Cambiemos. la grieta

La relación Macri – Monzó se deteriora a medida que se acercan las urnas

El Presidente sospecha que el titular del Congreso se prepara para pegar el portazo. Cerca del bonaerense lo niegan, pero le adjudican a la Rosada planes para reemplazarlo. El factor Randazzo.

A contrapelo del pico de actividad que registró el año pasado, el Congreso de la Nación brilla por su ausencia en este año electoral. El dato confirma uno de los deseos del presidente Mauricio Macri, pero profundiza la desazón del titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, el hombre que, durante la “edad media” de la prehistoria del PRO, supo ser uno de sus principales arquitectos electorales para consolidar la candidatura presidencial de su jefe político. Los invitados al almuerzo que este martes organizó la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina pudieron apreciar que el diputado y ex ministro de Asuntos Agrarios de Daniel Scioli no pasa por un buen momento. Su rostro adusto encierra varias semanas de desencuentros con la Casa Rosada y, especialmente, con el jefe de Estado. La versión se puede escuchar en Balcarce 50 y también en el palacio legislativo de la avenida Rivadavia, donde deslizan que el mandatario estaría dispuesto a desplazarlo del cargo y buscarle un reemplazante antes de que el destinatario de sus sospechas pegue el portazo y arme un bloque propio dentro del PRO para reflejar su malestar, especialmente, sobre el rumbo de la administración y por su virtual proscripción en los territorios donde, hace dos años, fue un colaborador clave para conquistar a su electorado.

 

Las versiones suman volumen en la medida en que el calendario electoral se acerca, pero, por fuera de las especulaciones, la gélida relación entre Macri y Monzó es tan palpalble dentro del gabinete como entre los diputados que juran lealtad al hombre que, hasta que se peleó con el ministro coordinador, Marcos Peña, era uno de las piezas determinantes dentro de las mesas de estrategia que encabeza el Presidente desde que asumió.

 

Debajo del hielo que congela la Avenida de Mayo entre el Congreso y la Casa Rosada, circulan ríos de versiones demasiado calientes. Una de ellas, que retumbó hasta el viernes, indicaba que el último diálogo que mantuvo “Emilio” con “Mauricio” fue para reclamarle el cumplimiento del compromiso de designarlo como jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, en lugar de Peña. Ante las consultas de Letra P, un escudero del monzoísmo con poltrona propia dentro del recinto repudió la versión, pero no pudo ocultar su reacción. “Primero quisieron buscarle reemplazante y ahora, como no lo encuentran, inventan la versión del portazo”, bramó uno de los actuales integrantes del bloque Cambiemos, que no descarta abrazar a su jefe en caso de que decida armar una bancada propia.

 

En los últimos días, se amontonaron datos que confirman el desarrollo de una intensa guerra fría y descubren a operadores de la Casa Rosada trabajando en las sombras. Primero, dos audios con supuestas conversaciones entre presuntos habitantes del planeta Cambiemos llegaron por Whatsapp, con precisión quirúrgica, a numerosos periodistas que cubren la política. En esas charlas, se hablaba de peleas entre el Presidente y el diputado y de reproches de aquel a éste. Después, la causalidad volvió a tener cara de causalidad: con sincronización suiza, los diarios Clarín y La Nación publicaron notas sobre la parálisis del Congreso. Cara de perro, patas de perro y mueve la cola.

 

 

Junto a los dardos envenenados que se prodigan los diputados y los funcionarios de Cambiemos, los humores dentro del Congreso oscurecieron cuando fue confirmada una reunión del Presidente con el vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli. En la Rosada no hubo respuestas al respecto, pero en el viejo palacio de las leyes sostienen que la cita fue para proponerle que secunde a Elisa Carrió en la lista de diputados nacionales por la Ciudad. El objetivo principal sería conseguir un reemplazante amarillo para Monzó.  Pero habría un plan B que tributaría a la misma meta: el regreso del ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, a la arena porteña. O sea, Ritondo diputado y, a partir de diciembre, Ritondo presidente de la Cámara. Se descuenta: si fuese para sacar de la cancha a su adversario interno más importante, Vidal estaría dispuesta a entregar una ficha relevante de su equipo de gobierno.

 

Para Macri, su ex hombre de confianza dentro del Congreso ya tiene las valijas listas para volver al espacio que nunca abandonó: el peronismo, un sitial que, dentro de la balcanización del Frente para la Victoria, ofrece adyacencias fértiles para que Monzó pueda acercarse al ministro del Interior y Transporte de CFK, Florencio Randazzo, que pegó el portazo dentro del armado electoral de la entonces mandataria cuando le negaron la posibilidad de mantener su candidatura presidencial.

 

En las intimidades del panperonismo hay un dato que nadie desmiente: la relación entre Monzó y Randazzo es de confianza, respeto, cercanía y coincidencia ideológica, cuatro factores que despiertan la inquina presidencial y potencian las sospechas que disparó Monzó el año pasado cuando explotó ante la decisión de la Casa Rosada de dejarlo completamente afuera del armado electoral en la provincia de Buenos Aires. Tras la expulsión de su tierra originaria, el titular de la Cámara baja protagonizó una áspera discusión con Peña y luego blanqueó una parte muy conocida de sus desacuerdos con el ministro coordinador: el consultor externo Jaime Durán Barba, destinatario de la bronca del bonaerense desde que entró al Gobierno porteño bajo la égida de Peña para afianzar la marca Macri en distintas zonas del país, como Córdoba, y cotos de caza determinantes para una victoria, como el distrito que María Eugenia Vidal gobierna desde que Cambiemos llegó a Balcarce 50.

 

En el monzoísmo creen que “Mauricio compró las versiones sobre Randazzo” y que eso explica la hostilidad del Presidente. Sin embargo, dentro del interbloque de Cambiemos, los socios radicales y lilitos del PRO aseguran que la pelea de Monzó y Macri es tan cerrada que, si las alquimias fallasen, el titular de la Cámara armaría un bloque propio y dejaría la titularidad del tercer puesto en la línea de sucesión presidencial.

 

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta
Javier Milei y Victoria Villarruel, en el Congreso. El viernes participarán de la apertura de sesiones. 

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