento de resguardo nuestro”, expresó en el programa radial Bien Argento, de FM Cultura.
Las mismas fuentes oficiales que piden esperar y ver antes que criticar al campo aseguran que, con el nivel actual de tasas de interés, los productores casi que están obligados a vender para pagar costos. En el campo lo ven distinto: lo que haya que usar para pagar lo operativo saldrá de la venta de trigo (casi finalizada) y maíz (excepcionalmente grande en 2019).
“Si quisiéramos, nos sentamos arriba de la soja sin problemas”, bromeó un extremista, que avisó que los silobolsas pueden preservar el grano hasta algo más de dos años. Además, los avances tecnológicos en la industria hicieron que, a diferencia de otros años, los silobolsas puedan resistir hasta las inundaciones. Puesto en tiempos, en abril llega el dólar maíz y recién en mayo la soja, aunque sin manifestación de la cosecha es imposible saber qué nivel de acopio habrá.
"¿El Gobierno les pidió un respaldo político, que vendan más allá de lo que pase con el dólar?", preguntó Letra P en el sector. La respuesta fue rotunda: “No, pero por algunas razones”. El Ejecutivo no aprieta el acelerador en ese sentido porque sabe que fue sensible para el campo el golpe de las retenciones extra y por otro factor ligado a la recesión: hoy los complejos cerealeros están en un 46% de capacidad ociosa, casi trabajando a la mitad de sus posibilidades.
Como bálsamo ante esta tensión subterránea por los dólares, el Gobierno cuenta con la inyección que le autorizó el Fondo Monetario Internacional (FMI). El remate de 9.600 millones de dólares en licitaciones diarias de 60 millones para abastecer el mercado cambiario. En el sector del campo creen que este dinero, sin los agrodólares, no será suficiente para aplacar el ánimo cambiario cuando recrudezca la campaña. Un dato, casi una obsesión: entienden que si las encuestas siguen dándole chances claras a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner no habrá paz cambiaria.
En un artículo publicado en Clarín, el consultor e ingeniero Pablo Andreani especuló además con un dato que suma incertidumbre. A pesar de la sequía que afectó en 2018 a los campos, este año, con una cosecha muy mayor, habrá 1.500 millones de dólares menos de liquidación de exportaciones. Todo esto ocurrirá por inestabilidad cambiaria, incertidumbre política y un dato no menor: la expectativa del sector de que se cierre el acuerdo comercial entre China y los Estados Unidos que, estiman, elevará el valor de la tonelada de soja. Una sucesión de hechos negativos que el Gobierno no pensaba tener a a esta altura de la contienda electoral.
