“El 22 de agosto habrá una sola CGT”. El metalúrgico Antonio Caló, líder de la CGT Alsina –la que fue “oficialista” en el kirchnerismo- encaró el micrófono con un objetivo central –acaso, un encargo acordado-: anunciar la reunificación de las centrales obreras. A su espalda asentía el camionero Hugo Moyano, jefe de la CGT Azopardo –la “opositora” en tiempos K-, quien cerraría el acto con el discurso más prolongado y escucharía varias veces la más maravillosa música: “Hugo no se va… Hugo no se va…”.
Enérgico, Caló enfatizó que la impresionante movilización sindical de este viernes, con la excusa del Día del Trabajador que se celebrará el domingo, “no es contra el Gobierno, sino en defensa de los trabajadores”. Dijo que “lo que ha aumentado en estos cuatros meses es la pobreza” y que “no hay nada más triste que quedarse sin trabajo”, por lo que cada empleo “va a ser defendido en la calle”. Pero su rol era otro: debía anunciar la reunificación, sin rodeos. “Vamos a hacer una sola CGT”, proclamó, casi sin preámbulos. Y dio detalles: el 6 de junio se reunirá el Comité Confederal y el 22 de agosto, “día del renunciamiento histórico de nuestra compañera Evita”, será convocado el Congreso Nacional de la central obrera para sellar la paz.
Hasta ahí, todo bien. Pero por algo el movimiento obrero argentino no está unido desde 1990, tras los años dorados del liderazgo del cervecero Saúl Ubaldini, el de los 13 paros generales contra Raúl Alfonsin.
Algunos detalles a tener en cuenta:
- En la mesa principal, flanqueaban a Moyano los secretarios generales de las dos vertientes de la CTA: a su derecha, el estatal Pablo Micheli, de la “Autónoma”; a su izquierda, el docente Hugo Yasky, de la “De los Trabajadores”. La disposición de estos dos dirigentes a diluirse bajo el sello cegetista es una incógnita. Más: para llegar a eso, primero deberían limar asperezas entre ellos, que siguen siendo importantes. Micheli, de hecho, dijo que los dirigentes que se reunieron para la manifestación de este viernes dejaron “momentáneamente” de lado sus diferencias.
- Más a la derecha del camionero, en la punta de la mesa, estaba Andrés Rodríguez, el mandamás de UPCN. No se entendía bien por qué le habían dado ese lugar protagónico si no es cabeza de ninguna de las cinco centrales sindicales. Una posible explicación: quisieron disimular la ausencia de Luis Barrionuevo, secretario general de la CGT Azul y Blanca. El gastronómico retiró su apoyo y sus tropas a último momento. Motivo formal: la participación de estructuras ajenas al sindicalismo, como partidos políticos y organizaciones sociales. Verdadera razón: su alineamiento político con Sergio Massa. El líder del Frente Renovador fue gestor de la ley anti despidos y responsable, en buena medida, de la reunión de todo el arco sindical y todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria detrás de esa iniciativa. Pero, fiel a su estilo, negoció con la Casa Rosada, se replegó, pateó el tablero y rompió el consenso. En ese escenario, Barrionuevo no podía quedar pegado al reclamo en favor de la sanción de esa iniciativa y las advertencias de una profundización de las protestas -un paro nacional- en caso de veto presidencial.
SAÚL, QUERIDO. El cervecero Ubaldini es el último prócer de la unidad sindical. Fue, recuerdan los nostálgicos, el dirigente que encabezó el primer paro general contra la dictadura de Videla, el 27 de abril de 1979. Lo bancaba el metalúrgico Lorenzo Miguel, preso en ese momento y representado por quien después sería uno de los más representativos barones del conurbano: el ex intendente de Tres de Febrero Hugo Curto. Con camioneros y taxistas, Ubaldini lideraba la llamada Comisión Nacional de los 25, que sería años después la columna vertebral de la CGT que le complicó la existencia a Alfonsín con los famosos 13 paros generales.
En el ocaso del Proceso y los primeros años de la nueva democracia, el cervecero tuvo que trabajar para desmontar una CGT paralela: la del plástico Jorge Triaca, el empleado de correos Ramón Baldassini y la UOM de Avellaneda, más los gordos Armando Cavallieri (Comercio) y Carlos West Ocampo (Sanidad).
La CGT unificada no duraría mucho: del ‘86 al ‘90. Ya en la Casa Rosada, Carlos Menem metió una cuña y alentó el crecimiento de los Gordos, representantes de los únicos gremios que sobrevivieron al modelo neoliberal: los de servicios. Los Cavallieri, los West Ocampo y… el gastronómico Barrionuevo, más Rodolfo Daer, de la Alimentación, la única industria que, gracias a la llegada de grandes multinacionales del rubro, pudo zafar de la debacle del sistema productivo nacional.
Sin margen para combatir al Gobierno desde esa CGT, en 1991 Víctor De Gennaro se corta con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), y en 1994 Moyano, Ubaldini y Lorenzo Miguel fundan el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), que sería la nueva CGT en tiempos de Néstor Kirchner.
Los 2000 son historia conocida. En 2009, Moyano todavía bancaba el modelo K: ese año, llamó a votar por la lista de candidatos a diputados nacionales que encabezaban Kirchner y Daniel Scioli. Y después alentó la reelección de CFK. “Acompañaremos a la Presidenta hasta el último día de su mandato y lo seguiremos haciendo en el período siguiente si quiere continuar", dijo el camionero el 28 de octubre de 2010, al día siguiente de la muerte del ex presidente, en el histórico edificio de la calle Azopardo.
El segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner fue el tiempo de los sindicalismos oficialistas y opositores. De un lado, la CGT de Caló y la CTA de Yasky. Del otro, las CGT de Moyano y Barrionuevo y la CTA de Micheli.
A cuatro meses de su asunción en la presidencia de la Nación, Mauricio Macri, con sus políticas de “sinceramiento”, que incluyeron una devaluación del 50%, aumentos de hasta 500% en las tarifas, una inflación desbocada y una ola de despidos que ya dejó en la calle a más de cien mil personas, consiguió re-unir a cuatro de esos cinco dirigentes acostumbrados a las fricciones. Y uno de ellos anunció: “El 22 de agosto habrá una sola CGT”. Hasta ese día, mucha agua correrá bajo el puente.