Con la llegada de la dupla Kirchner al gobierno, los doce años del proyecto nacional que despiden a Cristina este 2015, dejaron huellas en el trato dividido con el que la comunicación –desde todos sus niveles– abarcó al poder estatal.
Desde las críticas de la “corpo” encarnadas por el Grupo Clarín en sus diferentes frentes, las tapas despiadadas de Noticias de Jorge Fontevecchia, la condescendencia de 678, hasta los “pases de bandos” periodísticos destacados, como los de Jorge Lanata o Víctor Hugo Morales, pusieron al rol del periodismo en primera plana.
Entre consignas de independencia, ningún espacio puede poner el acento en la coerción a la libertad de expresión, todo contrario. El favor de los intereses económicos y políticos en ambos discursos tiene su marca, como uno de los símbolos de la era kirchnerista.
La amplitud comunicacional contrajo la pelea los unos versus los otros con la “cadena del desánimo” y el “discurso oficial”, como antítesis entre sí y un presagio salomónico a lo que representó la "Gazeta de Buenos Ayres" que el 7 de junio de 1810 fundó Mariano Moreno.
Aquel primer periódico “oficial” de la Argentina, fue la antesala al futuro del periodismo, muchas veces relegado a la dinámica empresarial y al poderío gubernamental.
Con la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, la popular Ley de Medios, se establecieron las normas para regir el funcionamiento y la distribución de licencias de los medios radiales y televisivos en el país, para terminar con los grades concentrados mediáticos, los monopolios tan nombrados que salpican verdades a medias. Del otro lado, otra agrupación de espacios comunicacionales, y amigos financieros, se formó para empujar la realidad oficial.
Promulgada el 10 de octubre de 2009 por Cristina Fernández de Kirchner, reemplazó a la Ley de Radiodifusión 22.285, instaurada en 1980 por la dictadura cívico-militar.
Entre impugnaciones sistemáticas de Clarín por la aplicación de algunos artículos que impedían la acumulación de licencias, el Grupo que tiene entre sus figuras más criticadas al CEO Héctor Magnetto y a la directora del diario Ernestina Herrera de Noble, logró paralizar por un tiempo la aplicación de la Ley, en la guerra declarada mutuamente. Las pujas Gobierno-medio, llevaron a muchos a decir que la legislación se empobrece en aplicación con el paso del tiempo.
Así, con nuevos organismos como la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), organismo estatal para que ejecute y controle el cumplimiento de la Ley, el uso aplaudido y condenado de la Cadena Nacional, la sanción de "Argentina Digital" como Ley de Telecomunicaciones todavía entre bostezos, el triple play, los negocios de Telefónica y Cablevisión, los reproches por la publicidad oficial y el Fútbol para Todos, Paka Paka, la TV Pública, Perfil, el satélite Arsat-1, Página/12 y los portales de noticias, la democracia comunicacional puso y pone el énfasis en la multiplicidad de miradas que el terreno nacional respira con aciertos y torpezas.
Rodolfo Walsh creó durante la censura dictatorial la Cadena Informativa que solicitaba reproducir la información, hacerla circular “a mano, a máquina, a mimeógrafo” y volver “a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”. “Derrote al Terror", pedía.
Ese considerado “violento oficio de escribir” en épocas de sombra y clandestinidad, hoy tiene la luz de la multiplicidad de voces y los avances alcanzados para difundir ideas, crear, exponer, repetir, sentenciar, mostrar, marcar posición, refutar, opinar, y tantísimas más acciones en la diversidad de medios de esta llamada modernidad.
“Todo lo que escribiera debía sumergirse en el nuevo proceso, y serie útil, contribuir a su avance. Una vez más, el periodismo era aquí el arma adecuada", reflexionaba Walsh para demostrar que más allá de la posición ideológica, más allá de los entramados económicos, más allá de las presiones políticas y de los recortes informativos de la realidad, el periodismo todavía tiene mucho por aprender. Feliz día.