Fuga y crisis. ENFOQUE

Bombas de humo en el desierto

En el octavo día de búsqueda errática, el gobierno de Vidal naufraga en desesperación y entretiene con fuegos de artificio para correr el arco. El caso Mallo. La foto de trabajo. El favor de Ottavis.

“Mientras los prófugos siguen sueltos, los allanamientos en los entornos de Martín y Christian Lanatta, y Víctor Schillaci estarían dando algunos resultados. Según adelantaron fuentes del Ministerio de Seguridad bonaerense a Clarín, en una de esas pesquisas se encontraron armas no declaradas en una vivienda de Marcelo Mallo, el jefe ultra K de Hinchadas Unidas Argentinas, una ONG de barrabravas que se formó para viajar al Mundial de Sudáfrica, amparada por el Gobierno de Cristina”, informó este domingo el diario del holding beneficiado por los decretos del presidente Mauricio Macri contra la ley de medios, y agregó: “Mallo, un barra de la zona de Quilmes, ya había sido mencionado con el Triple Crimen de la Efedrina, por sus vínculos con los hermanos Lanatta y con los políticos del distrito, como Aníbal Fernández”.

 

A ocho días de la fuga de los condenados por el crimen de General Rodríguez de una prisión de máxima seguridad del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), la gobernadora María Eugenia Vidal y, sobre todo, su ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, saben que lo que comenzó como un electrizante thriller político policial empieza a verse en la televisión como una comedia de enredos; casi como una pieza del más desopilante absurdo italiano, si no fuera tan dramático el hecho de que tres pistoleros condenados a perpetua por un crimen mafioso anden sueltos por la provincia –si es que siguen en la provincia- sin ningún problema para tirarle a matar a todo el que intente frustrar su escape, como sucedió con los dos policías que los reconocieron en un retén caminero en la zona de Ranchos.

 

Por eso, ensayan maniobras de distracción: se aferran a la mala imagen y a las sospechas que concentra la figura del ex rival de la gobernadora en las elecciones del 25 de octubre para tratar de llevar el caso al fango político y, de esa manera, desviar la mirada de ese dato irrefutable que es evaluado al interior del PRO –en voz muy baja- como un escándalo: tres presos de máxima peligrosidad se fugaron de una cárcel provincial y están sueltos hace ocho días.

 

Huyeron y no los pescaron. Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci se evadieron de la Unidad 30 de General Alvear en la madrugada del domingo 27 de diciembre. Se estima que alguien los dejó irse, porque no cierra el relato oficial: que usaron un revólver falso (de madera), sortearon una fortaleza de guardias y rejas y escaparon empujando el Fiat 128 de un guardia.

 

El jueves 31 de diciembre, el ministro Ritondo se apuró –o decidió apurarse-: “Están cercados”, anunció. Pero, un mar de desinformación después –la gobernadora Vidal no dispuso un mecanismo para mantener a la prensa informada con partes regulares, y el ministro de Seguridad no funciona como vocero porque habla selectivamente con algunos medios en función de las necesidades comunicaciones oficiales, no de los periodistas-, tuvo que aclarar que no era tan así. "Pudimos seguir el rastro en Ranchos de la zona donde se movieron y tenemos filmada e identificada la camioneta donde se movían, que luego fue quemada. Cercados los teníamos, los teníamos localizados, los teníamos en zona, los visualizábamos desde distintas cámaras, aunque no de forma instantánea”, dijo el sábado 2, en diálogo con Radio Mitre, la AM del Grupo Clarín.

 

Ese párrafo de Ritondo tiene, incluso, información que vale la pena tomar con pinzas. Según pudo saber Letra P, técnicos de la Policía Científica que peritaron la Ford Ranger incendiada advirtieron, en el más estricto off the record, que no era posible concluir que esa camioneta fuera la que usaban los fugados.

 

En la misma entrevista con Mitre, Ritondo puso en marcha el operativo Aníbal. "Creo que tiene que ver con muchas cosas de lo que pasa en esa zona (por Quilmes). Donde uno toca hay una foto o alguien que tiene una vinculación con él", dijo el ministro en referencia a una imagen que muestra al ex jefe de Gabinete junto a Marcelo Alejandro Melnykl, sospechoso de ser cómplice de los prófugos, y quien los recibió en su quinta de Florencio Varela luego de su fuga del penal.

