Con una ayudita de los amigos

El regreso de Heidi: Vidal intenta recuperar el candor perdido

Tras cuatro meses de gestión que endurecieron sus facciones, en un reportaje con la revista de Clarín vuelve a sonreír y a cultivar el perfil de chica común de barrio con problemas de mujer de a pie.

En la ventanita de tapa de Clarín dedicada a la nota central de Viva, la revista dominical del diario, aparece el título “María Eugenia Vidal, madre on line”, que lleva esta bajada: “A los 42 años, con tres hijos y separada, la gobernadora de Buenos Aires cuenta cómo lleva su nueva vida”. En la foto, ella muestra su amplia, amigable sonrisa. 20.376 caracteres de texto después, en el otro extremo de la producción, el reportaje termina concluyendo que “María Eugenia Vidal, puntal de la victoria electoral de Macri, combina sus roles de madre y gobernadora”, y anuncia que “hoy domingo (…) irá a la panadería La Española de Castelar a comprar las facturas”.

 

Con un ayudita de los amigos, la gobernadora bonaerense intentó este domingo volver a mostrar a la chica común, de barrio del conurbano, que va a la panadería. Que lidia con sus problemas de colesterol alto. A la mamá que se desdobla. A la mujer que tiene los mismos problemas y contratiempos de sus congéneres de a pie. Que pelea con su peso y se tienta con pastafrolas. Que se casa y se separa. Que cargosea a sus hijos para que se abriguen y aprovecha la tecnología para no perder contacto con los chicos durante sus maratónicas jornadas de trabajo.

 

Vidal intentó, este domingo, volver a ser Maru, la chica candorosa que arrastró votos a paladas en el hostil (por tan peronista) territorio provincial en los tiempos de la campaña, cuando Felipe Solá, que había estado seis años ahí, gobernando Buenos Aires, la apodó Heidi, el personaje de las mejillas ruborizadas que corría y tropezaba por aquella pradera animada que poco tiene que ver con la llanura bonaerense, mucho más árida.

 

Se entiende: entre aquella piba común de barrio de conurbano-mamá desdoblada-mujer que se tienta con pastafrolas y la gobernadora Vidal de hoy pasaron todas estas aguas bajo el puente –y tantas otras- que endurecieron sus facciones y, acaso, alteraron la percepción que los bonaerenses tenían de ella:

 

  • Vidal negoció paritarias con dureza: después de un buen cierre con los docentes, acordó con uno solo de los varios gremios de estatales (los de la ley 10.430) un aumento irrisorio de 15% y clausuró la mesa de negociaciones. Y lo mismo les dio a los jubilados que dependen del Instituto de Previsión Social de la provincia.
  • Guardó silencio cuando la Policía de la provincia reprimió con fiereza algunas manifestaciones de trabajadores despedidos.

 

  • Acompañó, acríticamente, las políticas de ajuste de su presidente, Mauricio Macri, calificadas como “brutales” por aliados del Gobierno.  De hecho, replicó los tarifazos en luz, gas y transporte.

 

  • Aplicó descuentos  indiscriminados a auxiliares docentes que habían realizado retenciones de tareas. En la volteada cayeron todos, incluidas trabajadoras con licencias por maternidad. Una portera marplatense murió después de que su salud se debilitara abruptamente tras comprobar que en su cuenta bancaria no había ni para una cena.

 

  • Destrató a una chica que, durante un acto en Bahía Blanca, se le acercó para advertirle que estaba allí pata repudiar sus políticas “de hambre”.

 

  • Estableció un sistema de seguridad personal que la aísla del público y de la prensa en sus actividades públicas. El modus operandi incluye el despliegue de un aparatoso cerco policial que blinda los edificios a los que asiste. Pasó en la Municipalidad de La Plata cuando se reunió con el foro de intendentes de Cambiemos, donde se prohibió el ingreso de los periodistas y se aplicó el detector de metales a todo quien pudiera acceder al Palacio Municipal. Y se vio también en la Municipalidad de Bahía Blanca, donde, además, la Policía dispersó a manifestantes rociándolos con gas pimienta.

 

  • Decidió abandonar su casa de barrio en Castelar, partido de Morón, para mudarse a una base militar. Para eso, destinará 660 mil pesos del Estado provincial a ampliar y “embellecer” un inmueble del Estado nacional.

 

En la extensa entrevista con Viva, Vidal exhibe su vida privada y cuenta cómo lidia con su rol para seguir siendo la mamá-amiga-ciudadana de siempre:

 

“Todavía me estoy acomodando (…) Todavía no me mudé, calculo que lo haré a mitad de año. Estoy en un proceso de acomodarme a los cambios, no solo yo, también mis hijos, mi familia, la gente que me rodea. Son como muchas cosas. (…) En lo que hace a la separación, es un proceso que tenemos que atravesar y tanto Ramiro como yo hemos puesto a los chicos en primer lugar, que es lo que corresponde y lo que hay que hacer, porque los queremos proteger lo máximo que podamos. Y después, en mi vida en general, trabajo mucho para tratar de hacer lo que hacía antes, aunque menos. Sigo yendo a tomar mate a la casa de mis amigas, el viernes pasado fuimos al cine con mis hijos porque desde que asumí no habíamos ido. Cada tanto voy al supermercado. Si tengo que comprar algún medicamento en una farmacia o caramelos en un kiosco bajo del auto y lo hago. Trato de conservar situaciones de mi vida anterior.”

