Enfoque

Un cambio sin certezas

La Argentina inaugura una nueva etapa después de 13 años de gobiernos peronistas desde la salida tumultuosa de Fernando de la Rúa, con Néstor Kirchner y Cristina Fernández como figuras sobresalientes de un proceso político que escaló desde un magro 22% en 2003 a un 54% en 2011, pasando por derrotas en las elecciones de medio término y el cierre de este año con una derrota que pone a Mauricio Macri en la Presidencia de la Nación.

 

Macri llegó como favorito después de que en la elección del 25 de octubre su candidata en la provincia de Buenos Aires, la vice jefa de Gobierno de la Ciudad, María Eugenia Vidal, derrotara a Aníbal Fernández y un gran número de dirigentes de Cambiemos destronara de sus municipios a los barones del conurbano, supuestos dueños todopoderosos de los votos del principal distrito electoral de la Argentina.

 

La idea de cambio se instaló como una sentencia casi inapelable. El electorado bonaerense demostró que todo no se puede y castigó a los eternos Hugo Curto y Raúl Othacehe. No todo vale, fue la lección. Los que fueron y vinieron de un lado a otro, como Humberto Zúccaro, José Eseverri y Damaso Larraburu, o aquellos que hicieron gestiones desastrosas, como Pablo Bruera y El Barba Gutiérrez, entre otros, fueron pasados a rezago. Todos ellos fueron importantes corresponsables de la derrota final de Danel Scioli, que sintió el acecho de una máxima irrefutable: no se puede ganar el país perdiendo la provincia.

 

A partir de ese momento, el gobernador intentó centrar la discusión en un terreno que nunca había explorado. Salió del discurso del diálogo, el deporte, el esfuerzo y el optimismo y quiso llevar a su contrincante a un debate más de fondo: la contraposición de dos modelos de país.

 

Scioli se presentó entonces como el garante de las conquistas de 13 años de gobiernos peronistas y a Macri lo identificó con la vuelta al pasado. Pero, rápido de reflejos, el ingeniero optó por evitar definiciones concretas y desandó su rol de férreo opositor al kirchnerismo. Habló de mantener Aerolíneas e YPF en manos del Estado y garantizar la supervivencia del sistema previsional público. Escondió en una nebulosa su posición respecto del cepo cambiario -antes de la primera vuelta había anunciado que lo levantaría el 11 de diciembre- y también dejó en suspenso la composición de su gabinete, fundamentalmente en áreas sensibles, y principalmente en economía.

 

Por fuera de las estructuras partidarias que acompañaban al candidato del FpV surgió un activismo silvestre que intentó hacer hincapié en estas dudas nacidas de la falta de definiciones del retador. Y atacó el imaginario que el líder del PRO había construido en su andar desprolijo pero coherente en una praxis política condicionada por su pertenencia de clase, aunque también moldeada por la mano estratégica del gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba.

 

El primer ballotage de la historia argentina generó un clima de ebullición entre quienes estaban a favor y en contra de uno y otro candidato. Acaso el punto más alto se registró el día del primer debate presidencial, que marcó picos de audiencia solo son comparables con la final de un Mundial disputada por la Selección nacional.

 

 Al final, la elección fue realmente ajustada, y atrás quedaron los pronósticos que auguraban una diferencia en favor de Macri de 10 puntos porcentuales o más. La brecha no llegó siquiera a los tres puntos, según arrojaba el escrutinio provisional cuando había sido escrutado el 98,5% de los votos.

 

Scioli hizo una demostración de civismo ejemplar. Reconoció la derrota a las 21,30. Sin especular ni poner en tela de juicio el resultado, le otorgó al ganador la legitimidad que emana del voto popular. Y favoreció el proceso de transición institucional que los argentinos merecen.

 

La sed de cambio ganó por sobre la expectativa de continuidad, si bien el ingeniero Macri nunca dio precisiones acerca de los ejes centrales de su futura política económica y de quiénes la llevarán adelante. Más: ratificó y desandó su férrea oposición a las políticas estatistas de los últimos 12 años.

 

Este domingo, en las urnas, la Argentina comenzó a transitar el camino de un cambio sin certezas. Desde este lunes, será el propio presidente electo quien, primero con el armado de su gabinete y luego con sus primeras medidas de gobierno, mostrará trazos más finos, rasgos más definidos, de la nueva época que ha prometido.

 

Carlos Marino es Director de Letra P

 

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