Ernestina, la guerrera impensada

Ha muerto Ernestina Herrera y con ella uno de los testimonios directos de la vida política y empresarial de la Argentina de casi el último medio siglo, en varios de cuyos pasajes bélicos tuvo un papel destacado a pesar del esfuerzo por contener sus apariciones públicas y pulir una imagen de asepsia empresarial. Fue en 1969 cuando tomó la conducción de Clarín tras el fallecimiento de su pareja, Roberto Noble, quien había fundado la empresa en 1945 y, por consejo de éste, delegó la conducción periodística y corporativa en los cuadros del desarrollismo que respondían a Rogelio Frigerio (abuelo del actual ministro del Interior).

 

El obituario oficial del grupo Clarín destaca de Herrera “su compromiso con la libertad de expresión, su reivindicación de la independencia editorial y económica de los medios, y su defensa del periodismo profesional” que “le valieron logros y reconocimientos en el país y el mundo. Pero al mismo tiempo, le significaron ataques y persecuciones en distintos momentos de su vida”.

 

Las investigaciones más serias y documentadas hechas sobre Clarín y publicadas en años recientes, cuyos autores son Martín Sivak y Graciela Mochkofsky, muestran la evolución de Ernestina Herrera desde sus primeros escarceos clandestinos con Noble hasta la actualidad y permiten discutir esas afirmaciones. A pesar de su fama juvenil y del carácter irresoluto con el que la describen ex directivos y columnistas del diario, Ernestina Herrera echó de Clarín a la vieja guardia desarrollista justo en el momento en que las huestes de Frigerio se alzaban con la cabeza de su adversario José Alfredo Martínez de Hoz, entonces ministro de Economía de la dictadura, y consagró el ascenso de Héctor Magnetto (ex colaborador de Frigerio).

 

La irregular adopción de Marcela y Felipe, junto a la posibilidad que Ernestina Herrera expresó en su carta abierta de enero de 2003 “de que ellos y sus padres hayan sido víctimas de la represión ilegal” y que motivó la intervención del Banco Nacional de Datos Genéticos una vez que la conducción del grupo supo que las pruebas con las muestras disponibles darían negativas, fueron noticias que detonaron la agenda pública a partir de la ruptura de las buenas relaciones que el grupo Clarín había cultivado con el kirchnerismo hasta 2008, y que volvieron a colocar a Ernestina Herrera en un plano de incómodo protagonismo en una guerra feroz. El ánimo de Herrera ya había sido probado con la prisión domiciliaria dictada por el ex juez Roberto Marquevich a fines de 2002, lo que a su vez fue interpretado como esquirlas de su disputa con el expresidente Carlos Menem.

 

Las elecciones presidenciales de 2015 devolvieron tranquilidad al grupo y Herrera muere a los 92 años con numerosas victorias en su foja de servicios. Una nueva primavera expansiva y dividendos extraordinarios son la recompensa que los desgastados generales de la guerra contra Cristina Fernández de Kirchner leen como una compensación histórica.

 

La lógica expansiva fue la fórmula de la dupla Herrera-Magnetto desde 1981. Si la conducción empresarial del frigerismo y el entonces secretario general Marcos Cytrynblum posicionaron a Clarín al frente de las ventas de diarios como el periódico más leído en español, Herrera y Magnetto promovieron la evolución del diario en grupo. Lo que había sido un diario se transformaría en un grupo multimedios primero (década de 1990) y en un conglomerado infocomunicacional (a partir de 2000) igualmente temido por políticos y competidores.

 

 

 

Con Magnetto en el campo de operaciones y la tutela institucional de Herrera, los contenidos periodísticos disminuyeron su importancia –siguen lubricando, no obstante, su poder de lobby- y hoy el grupo es una especie anfibia que puja con compañías regionales o globales de telecomunicaciones e Internet. El germen de toda su metamorfosis fue la sociedad con el Estado en 1977, a partir de la desposesión de las acciones de Papel Prensa a los deudos de David Graiver, con el posterior registro fotográfico que muestra a los flamantes socios Herrera, Magneto y Videla. Pero sería inexacto explicar la expansión corporativa de Clarín sólo a partir de la acumulación originaria de acceder a precios diferenciales a la materia prima del mercado gráfico: la diversificación a la radio y la televisión, la astuta y decisiva apuesta por la tv por cable (cuyo corolario fue la fusión de Cablevisión y Multicanal autorizada por el kirchnerismo en diciembre de 2007) y, más recientemente, su aventura convergente con el pasaje a la telefonía móvil a través de Nextel forman parte de una estrategia cuyo diseño, si bien se le adjudica a Magnetto en exclusiva, ha tenido en Ernestina Herrera, por lo menos, un punto de referencia institucional.

 

La capacidad para operar en coyunturas difíciles, que otras empresas de medios no tuvieron a pesar de contar con ayudas estatales cuantiosas a lo largo de las últimas décadas y con todos los gobiernos, se combinó en Clarín con el ejercicio de poder dominante y acusaciones de asfixia a la competencia en casi todos los mercados donde opera y una agresiva postura anti-gremial que pretende disciplinar al mercado laboral y que puede verse como una línea de continuidad entre la vieja guardia desarrollista y la gestión de Magnetto. Las luchas desatadas con el nombre de Ernestina Herrera no fueron, pues, sólo externas a la organización.

 

La biología es inexorable y el testigo de Herrera pasa a Marcela y Felipe, quienes compartirán el accionariado del grupo en el que Magnetto es el principal socio individual. El tiempo dirá qué nuevas batallas les tocará librar.

 

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