 

Se presenta, como hizo la vicepresidenta Gabriela Michetti cuando aseguró que siente en su economía particular el impacto de los aumentos en los servicios, preocupada por la escalada de los precios producida por las políticas económicas del Gobierno nacional:

 

“Pago mi comida, con lo cual me preocupan los aumentos de precios”.

 

Pero justifica, apoya y promete:

 

“La inflación es un problema que arrastramos desde hace mucho tiempo, no somos un gobierno que lo niega y sabemos las dificultades que cada vecino tiene frente a eso, pero también confío mucho en Mauricio (Macri) y en el equipo económico que eligió. La situación va a mejorar. Llevamos poco en la gestión y entiendo que ha habido dificultades, pero también que vamos por un camino donde la inflación va a empezar a bajar en un tiempo.”

 

Hace reivindicaciones de género, y vuelve a fortalecer su perfil de mujer común:

 

“Yo soy de las que cree que las mujeres tienen que ocupar más lugares, pero que el principal requisito es la idoneidad. A igual idoneidad, prefiero a una mujer, pero primero hay que pensar quién está mejor preparado para ocupar el lugar, lo cual te lleva a que tiene que haber cada vez más mujeres que quieran ocupar espacios, porque también muchas veces no pueden llegar a la discusión y hay que trabajar para que lleguen a la discusión. Las mujeres seguimos teniendo la doble carga, y me incluyo: la responsabilidad sobre el hogar y la responsabilidad laboral. Todavía culturalmente estamos a cargo de la organización familiar.”

 

Y relata la cotidianidad de ese desafío:

 

“Arranco entre las 6 y las 6.30 y tengo una hora por reloj para todo: desayunar, peinarme, bañarme y cambiarme. Me voy de mi casa entre las 7 y las 7.30, ahí me cruzo con Camila, mi hija mayor, que se despierta temprano para ir a la escuela, y me peleo porque no desayuna, le digo que se abrigue, lo que hacen las mamás. Los otros dos, María José y Pedro, van a la tarde. Hay un día a la semana que voy a mi oficina del Banco Provincia en el Microcentro, cuando tengo reuniones con funcionarios nacionales u otras personas a las que La Plata les queda muy lejos. Y si no, todos los días estoy acá, con las recorridas por los municipios, con una reunión de gabinete cada 15 días afuera. Después voy por las casas de los vecinos, más la agenda que a veces se pone con el Presidente. Mi día laboral es así: un 50 por ciento del tiempo para la gestión, un 20 por ciento de recorridas directas con la gente, un 20 por ciento con algún tema que exija que salga en los medios, y todo el resto es el otro 10. Nunca conocí un trabajo de ocho horas, siempre trabajé mucho tiempo. Y me faltarían muchas horas más. Trato de cumplir la regla de cenar a las 21 en casa con los chicos, sin hablar de trabajo. No les preparo la comida, pero ceno con ellos, me cuentan su día, me muestran los cuadernos de comunicaciones, la mochila, la tarea. Me convertí en una madre on line. Camila, que ya tiene 15, me define como "madre intensa", lo cual traduce vocablos más impronunciables, jaja. Ahora Cami tiene celular, así que nos mandamos mensajitos, controlo todo el tiempo dónde está. De los más chicos tengo presente sus actividades, a qué hora llegan, a qué hora vuelven, quién los va a buscar, quién los trae, los cumpleaños. Soy de estar muy encima.

 

Y también sus debilidades de mujer vulnerable, como todas:

 

“Tomo medicación para el colesterol desde hace años y lo tengo bastante controlado. Pero claramente la cantidad de horas de trabajo y la responsabilidad que tengo hacen que duerma poco y que haga dos comidas, el almuerzo y la cena. En dos años, bajé 15 kilos. Si estoy demasiado acá y me traen pastafrola, la como. Soy una persona que le pone mucho el cuerpo a esto, a mí no me pasa desapercibido nada. Pero prefiero eso, eh, involucrarme y no ser indiferente. Por suerte, tengo mucha gente que me cuida. Mi papá es cardiólogo y me llama por teléfono, me persigue hasta debajo de la cama, olvidate. Estoy bien custodiada. Con mi hermano Nicolás, que es profe de educación física, volví a hacer gimnasia. Y tengo una cinta para caminar, así que voy andando.”

 

Le preguntan: “Hiciste la campaña tocando timbre casa por casa, pero pronto vas a vivir en un barrio militar, ¿no tenés miedo de aislarte?” Y cabecea:

 

“Cuando tenga la casa, verán que no es un barrio recontra cerrado. Hay una escuela, vive otra gente, y aparte funciona una base militar. Yo les había prometido a mis hijos vivir en Morón, para que no cambiaran de escuela y esa casa resuelve el problema. En cuanto al estilo de la relación directa con la gente, sigo tocando el timbre, una vez por semana. Y trato de hacer una visita sorpresa a una oficina pública y a una ONG. Hace unos días fui a Lobos, a la asociación para chicos con discapacidad Mostrando Caminos, donde había estado con Mauricio en la campaña. Estuve un rato con ellos, charlando, y después me fui a tocar timbres con el intendente. Y además hago un mano a mano, que es ir a ver a la gente que me invita por Facebook a su casa. Sigo con eso, no me aíslo.”

 

También la preguntan si le molestó que la llamaran Heidi. “No me hice mucho cargo”, asegura.

 

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