La huelga se extendió a cuatro ciudades aledañas a la región metropolitana: Osasco, Itapecerica, Diadema y Embu, cuyos colectivos están parados.
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La huelga se extendió a cuatro ciudades aledañas a la región metropolitana: Osasco, Itapecerica, Diadema y Embu, cuyos colectivos están parados.
La reunión de los trabajadores con las autoridades municipales se postergó porque el alcalde Fernando Haddad argumentó que el conflicto se “judicializó” y que la solución se orientó al Ministerio de Trabajo.
Para las próximas horas se convocó a una nueva reunión entre choferes, representantes del sindicato y empresarios en el Tribunal Regional del Trabajo (TRT, mientras ciudadanos paulistas enfrentaron un día de caos, provocado por las estaciones y terminales cerradas como medida para impedir la salida de unidades y la falta de colectivos que congestionó el subte en la ciudad.
La huelga fue lanzada sin previo aviso, lo que llevó a Haddad a comparar a los choferes en huelga con delincuentes o guerrilleros.
La medida también fue condenada por el Sindicato de Chóferes y Trabajadores de Transporte Terrestre Urbano de Sao Paulo (Sidmotoristas).
Los choferes en paro reclaman una nueva negociación salarial, porque no aceptan la propuesta de reajuste salarial de 10 por ciento ofrecido por los empresarios del sector, y convalidado por las autoridades municipales tras su aceptación en asamblea de trabajadores.
Otra huelga ocurrió la semana pasada en Río de Janeiro, la segunda mayor metrópolis brasileña, cuando fueron quemados y atacados cerca de 400 ómnibus, hechos que se suman al paro de maestros en San Pablo, y a las protestas del personal de la Policía Federal, que esta semana también realizó un paro de actividades en más de 13 estados de todo Brasil.
Ante esta ola de protestas, y en vísperas al Mundial de Fútbol, el secretario general de la Presidencia, Gilberto Carvalho, deploró las medidas que afectan a la población y advirtió que la opinión pública cuestiona este tipo de comportamiento.
En esa línea, Folha do Sao Paulo publicó una encuesta donde arroja que para el 73 por ciento de los brasileños, las protestas generan más prejuicios que beneficios.