El presidente del Banco Central, Federico Surzenegger, confirmó lo que ya por vías alternativas el mercado y los directores de la entidad venían deslizando: por más que 2017 sea un año electoral, el BCRA hará todo lo posible para bajar la inflación para el rango que se estableció en el Presupuesto anual. “La inflación va a estar entre 12 y 17%, cambiar las metas (de inflación), es no tener una meta”, apuntó el funcionario en una conferencia de prensa en el marco de la presentación del Informe de Estabilidad Financiera.
Aseguró que “estamos trabajando para bajar la inflación a los niveles esperados”, casi garantizando que la política de utilizar la suba de tasas para asustar a los precios continuará cada vez que sea necesario. Lo harán incluso ante las críticas que viene recibiendo la entidad por parte de industriales y algunos internos del propio Gobierno, que temen que la economía llegue más contraída a las semanas previas a la elección Legislativa en la que el macrismo se juega una carta clave de cara a la subsistencia política.
Yendo a las perspectivas numéricas, ex el Banco Ciudad y uno de los economistas favoritos de Mauricio Macri, aseguró que en abril “la inflación interanual fue del 27,5%, que este mes bajará al 25% y que para julio se ubicará entre el 21 y 22%, es decir, habremos bajado en estos primeros meses entre 14 y 15 puntos porcentuales desde los 36,6% de cierre del año pasado". Asimismo, garantizó que en el corto plazo se verá un retroceso en la inflación núcleo, aquella que mide precios no regulados y que se centra sobre todo en los valores de la canasta básica alimentaria.
En el evento, Sturzenegger apareció acompañado por Lucas Llach (vice del BCRA) y Demian Reidel, el ex JP Morgan que es una de las manos derechas de Sturzenegger en la entidad y hábil comunicador de la posición férrea del BCRA en materia monetaria. Pero hubo algunas particularidades interesantes: la expectativa por lo que iría a decir el titular del Central reunió en la sala de la sede Reconquista a directivos de diferentes sectores empresarios.
Se lo vio a Vicente Lourenzo, dirigente de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), sector afectado por el acceso al crédito y crítico de las tasas altas; Claudio Cesario, de la Asociación de Bancos de la Argentina (bancos privados de capital extranjero); Juan Nápoli, representante del Mercado de Valores; y un viejo conocido que supo tener vínculos extremadamente fluidos con el kirchnerismo y que hoy ocupa un lugar de privilegio en el Banco Nación. La referencia es a Luis Ribaya, ex directivo del Banco Galicia y gestor de cuentas de la familia Kirchner e íntimo amigo del ex ministro de Planificación, Julio De Vido.
Más allá de la independencia operativa del BCRA, Sturzenegger tiene bien en claro que tiene que cumplir con la promesa que le hizo al Presidente de la Nación, Mauricio Macri, que es ordenar cuestiones de política monetaria y bajar la inflación. Por eso es de lo más sólido que tiene para mostrar el Gobierno Nacional en materia de posiciones técnicas y objetivos, más allá de si esos métodos gustan más o menos. No tiene además pelos en la lengua para dirigir mensajes no complacientes. Sentado sobre la derecha del auditorio, sobre un escalón que da a las ventanas, se acomodó Cesario, de ABA. En varias oportunidades el presidente del BCRA lo miró luego de haberlo identificado, como hizo con casi todos los presentes. Para los bancos hubo mensajes: “En los cuatro años del cepo -dijo Sturzenegger- hubo ganancias del sector financiero muy por encima de la inflación, fueron buenos años para ese sector”. Y agregó que “la tenían bastante fácil, pero hoy se tienen que poner a competir en la captación de depósitos”. Por lo bajo, Cesario cuchicheaba con otros referentes del sector bancario, antes de irse previo a la culminación del evento. Fueron varios dardos sutiles para pedirle al sector bancario mayor compromiso en el proceso de recuperación de la economía.
En los pasillos, una vez finalizada la conferencia de la cual Sturzenegger salió apurado y esquivando algunos cuestionamientos pendientes, se habló de la intransigencia del BCRA en la cuestión de fondo de bajar la inflación. Algunos directivos del Banco Provincia allí presentes respaldaron la postura. Poco se habla en esos núcleos de perspectivas políticas. Y es hasta lógico. Una modificación de las tasas hacia abajo podría favorecer un repunte más rápido de la economía en la previa a octubre, pero con un costo casi total para el Central. La entidad perdería credibilidad ante inversores y el cambio de tasa generaría un rebrote inflacionario mayor al estimado hoy. En ese dilema está hoy atrapado el Gobierno Nacional, aunque para el BCRA parece estar todo claro.