SANTIAGO DE CHILE (Enviado especial) La contundente victoria de Sebastián Piñera en el ballotage presidencial celebrado este domingo en Chile -se impuso por nueve puntos de diferencia: 54,57% a 45,43%- lleva de vuelta a La Moneda al empresario y pone en crisis al espacio de centroizquierda que, esta vez con Alejandro Guillier, como lo fue en 2009 con Eduardo Frei, vuelve a perder contra el ex presidente y su alianza de centroderecha.
Piñera tendrá en Argentina un aliado que no tuvo en su primer mandato, cuando gobernaba el kirchnerismo: lo une con Mauricio Macri una vieja amistad y coincidencias políticas de fondo. De hecho, en la previa de la segunda vuelta, el titular de la Casa Rosada grabó un video de apoyo a su amigo trasandino.
Aunque los resultados estaban muy frescos al cierre de esta nota, pueden sacarse algunas conclusiones preliminares. Primero, que prácticamente fue a votar la misma cantidad de gente que en la primera vuelta (47% de participación, contra 49% de los primeros comicios) puede inferirse que algunos electores que fueron en la primera no lo hicieron en la segunda y a la inversa, pero esos porcentajes no deberían ser relevantes.
¿Como llegó Piñera al 54%? Primero, con su 36% propio de la primera vuelta más el 8% de José Antonio Kast, que, aunque receloso del giro al centro de Piñera, seguramente pesó más en su decisión el temor a que Chile se convirtiera en "Chilezuela" si ganaba Guillier con apoyo del Frente Amplio y corría su agenda centrista hacia la izquierda.
Pero eso suma 44% y está lejos del 54% final. Es altamente probable que muchos de los votantes de Carolina Goic -6%-, representante de la Democracia Cristiana, hayan desoído el pedido del partido y la propia Goic de apoyar a Guillier y se hayan movilizado por Piñera.
Hay un dato esclarecedor: la diferencia entre los candidatos parlamentarios de la DC respecto a Goic fue en promedio de 5% y esos serían los votantes democratacristianos simpatizantes de Guillier, los que ya lo acompañaron en primera vuelta compartiendo con sus candidatos legislativos. El resto o parte de ellos nunca quisieron acompañar a Guillier: fueron más permeables a la agenda de centro de Piñera que a la profundización de las reformas que alentó Guillier para competir primero y cooptar después al Frente Amplio.
No hay que descartar, además, que ese 2% más que se acercó a votar recién en la segunda vuelta lo haya hecho mayoritariamente por Piñera e incluso que muchos votantes del Frente Amplio, recelosos de tener que votar por un candidato al que desprecian por su "tibieza", se hayan quedado en la casa y que, en cambio, muchos apartidarios que no fueron en la primera vuelta lo hicieron ahora para evitar la mencionada "chilezuela" que en Chile tiene un linkeo directo a su historia, al gobierno de Salvador Allende en los 70.
¿Y de donde salió el 45% de Guillier? En principio, hay que sumarle a su magro 22% de la primera vuelta los 6 puntos de Marco Enríquez Ominami, que lo respaldó abiertamente. Una decisión similar tomó la DC, pero hay una alta probabilidad de que sus votantes hayan hecho más caso a las figuras históricas del partido -que apoyaron a Piñera- que a sus autoridades. Imaginando que un 2 o un 3% del 6% de la DC haya acompañado, se llega a un 30% de Guillier.
Para alcanzar el 45% es indudable que hubo un aporte de los votantes del Frente Amplio. Sus dirigentes lo hicieron con recelo y, más que a favor, pidiendo el voto contra Piñera. Está claro que la mayoría lo hizo, aunque no fue suficiente. Probablemente, el grupo más ideologizado de esa fuerza se quedó en su casa y, sumado a los democratacristianos, que, del otro lado del espectro ideológico, acompañaron a Piñera, acaso haya definido los números finales.
LA GRIETA. La polarización entre izquierda y derecha, entre conservadores y progresistas, entre los pro mercado y los pro estado, sin dudas se vino a América Latina para quedarse por un rato largo. Las posiciones intermedias -el centrismo, el camino del medio, la búsqueda del equilibrio fiscal con políticas sociales activas- no son atractivas electoralmente. O no lo son tanto.
El gobierno de Michelle Bachelet no fue de izquierda. Mantuvo las bases económicas heredadas de Pinochet y el ideólogo de la dictadura, Jaime Guzman, pero se animó a hacer reformas en temas sociales como educación, salud, economía (impuesto) y género. Su candidato apenas pudo superar a la candidata del Frente Amplio, probablemente ayudado porque las encuestas no le dieron entidad a Beatriz Sánchez y, consecuentemente, desalentaron su voto.
El Frente Amplio, el equivalente a Podemos en España o al kirchnerismo menos peronista de Argentina, festeja en silencio este resultado. Ahora sí tendrá en el Palacio de La Moneda a un presidente de "derecha" que no atenderá sus reclamos y al que podrá votarle en contra todo en el Parlamento sin esas negociaciones que fueron la base de la democracia chilena post dictadura y que el FA, como Podemos en España, repudia.
Lo contaba Letra P en la crónica de los actos de cierre: la grieta está en la calle. Maneras de vestirse, la música que sonaba, el escenario elegido, las identificaciones (o no) partidarias, los souvenirs y el merchandising electoral, todo era sustancialmente distinto a pesar de que había apenas diez cuadras de diferencia entre uno y otro evento.
MINORÍA. Piñera no tiene mayoría propia en el Congreso, pero podría obtenerla sumando votos de parlamentarios de la DC u otros de lo que fue Nueva Mayoría. Esos legisladores representan espacios de poder, partidos que administran comunas y tienen estructuras que se sostienen desde el Estado. No apoyarán todo, pero lo harán en las cuestiones sustanciales porque es el modo en el que entienden la política y en el que se manejaron desde 1989.
Los parlamentarios del FA no tienen ese compromiso y probablemente los señalarán con el dedo como cómplices para terminar de cooptarles sus electores más de izquierda. Piñera vuelve a ser presidente y al cierre de esta nota celebraba con su esposa y Guillier y su esposa al lado, pero probablemente el Chile que gobernará hasta 2022 no sea el mismo de antes.