 

Al día siguiente, las palabras de Ritondo se convirtieron en procedimientos judiciales: el allanamiento del domicilio de Marcelo Mallo dio como resultado el hallazgo de un arma ilegal. El barra quedó detenido y la historia fue presentada por el gobierno provincial –con una ayudita de los medios aliados- como parte de la trama de la fuga, aunque la detención de Mallo esté justificada sólo por la tenencia de un arma irregular.

 

¿Por qué Aníbal Fernández estaría ayudando a escapar, a través de sus presuntos matones del “submundo” de Quilmes, al hombre que lo acusó por televisión, en medio de la campaña electoral, de traficar efedrina y mandar a matar a tres personas involucradas en esa trama criminal? ¿Para matarlos y callarlos definitivamente? Si la denuncia que hizo Martín Lanatta en el programa “Periodismo para todos” ya está en el expediente del triple crimen, con lo cual el hombre no tendría nada nuevo para agregar en contra del ex jefe de Gabinete.

 

Los periodistas que siguen la película cuadro por cuadro ven, en el operativo Aníbal, una bomba ninja detonada con el objetivo de crear una cortina de humo que disimule el problema central: que las fuerzas de seguridad provinciales y federales comandadas por el comité de crisis encabezado por Vidal no dan pie con bola. O peor: que se hacen las desorientadas para dejar en ridículo al nuevo gobierno con el objetivo de arrancarle, vía los mecanismos de apriete que la fuerza ha utilizado históricamente en su vínculo hostil con los inquilinos del poder político, reglas de juego que no lesionen sus intereses corporativos y económicos.

 

Un paréntesis: resulta llamativo que Aníbal Fernández, viejo zorro, haya pisado el palito. A través de su cuenta de Twitter y después en una entrevista con el diario Página 12, se entregó al fuego cruzado y agregó humo distractivo al humo oficial. "Le informo (a Ritondo) que sus prófugos no andarían por ningún 'submundo' sino por la casa de la suegra y la verdulería", fue su mejor frase, que refiere a la increíble visita de los fugados a la casa de la madre de la ex mujer de Cristian Lanatta, en Berazategui,  y a las compras de provisiones frugales que hicieron en un negocio de la zona de Bosques, partido de Quilmes.

 

Beneficio colateral. Antes, el Gobierno provincial había recibido la mejor mala noticia: el martes 29, dos días después de la fuga, fracasó en la Legislatura la sesión en la que debía tratarse el proyecto de Presupuesto con endeudamiento que pretende Vidal. Y los medios debieron diversificar su atención. Por eso, el traspié fue celebrado por el PRO con puños apretados debajo de la mesa. “Fue lo mejor que nos podía pasar ese día”, le dijo a Letra P un funcionario macrista.

 

Un dato: en este caso, el benefactor involuntario fue el Frente para la Victoria. Los buenos oficios del camporista jefe del bloque K, Josè Ottavis -que no dudó en cargarle la cuenta nada menos que a Cristina Fernández de Kirchner, que volvió a escena acaso sin proponérselo-, dinamitaron el endeudamiento y crearon un sainete que entretuvo a la platea por unos cuantas horas.

 

La saga de la desinformación tuvo otro pico alto este domingo 3, con la difusión oficial de una foto tomada el día anterior que muestra a la gobernadora Vidal, que guarda silencio desde el miércoles, mirando unos mapas junto a Ritondo, las dos máximas autoridades del Ministerio de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich y Eugenio Burzaco, y el jefe de la Policía bonaerense, Pablo Bressi.

 

Con un análisis de la “gestualidad” oficial, la apuesta comunicacional fue casi tomada en solfa por el diario La Nación, el medio más comprometido en términos ideológico-editoriales con el cambio de época liderado por la dupla Macri-Vidal.

 

Mientras tanto, los dos Lanatta y Schillaci siguen sueltos y en la imaginación del público se consolida la escena tragicómica de policías corriendo de acá para allá detrás de unos fantasmas que se les escurren. Porque, hasta ahora, el humo no ha alcanzado para tapar el bosque.

 

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