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En tal sentido, el estrecho desfiladero que hoy tiene De la Sota en Córdoba es síntoma de un obstáculo general que tiene el peronismo federal, republicano o blanco, a la hora de proyectar una candidatura presidencial propia. Si bien sus figuras principales, caso Schiaretti, tienen las credenciales suficientes para repetir localmente en 2019 con una aprobación de 72% según datos del encuestador Gustavo Córdoba, el presidente Macri, bajón pos reforma previsional mediante, igual araña el 60% de aprobación en suelo mediterráneo.
Más allá del enojo que ello pueda representar para los socios locales de Cambiemos que oscilan entre dos candidaturas con pronóstico reservado, Ramón Mestre (h) por un lado y Héctor Baldassi por el otro, los beneficios para Olivos de cualquier escenario que asegure una continuidad sin olas de Macri en 2019, excede cualquier costo de mantenimiento de diferentes patas territoriales peronistas sin coordinación política peligrosa entre sí.
La única excepción de ese diverso club integrado también por el gobernador tucumano Juan Manzur, el sanjuanino Sergio Uñac, el riojano Sergio Casas y el entrerriano Gustavo Bordet, entre otros, es la del salteño Juan Manuel Urtubey. En este caso en particular, su proyección nacional hoy viene tan empujada por un soporte de 38% de imagen positiva estimado por la reciente encuesta de satisfacción política de la Universidad de San Andrés, como por la necesidad inmediata de salir de su provincia ante la imposibilidad constitucional de encarar un nuevo mandato y, en lo inmediato, dar respuesta también a la fatiga política evidenciada en sondeos locales de discreta circulación. Tales circunstancias, inducen a Urtubey a balancear el riesgo de una fallida candidatura presidencial 2019 versus la contingencia de esperar otro turno sin la visibilidad brindada por una plataforma de gestión.
Por el sendero de Cristina
Los datos aportados por las encuestas citadas son contundentes. El tridente Macri-Vidal-Carrió está al tope del ranking de imagen nacional. Y aunque tales mediciones no lo mencionen, no habría que excluir de la danza presidencial al jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, un cultor del perfil bajísimo que está cerca de techar la ciudad de Buenos Aires pero, en el plano político, utiliza como guía la famosa máxima de Felipe Solá: hacerse el boludo. Más allá de este póker de figuras, Macri tiene todos los tickets para repetir en 2019, pero si quisiera evitar el síndrome del pato rengo a lo Néstor Kirchner cuando jugó al “será pingüino o pingüina”, tiene un buen ejército de reserva para hacerlo. Con Vidal a la cabeza, a pesar del saco de plomo de la provincia de Buenos Aires.
Sin perjuicio de ello, el pandemónium de la reforma previsional de diciembre inmortalizado en las imágenes de Sebastián Romero disparando con un mortero casero, dejó algo en claro. Macri y Cristina parecen practicar nado sincronizado. Los 10 puntos de imagen que perdió Macri entre diciembre pasado y marzo de este año, los recuperó Cristina en simultáneo. En una palabra, si el póker cambiemista está fuerte, no hay lugar ni para una gilette peronista, cualquiera fuera su versión. Pero en un escenario de debilitamiento, hay margen de crecimiento para una figura con nítido posicionamiento opositor como el de Cristina, aunque no ella en particular, debido al límite duro de los 60 puntos de imagen negativa que la excluyen de cualquier ballotage.
En ese ámbito, el bisoño diseñador cordobés José Manuel De la Sota podría tener alguna misión política que lo tiente a salir del microclima de las pasarelas. Todo ello dependerá de su capacidad para expandir un andarivel hoy minoritario que piensa en un peronismo unificado sin Cristina y de corte opositor a Macri. Por el contrario, el ascenso de cualquier variante dialoguista, puede tener fácil dueño en alguna de las figuras actuales en danza. Urtubey con dos cuerpos por delante del resto. E, inclusive, hasta abrirle las puertas a un Macron argentino que venga por el centro, pero hoy no se vislumbra.