Los hospitales deben inaugurarse vacíos


 

La Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, dijo en su discurso de apertura del período legislativo que no inauguraba hospitales vacíos, en clara alusión a los seis hospitales que fueron construidos por el gobierno anterior y que la actual administración –gracias a la obstinación nacida de su ceguera sanitaria– se niega a poner en marcha. Se trata de dos hospitales en La Matanza, otro en Cañuelas y los tres Hospitales del Bicentenario construidos por el PAMI y localizados en Ituzaingó, Esteban Echeverría y Escobar, que en conjunto podrían dar cobertura médica a un área geográfica en la que residen más de cuatro millones de personas.

 

Este discurso respecto a la manera y la oportunidad en que deben ser inaugurados los hospitales me retrotrajo al 10 de octubre de 2007, el día siguiente al acto de entrega del hospital “El Cruce” por parte de Néstor Kirchner, en uno de sus últimos actos públicos como presidente de todos los argentinos.

 

Según protocolos de actuación validados internacionalmente, los hospitales complejos tienen previsto un tiempo promedio de un año para su puesta en marcha.

Siguiendo el mismo razonamiento de la Gobernadora, un sector de los medios de comunicación enfrentados al gobierno de entonces titulaba –como ya lo habían hecho en otros casos–, que el  hospital era una “cáscara vacía” y que se había inaugurado algo que no funcionaba, cuya finalidad era la mera propaganda política.

 

Ese día, un programa matutino de una radio porteña con importante audiencia envió un movilero desde muy temprano para demostrar que el hospital no funcionaba. Un año y medio después, en ese mismo programa y cuando el hospital ya trabajaba a pleno, todavía se repetía lo mismo: “En Florencio Varela se inauguró un hospital que es una cáscara vacía”. Incluso, algún tiempo después, algún político seguía machacando con esa frase. La difusión de esa errónea percepción social condicionó gran parte de los primeros meses de puesta en marcha del hospital.

 

Según protocolos de actuación validados internacionalmente, los hospitales complejos tienen previsto un tiempo promedio de un año para su puesta en marcha. Para aclarar la situación, repetíamos esta frase una y otra vez. Un ejemplo que nos resultaba apropiado era el de la puesta a flote de un barco: cuando sale del astillero, se lo bautiza rompiendo una botella de champagne sobre su cubierta, y a partir de allí se inicia un proceso de ajustes.

 

Primero ingresa al barco su capitán con muy pocos acompañantes, mientras coordina tareas conjuntas con los  trabajadores del astillero. Progresivamente se van incorporando más miembros de la tripulación, y se van retirando los del astillero, hasta que se completa la tripulación y se aparta totalmente el staff del fabricante. Es en ese momento cuando el barco ya está en condiciones de realizar sus viajes en alta mar.

 

Es el tiempo de actuar con seguridad para no dañar a los pacientes, mientras se hacen los ensayos necesarios hasta aceitar todos los mecanismos de funcionamiento.

En nuestro caso, la importancia de esta etapa se vio reflejada en el cambio de diseño de distintas áreas administrativas; en las modificaciones en el instrumental previsto originalmente a partir de las sugerencias de los equipos médicos responsables de cada servicio; en las  pruebas realizadas en los circuitos eléctricos y las pruebas en cámara química y gases, entre otras.

 

Estoy hablando de un momento fundamental para hacer pruebas, ajustes y correcciones en un establecimiento sanitario. Es el tiempo de actuar con seguridad para no dañar a los pacientes, mientras se hacen los ensayos necesarios hasta aceitar todos los mecanismos de funcionamiento.

 

En nueve meses el hospital “El Cruce” estuvo funcionando, y con el correr del tiempo ya nadie se acordó de aquellos tempranos ataques gratuitos a la imagen de una institución y al gobierno que lo construyó. Después, la historia conocida del posicionamiento nacional e internacional logrado por el hospital gracias al apoyo de los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y de Daniel Scioli.

 

Lamentablemente, las poblaciones de La Matanza, Ituzaingó, Esteban Echeverría, Escobar y Cañuelas (cuyo hospital funciona luego de tres años en menos de un 20% de su capacidad operativa), no tuvieron la oportunidad que tuvo la región sur del conurbano con la puesta en marcha de un hospital que es modelo. Y quienes habitan esos territorios padecen la falta de servicios de salud, pues tienen los índices más bajos de camas por habitante de la provincia de Buenos Aires.

 

Con características similares a las del hospital “El Cruce”, se trata de proyectos magníficos, con destino de hospitales modernos, altamente resolutivos y con un modelo generador de empatía con la población. Será otro el gobierno que disponga su puesta en marcha postergada, ya que el actual no tuvo la voluntad política de hacerlo.

 

Federico Achaval, intendente de Pilar.
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