A Horacio Rodríguez Larreta lo desvela una obsesión: ser mejor jefe de Gobierno que Mauricio Macri. No se conforma con ser el continuador de la obra del Presidente en la Ciudad de Buenos Aires y sabe que, para dejar su propia marca, debe trabajar sobre lo construido pero desarrollar una agenda nueva de gestión en la que se destaque su firma.
Esto último se debe a que, según analizan en el larretismo, “Horacio tiene la vara muy alta porque la gestión de Mauricio fue ponderada positivamente por los porteños”. El lema es “mantener lo que se hizo y darle valor agregado”.
Quizás por esto, la nueva administración no se diferenciará mucho de la anterior en torno a medidas sino que los cambios vendrán por medio de acciones simbólicas.
De a poco, el jefe de Gobierno porteño, que fue el brazo operativo durante los dos períodos de gobierno macrista, da señales de cómo empieza a perfilar su administración en busca de un sello propio. No lo apura el reloj de la gestión porque está convencido de que su mandato durará ocho años; lo corre el desafío autoimpuesto de ser más que casero que eligió el Presidente para custodiar el pago chico.
Rodríguez Larreta sabe que no es Macri. O sea: es menos carismático, pero tiene una reconocida voluntad de trabajo. Por eso, no se va a quedar quieto en el escritorio. Va a caminar la calle y a profundizar el encuentro con vecinos, la primera diferencia con su jefe político.
En esas charlas en las veredas y las instituciones sociales porteñas, el titular del Ejecutivo suele recibir cuestionamientos y reclamos: se le exigen soluciones a los problemas particulares de cada barrio. Quienes lo acompañaron en alguna oportunidad destacan que Larreta no se inmuta: acepta las críticas (incluso las subidas de tono) y siempre da una respuesta. “Pone la cara y se come los palos de la gente, mientras que a Mauricio eso no le salía, le costaba”, cuenta uno de sus asesores.
Semana tras semana, su equipo elige los barrios que visitará. Las actividades siempre son dos: mantiene una reunión con vecinos (con agenda abierta) o recorre una zona del barrio a pie. Los días elegidos son los jueves, los viernes y los sábados. En una de esas tres jornadas que repite semanalmente mantiene un “encuentro temático”, donde se entrevista con porteños por temas puntuales, como hizo hace pocos días cuando se encontró con un grupo de skaters.
En concreto, Larreta está seguro de que debe intensificar el mano a mano con los porteños. “Va a trabajar fuerte la relación de contacto directo con el vecino porque sabe que no entra por carisma, sino porque la gente sabe que es laburante y por su capacidad de trabajo”, admite otro de sus asesores.
También ahondará en el diálogo directo con sus dirigidos. Al igual que Macri, responde a todos los funcionarios que le escriben vía celular o le piden una entrevista. A su vez, mantiene las reuniones periódicas de gestión en las que se evalúan avances, trabas y retrocesos de los ministerios.
Agenda social. Según destacan voceros de la gobernación porteña, el nuevo alcalde pondrá énfasis en “hacer más visible lo social”, algo que la administración precedente “no explotó”.
Esa idea de construir un perfil más social y cercano por parte del jefe de Gobierno tiene, también, un capítulo clave: la realización de obras.
Rodríguez Larreta aspira a urbanizar la Villa 31 de Retiro, aunque antes avanzará con la apertura de calles y el proceso de urbanización en la Villa 20, ubicada en Villa Lugano. Para esto, creó un equipo que trabajará exclusivamente en esta labor, coordinado por Diego Fernández, ex jefe de Gabinete del Ministerio de Educación porteño, que reportará ahora a Felipe Miguel, el titular de la Jefatura de Gabinete de la Ciudad.
En el caso puntual del asentamiento de Retiro, los miembros del entorno más cercano al jefe de Gobierno confían en la buena voluntad de la Casa Rosada versión PRO. “Ahora nos vamos a olvidar de la disputa por el terreno que teníamos con el kirchnerismo”, se entusiasman.
La marca que quiere dejar Rodríguez Larreta se extiende también a obras hidráulicas, mejoras en el subte y la posibilidad de sellar de una vez el complejo proceso de transferencias de competencias de la Nación a la Ciudad, entre las que se enmarcan la Justicia, el puerto y hasta los juegos de azar y apuestas.
Como mínimo, el Gobierno porteño confía en terminar con todas las estaciones de subterráneo que se están construyendo en las líneas H y E, además de incorporar nuevos coches en todos los ramales. Al mismo tiempo, trabaja para avanzar con la eliminación de las barreras y la creación de pasos bajo nivel en los cruces ferroviarios del distrito.
Una de las medidas emblemáticas de la gestión Macri en la Ciudad fue el metrobus. El nuevo gobierno mantendrá el sistema de carriles exclusivos para colectivos, pero avanzará en la creación de uno transversal, que uniría seis barrios de norte a sur.
Otra de las obras clave que planea tendrá que ver con la ingeniería hidráulica. Larreta imagina que podrá lograr con el Arroyo Vega lo que representó el entubamiento del Medrano para Macri.
Segura y moderna. Existen dos pilares de gestión con los que el jefe de Gobierno fantasea y sólo echó a rodar delante de su mesa chica de colaboradores. Por un lado, la idea de una “Ciudad Segura” y, por otro, una “Ciudad Moderna”.
Quienes escucharon esas motivaciones explican que el perfil que desarrollará Larreta estará atado a estas consignas. La primera depende del traspaso de parte de la Policía Federal de la Nación a la Ciudad. “Tiene que ser mucho más que sumar dos fuerzas de seguridad. Tenemos que demostrar al porteño que la gestión del traspaso convertirá a la Ciudad en un lugar seguro”, advierte un funcionario con despacho en Parque Patricios.
El otro aspecto busca que todos los avances del gobierno de Macri en torno a gobierno abierto y modernización del Estado también tengan su eco en el sector privado. En síntesis, promover en la Ciudad las industrias que generan mano de obra calificada en áreas de desarrollo e innovación tecnológica. El primer paso lo dio el ex presidente de Boca con la creación del Distrito Tecnológico, en el sur de la Ciudad, muy cerca del moderno edificio de la Jefatura de Gobierno. Y, también, procura aumentar la cantidad de lugares públicos con acceso gratuito a conexión WiFi.
Rodríguez Larreta está convencido de que, para hacer todo esto, tiene ocho años. Pero eso no calma su ansiedad: quiere ser ya Rodríguez Larreta, no el que heredó a Macri. Lo moviliza, además, el sueño mayor: mudarse en 2023 a la casa que ahora alquila su jefe en Plaza de Mayo. Pero de eso, por ahora, no va a hablar.