La aparición de una faja de clausura y una cerradura cambiada en la oficina ocupada por Máximo Kirchner, fue sólo el primer capítulo de la guerra de los despachos desatada en la Cámara de Diputados entre su presidente, Emilio Monzó, y los legisladores del Frente para la Victoria (FPV) identificados con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Desde ese mismo día, la oficina 340, ya recuperada por el jefe de La Cámpora, se mantiene con presencia de asesores las 24 horas y hasta hubo diputados que tuvieron que pasaron la noche allí para evitar una nueva intromisión. Todo en medio de versiones de una posible negociación por otros despachos, la sombra de la interna del PJ y un debate por una confusa resolución administrativa.
Fuentes parlamentarias confesaron a Letra P que, por orden de Máximo, debe haber siempre al menos una persona adentro del despacho 340. Esa ronda de guardias, aseguran las mismas voces, puso días atrás a dormir en esa oficina a un influyente diputado nacional del FPV y referente camporista. El resto de los turnos se los reparten entre asesores, colaboradores y empleados de diputado Kirchner.
Una de las opciones que barajan ahora en el entorno de Monzó es usar el despacho de Máximo Kirchner como prenda de cambio y permitirle al santacruceño permanecer en la amplia oficina que durante largos años perteneció al ex diputado José María Díaz Bancalari, si La Cámpora o algunos de los legisladores cristinistas ceden otras de las que ocupan en el convulsionado tercer piso de la Cámara, históricamente ocupado por el peronismo.
Tanto revuelo generó la tensión desatada por la guerra de los despachos que hay hasta quien asegura que por detrás de la movida se esconde la intención macrista de meter el dedo en la llaga de la interna peronista. La intención de Monzó sería que esos despachos en disputa sean ocupados por las autoridades de la Cámara, entre las que figura el vicepresidente José Luis Gioja, diputado por el FPV y quien era el candidato de la liga de gobernadores para conducir el bloque, idea frustrada por Cristina, que les impuso a Héctor Recalde. Igualmente, el ex gobernador de San Juan no estaría dispuesto a participar de esa puja de poder por una oficina. Aunque ni él ni ninguno de los diputados peronistas que reportan a los gobiernos provinciales hizo la más mínima manifestación al conocerse la irrupción en el despacho de Máximo.
Cerca de Monzó afirman que entrar al despacho de Máximo no fue la primera opción, sabiendo el ruido que podía generar esa movida. Pero que tras conocer un poco el día a día del tercer piso detectaron que era el único que estaba desocupado. Y que al tomar una oficina vacía no necesitarían ingresar con un escribano que lleve un registro de todo lo acontecido allí dentro. Aunque sí dicen tener registros fotográficos y hasta fílmicos de lo que hicieron durante los pocos minutos del jueves de la semana pasada, cuando decidieron desalojar al líder camporista de su despacho.
En los hechos, la oficina 340 estaba vacía. Díaz Bancalari, al concluir su mandato, se llevó todas sus pertenencias y sólo dejó lo que se considera “patrimonio” de la propia Cámara. Lo que había eran materiales y herramientas de quienes estaban a cargo de la remodelación del espacio y hasta un andamio de los pintores. Esto también borra la versión de que se intentó acceder a documentación de Máximo Kirchner, aunque la orden macrista de ocupar esa oficina se bajó sin saber qué había adentro. Sólo tenían registro del bajo nivel de actividad y de que se habían sacado casi todos los muebles.
LA RESOLUCIÓN. Un rato después de ocuparle la oficina a Máximo, Monzó redactó una resolución para avalar su decisión. Tomaba como antecedente una anterior, firmada en 2007 por el entonces presidente del cuerpo, Eduardo Fellner, que repartía los despachos de acuerdo a la composición política de ese momento.
Pero en el kirchnerismo creen que ni con ese antecedente el macrismo tiene herramientas para removerlos. “Nosotros tenemos casi cien diputados, y habrán ganado el ballotage pero en octubre perdieron las legislativas”, esgrimen. “Así que ya sea por el número de legisladores o por los resultados electorales, no tienen argumentos”. A eso suman, además, la tradición: “El peronismo está desde siempre en el tercer piso. Acá tiene despacho hasta Graciela Camaño (Frente Renovador), que es massista pero es peronista”.
En el tercer piso, además de Máximo Kirchner, la secretaria parlamentaria del bloque, Teresa García, o el ex secretario general de la Presidencia, Eduardo “Wado” De Pedro, quedaron con despacho legisladores del FPV como Juliana Di Tullio o Pablo Kosiner, ex presidente y vice del bloque antes del recambio de autoridades. También se ubica allí la Sala de la Juventud Néstor Kirchner, la que ocupó algunos días el ex presidente en su paso por el Congreso de la Nación, luego de la derrota en las legislativas 2009, cuando el FPV utilizó las famosas candidaturas testimoniales.