Malvinas: continuar con la lucha, una deuda moral

La conmemoraron del Operativo Rosario, que es el nombre que tuvo el desembarco de nuestras tropas en Puerto Argentino, es un episodio de nuestra historia reciente que despierta sentimientos encontrados y contradicciones.

Por un lado, la justicia y legitimidad de nuestro reclamo de soberanía y, por el otro, la ilegitimidad de la dictadura que ordenó el desembarco. También la tristeza de la derrota y el hecho objetivo de que a partir del desenlace de esa guerra se inició el proceso de apertura democrática que nos permite, desde 1983 a la fecha, gozar del período más largo de democracia plena en nuestra corta vida como Nación.

 

La nobleza de la causa de Malvinas surge de la propia causa, que excede en mucho a cualquier sector político. Todos los argentinos queremos que nuestra bandera celeste y blanca vuelva a flamear orgullosa en ese territorio austral.

 

Debemos evitar la anteposición de cualquier argumento sectorial, partidario e ideológico a este reclamo que nos pertenece a todos.

 

Hoy queremos recordar, homenajear y reivindicar a todos aquellos que dieron lo mejor de sí en aquel entonces, particularmente a quienes hicieron realidad el juramento de seguir constantemente nuestra Bandera e, incluso, defenderla hasta perder la vida.

 

Me refiero a todos y a cada uno de los soldados argentinos –cualquiera fuese su jerarquía– que estuvieron en el frente de batalla en las Islas, así como también a aquellos que fueron movilizados en el continente para brindar apoyo y realizartareas de logística o de vigilancia; a los integrantes de Prefectura y Gendarmería; a los civiles que arriesgaron su vida colaborando con nuestras tropas; a todos los que se ofrecieron como voluntarios; a los que estuvieron prestos para ser movilizados; y a los civiles que contribuyeron con su esfuerzo y con donaciones a sostener la causa.

 

Recordemos especialmente a quienes realizaron actos de heroísmo: a aquellos que arriesgaron todo para cumplir una misión, sostener una posición o asistir a un compañero herido; a los aviadores que asombraron al mundo con su audacia; a los artilleros que agotaron sus municiones; a los marinos que enfrentaron a una de las flotas más poderosas del mundo; y a todos y cada uno de los soldados que combatieron, dejando testimonio de su heroísmo.

 

Por encima de todo, debemos recordar a los 649 compatriotas que dejaron su vida. Y vaya también nuestro reconocimiento y solidaridad a todos los compatriotas que en estas fechas están conmemorando un nuevo aniversario de la pérdida de un ser querido.

 

Por supuesto, vaya nuestro reconocimiento y gratitud a quienes volvieron, que lamentablemente muchas veces recibieron la indiferencia, el silencio y el olvido, como sifueran responsables de una derrota. Muchos de ellos, no lo soportaron y engrosan la lista demuertos como consecuencia de la guerra.

 

La memoria de todos nuestros héroes nos obliga a seguir la lucha por la vía diplomática. No solamente nuestra Constitución Nacional nos obliga a hacerlo, sino también una verdadera deuda moral que tenemos con ellos. Nuestra causa no es menos justa ni legítima por la derrota del 14 de junio de 1982. La Resolución 2065 de las Naciones Unidas está tan vigente hoy como en aquel entonces.

 

Malvinas fue, por un lado, una derrota militar y una frustración social, pero también puso en evidencia la entrega de la que los argentinos somos capaces en momentos difíciles. Rescatemos como sociedad la solidaridad, la abnegación y el espíritu de unidad y entrega que reinaron en aquellos días. El recuerdo de este legado no solo debe servir como un homenaje a quienes combatieron hace 33 años, sino también como una reflexión para el presente y el diseño del porvenir. De esta manera, no solamente honraremos a los combatientes, sino que también contribuiremos a construir un futuro más venturoso para nuestra querida Patria. Esta será, junto con el constante reclamo de lo que por derecho histórico y geografía nos pertenece, la mejor forma de honrar a nuestros caídos.

 

 

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