Enfoque

El presidente opositor

Pese a la banda y el bastón, Macri sigue siendo la oposición del kirchnerismo. El tiempo dirá si el estilo PRO es genuino o una pose sobreactuada. Primeras hilachas: presiones y decretazos.

El empresario, playboy y dirigente de futbol Mauricio Macri construyó su muñeco político –y acumuló capital electoral- a la sombra del kirchnerismo. O, mejor dicho, en la vereda de enfrente. A pesar de haber sido oficialismo en la Ciudad durante ocho años, Macri siempre fue un líder opositor. El lado B del kirchnerismo. Lo otro. El opuesto. La antítesis. La contraparte. Y, así, en el juego de roles que ofreció la política argentina de este siglo, fue siempre partenaire. El jueves 10 de diciembre, a las 11.45, cuando juró como presidente ante la Asamblea Legislativa, saltó formalmente el mostrador. Pero por ahora, pese al mandato de la voluntad popular, corporizado en la banda que le colgaron y el bastón que le entregaron a las 13.22 de ese mismo día en el Salón Blanco de la Casa Rosada -tras ganar la pulseada del traspaso con un gesto de firmeza que le sirvió para mostrar que ya ejercía el poder-, el jefe de Estado no se ha asumido titular del oficialismo. Por acción o por omisión, no se ha cambiado aun el traje que lleva debajo de la banda presidencial. Sigue siendo la oposición al kirchnerismo. Un dirigente opositor. Es, por el momento, el primer presidente opositor de la Historia. Aunque empieza a enredarse en contradicciones y, con ellas, a mostrar algunas hilachas -pistas del mandatario que acaso sea en realidad.

 

Contrastes. Desde el minuto uno de su gobierno, Macri hizo todo –cada mueca, cada acción, cada medida- para seguir siendo lo otro, el opuesto a Néstor y a Cristina Fernández de Kirchner.

 

  1. Tras jurar en el Congreso, les opuso un breve (media hora) discurso leído -en tono monocorde, de corrido, sin dispersiones- a las maratónicas (tres horas y media en 2011) sesiones de oratoria flamígera, sin guiones de CFK. Como habían hecho Horacio Rodríguez Larreta la noche anterior y Maria Eugenia Vidal esa mañana, Macri, que llegaba con el grueso respaldo de más del 51% del electorado, habló de unidad, de diálogo y de trabajo en equipo. “Aprender el arte del acuerdo”, pidió. Y despojó de épica y espesor ideológico al mensaje presidencial, en línea con la tradicional versión slim fit de la lingüística PRO. El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner avisó que, pese a su raquítica legitimidad de origen (aquel escuálido 22%), no asumía la primera magistratura para andar flojeando –aquello de las convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno. Y después abonaría la advertencia con un rosario de frases fuertes que expresaban su voluntad de confrontación (“Los muertos no pagan las deudas”; “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso?”).
  1. Macri profundizó esa línea un rato después. Juró observar y hacer observar la Constitución pero, en el mismo acto, se la llevó puesta: modificó el texto establecido por el artículo 93 de la Carta Magna para ese paso formal y cambió “patriotismo” por “honestidad”. Se sabe: la palabra (el concepto) Patria estuvo 12 años al tope del glosario K –recuérdese: “La Patria es el otro”, “Tenemos Patria”. Y la honestidad es la contracara de la corrupción que él, como líder opositor, le imputó al kirchnerismo como principal tumor.
  1. El viernes, en su primer día en ejercicio práctico de la primera magistratura, siguió a la sombra del kirchnerismo. O, mejor dicho, en la vereda de enfrente. Con una catarata de gestos y acciones, fortaleció su perfil de opositor al gobierno que ya se había ido. Cebado por los aplausos y las hurras de los sectores de la sociedad que lo ayudaron a ser alternativa –en muchos casos sólo eso: “alternativa a”-, siguió en quinta a fondo, como montado en el mismo tren bala que lo había llevado hasta la Casa Rosada, marcando diferencias con los que ya habían sido derrotados:
  • Su primer acto de gestión fue en un distrito gobernado por la nueva oposición.
  • Se cruzó a la Catedral de Buenos Aires, el templo al que, cuando dejaron prematuramente de asistir en medio de su pelea con Jorge Bergoglio, los Kirchner transformaron en uno de los íconos del estilo K: la confrontación (después todo cambiaría: Bergoglio dejaría de ser Bergoglio y el kirchnerismo recuperaría su memoria peronista-cristiana y se convertiría masivamente al papismo).
  • Recibió a sus rivales de las elecciones del 25 de octubre en la Casa Rosada, menos al trotskista Nicolás Del Caño, que rechazó el convite. Y los puso frente a la prensa para que destacaran su vocación de diálogo y cooperación. Y su disposición a escuchar, a partir de su varias veces exaltada conciencia de falibilidad. A su turno, Adolfo Rodríguez Saa la rompió con los periodistas, habrán pensado los estrategas macristas: recordó que hacía 14 años que no entraba a la Casa Rosada. Un lujo.
  • Este sábado invitó a almorzar en Olivos a los gobernadores. A todos. El oído atento, contra la billetera y el garrote K.

