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Macri enfrenta el tedeum resignado a que le hablen de pobreza y desempleo

Sacerdotes y funcionarios pronostican que serán los ejes de la homilía del arzobispo Mario Poli. La relación entre Estado e Iglesia bajo la sombra de un Papa argentino y un mandatario de derecha.

Este miércoles 25 de mayo, el presidente Mauricio Macri transitará la alfombra roja de la Catedral Metropolitana por segunda vez desde que asumió la jefatura del Estado argentino. Lo hará con la certeza de que escuchará una homilía que no prescindirá de dos temas delicados: pobreza y desempleo. Está preparado para eso e intentará mantenerse imperturbable.

 

Su primera incursión como jefe del Estado bajo los añejos techos del mismo templo data del 11 de diciembre pasado, cuando el cardenal primado y arzobispo porteño, Mario Aurelio Poli, encabezó una ceremonia interreligiosa para bendecir al nuevo gobierno. Ese día, ante un flamante gabinete recién asumido, Poli consideró que “imitar a Dios misericordioso es inclinarse ante los pobres”. Pidió “mirarlos desde bajo, no desde arriba”, porque se trata de “los que no tienen voz, los que se caen del sistema, los pequeños privilegiados de Dios. Todo lo que hagamos por ellos, a él se lo hacemos. Y Dios no se deja ganar en generosidad”, advirtió el jefe de la diócesis porteña, que ocupa el cargo desde que su antecesor, Jorge Mario Bergoglio, fue electo Papa y decidió sacarlo de La Pampa para ponerlo al frente del clero porteño, compuesto por casi unos 500 sacerdotes que fueron convocados por Poli para participar del primer tedeum del flamante presidente.

 

Algunos de esos mismos invitados, consultados por Letra P, opinaron que su principal jefe de tropa volverá a hablar del tema que, según se atajaron en la Casa Rosada, no les afecta. “El cardenal no va a dejar de hablar de pobreza y de la falta de trabajo, pero seguramente hará un llamado a la unidad, porque no cabe duda de que seguimos muy divididos, porque hay gente que está muy en contra y otra que está muy a favor”, confió un poseedor de sotana con varios años dentro del clero porteño, los suficientes como para conocer al entonces arzobispo Bergoglio desde que ocupó el cargo en 1997 hasta que ganó la elección papal en marzo de 2013 y luego comenzó a mover sus fichas dentro de la cerrada estructura del clero argentino.

 

Luego de ungirlo como arzobispo, Bergoglio nombró a Poli como cardenal primado de la Argentina, es decir, como el hombre que puede votar en nombre de su episcopado para elegir al próximo papa. “Poli es Bergo, pero sin su cintura política. Sin embargo, es un tipo que entiende la política, no se blinda del mundo y sigue andando en bicicleta, bien calladito, como lo hacía en La Pampa”, explica otro interlocutor de este arzobispo, cardenal y vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), actualmente presidida por monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe, otro dueño de sotana de estrecha relación con el Papa que ya superó los 75 años de edad jubilatoria.

 

Algunos protagonistas del puente aéreo que comunica a Buenos Aires con Roma desde que Bergoglio tiene las llaves del Vaticano sostienen que el papa argentino no pierde de vista que Macri recién lleva medio año al frente del Gobierno, pero que sus funcionarios “pagaron la deuda externa sin dejar de aumentar la deuda interna” con una velocidad que no deja de impactar por “el impacto del ajuste y el costo social que provocó semejante giro".

 

El dato político que atraviesa a varios obispos, colegas de Poli, está en la provincia de Buenos Aires. Se trata de la misma iglesia que hizo campaña contra la candidatura de Aníbal Fernández a gobernador bonaerense por el Frente para la Victoria, pero que ahora transmite su preocupación, azorada por el impacto del ajuste, especialmente en las tarifas del transporte, los combustibles, la luz, el gas y el agua. Uno de ellos, que integra activamente el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, evalúa que “la gente que votó a Macri bancó al PRO hasta que le aumentaron las tarifas”.

 

Fuera del secretismo político que atraviesa a los sacerdotes bonaerenses y porteños, el gobierno sigue con atención las apreciaciones de otras espadas eclesiásticas del interior, que preanuncian el clima que respira el clero en cada territorio. “El trabajo inseguro, precarizado, es una dificultad para el desarrollo normal de la vida. Pero esto se ha agudizado con la crisis de estos últimos meses con este encarecimiento de la vida, particularmente de los alimentos”, espetó esta semana el obispo de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic, que antes de ser enviado al nortoeste, tierra del primer obispado argentino, estaba dentro del arzobispado porteño como auxiliar de Bergoglio. Marcelo Colombo, al frente del obispado de La Rioja, evaluó esta semana que “estamos en un momento difícil, porque el impacto de las medidas económicas se hace sentir en los hogares más pobres”, una línea similar al planteo que hizo el jefe de la diócesis de Paraná, Juan Alberto Puiggari, cuando le dijo a los flamantes curas de su diócesis que “como sacerdotes no podrán estar lejos del sufrimiento de sus fieles”

 

Desde la Casa Rosada, uno de los funcionarios que hoy acompañará al presidente en la Catedral, explicó a Letra P que “sería totalmente atemporal que hagan algún planteo sobre la pobreza, porque este gobierno no cumplió los seis meses”. Desde una oficina que mantiene un estrecho intercambio con la Iglesia, tampoco descartaron que Poli hable de la situación social, “como siempre lo ha hecho, pero creo que si lo hace, habrá dicho algo que esperan los periodistas y lo repetirán todos”, analizó el funcionario, siempre en reserva de su identidad. Aún así, para defender la relación que teje desde la Rosada con la representación política del clero, el funcionario aclaró: “No nos centramos en la homilía, sino en la relación sana que estamos construyendo: son procesos donde estamos ganando confianza. Pero a la homilía la iremos a escuchar, como corresponde”, remarcó el hombre sin sotana y con rango de sub secretario de Estado.

 

El interbloque del peronismo en Santa Fe.
Maximo Kirchner.

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