Hamburguesas

La presentación estética de muchas manifestaciones antiglobalización parecen mostrar una serie de reclamos abordados desde un ideario de izquierdas, atado también a algunas consignas verdes que suenan simpáticas a los que toleramos un capitalismo regulado que nunca termina de enamorarnos.

 

Sin embargo es sorprendente que una líder del tamaño de Angela Merkel haya caído en la trampa de los responsables del sistema internacional de seguridad que se pretendió desplegar en Hamburgo, con motivo de la reunión del G20.

 

Unificar del otro lado de las barricadas a los ciudadanos locales con una multitud de militantes nómades (de los de Bauman), que gozosos de las libertades económicas, de tránsito y educativas de la Unión Europea llegaron puntualmente a la cumbre, en los mejores servicios públicos del mundo, procedentes de todas las capitales del viejo continente, portando en su mayoría un discurso nacionalista que abandonó las camisas negras o de color caqui para ataviarse con ropa colorida y ligera y dejar a la vista cabelleras multicolores o llenas de rastas, fue una invitación pura y simple a comunicar esa "Bienvenida al infierno" que nada tiene que ver con el look hippie de las imágenes de los militantes congregados. Y, además, si le faltaba algún condimento al combo de cajita feliz con hamburguesas que se ofrecía en territorio teutón, era el muñequito de Donald Trump para deleite de los ambientalistas. Este cóctel es algo más que un error de cálculo.

 

Saqueos sin ciudadanos hambrientos, incendios de autos a escalas sirias, una producción cinematográfica de cuadros estáticos de TV y fotógrafos que captan escenarios repetidos, camiones hidrantes alemanes con poca presión en el verano boreal y unos pocos jóvenes blancos universitarios detenidos, se presentan como unas postales escalofriantes que, como dicen los economistas de las bikinis, muestran lo importante pero ocultan lo esencial.

 

Lo central fue el contacto entre Estados Unidos y Rusia, la actitud esquiva de Theresa May - Brexit sobre sus espaldas-, el protagonismo del nuevo líder francés Emmanuel Macron y los 19 reproches al magnate norteamericano sobre su desdén por el efecto invernadero y su política migratoria.

 

No se debe perder de vista que, en países como el nuestro, repudiar a Trump por su rechazo al Protocolo de Kyoto, no puede replicarse alegremente como un reflejo que nos condene a detener el impulso del desarrollo industrial en la Argentina. La disminución de carbono no nos transforma en una sucursal de GreenPeace, ni generar empleo nos puede condenar a la hoguera de la inquisición ambientalista. La sabiduría está en hallar el justo medio. La Constitución nos convoca, con la misma sabiduría de Confucio, a que "las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras". Frase que consagra la sostenibilidad, principio lejano de las nuevas mañas del ecofacismo.

 

El año próximo los esperamos en nuestro suelo. La experiencia de Mauricio Macri en estos días lo hará pensar en los detalles de semejante organización. Cuando vino otro republicano a la Cumbre de las Américas, el actual presidente era un simple diputado. Hugo Chávez lideraba la Sudamérica bolivariana y movilizó la contracumbre. En 2018 Argentina será sede del G20 y visitante en Rusia. Un año que promete. Todo Cambia.

 

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