Mauricio Macri sigue a la sombra del kircnerismo. O, mejor dicho, en la vereda de enfrente. Haciéndose a sí mismo, aun en ejercicio del poder, apilando uno a uno ladrillos de contraste. Como el negativo de la foto. O el positivo, sería.

 

¿Cuánto puede seguir así? ¿Mientras dure la primavera que a todos los presidentes les entibia los primeros pasos pero que, indefectiblemente, a todos se les termina?

 

Un dato importante, porque detrás de todo gran gesto, en política, hay una estrategia: en este caso, detrás de la disposición al diálogo y del oído atento, lo que hay es la búsqueda de una primavera templada y larga. Que le den una primavera, está pidiendo Macri. A los líderes de la oposición, a los gobernadores. Y a los medios que lo auparon y que no han saciado todavía su sed de sangre K.

 

Llegarán más tarde o más temprano los rigores del ejercicio del poder –el alto poder, porque el que tiene ahora no se compara con el que ejerció ocho años en la intendencia de la Ciudad. Y el tiempo dirá, entonces, si el estilo PRO es genuino o una pose sobreactuada para la ocasión.

 

Algunas pistas ya hay:

 

  • Macri, que llegó para salvar a la República, a la legalidad y a la tan pisoteada división de poderes, ya le dobló el brazo al presidente del Banco Central para colocar allí a un economista de su confianza, pese a que el mandato del renunciante no estaba vencido, y no cesa en su embestida para desplazar de su cargo a la procuradora general de la Nación, aunque sea la titular de un extra poder que no está sometido siquiera al Poder Judicial.
  • Este sábado, su ministro de Comunicaciones, el radical Oscar Aguad, pidió que no sean tan sobreestimadas las facultades del Poder Legislativo. “Una ley del Congreso no puede limitar al Presidente”, sentenció. Hablaba de la Ley de Medios, la norma sancionada con el mayor consenso político conocido en la era K.
  • Las declaraciones de Aguad se sostienen en una acción de gobierno dura, que lo ratifica al mando del Poder Ejecutivo pero todavía haciendo oposición al gobierno K, aunque con una discrecionalidad que antes le había imputado a los Kirchner: con el decreto de necesidad y urgencia 13/2015 salteó el Parlamento, donde está muy débil, para reformar la estructura del gabinete y, como parte del paquete de medidas, quitarle autarquía y subordinar a la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), donde está atrincherado el kirchnerista Martin Sabbatella, al flamante ministro Aguad. Con esta medida, el presidente opostor se garantiza, al menos de parte del Grupo Clarín, esa primavera templada y larga que anda buscando.

Las Más Leídas

También te puede interesar