El kirchnerismo lo resistió desde un principio. Desde que empezó a circular el rumor de Gerardo Zamora, podía ser el elegido de la Presidenta para reemplazar a Beatriz Rojkés de Alperovich varios representantes de la bancada oficialista se encargaron de mostrar su descontento con la designación. Los radicales, ex compañeros de partido, también pusieron el grito en el cielo. Comenzando por “traidor”, le propinaron todo tipo de calificativos antipáticos.
Pese a las quejas, el ex gobernador de Santiago del Estero se quedó con la presidencia provisional del Senado. Un mes después de haber asumido, no logra sentirse cómodo en la Cámara. Solo, Zamora padece antipatía de unos y otros: los senadores de la UCR no le dirigen la palabra y los kirchneristas apenas mantienen “una relación institucional” con el hombre que tiene línea directa con Carlos Zannini en la Casa Rosada.
“¿Y podríamos conocer la cara del que vamos a votar?”, preguntó, irónico, el formoseño José Mayans, la tarde de fines de febrero en la que Jorge Capitanich se reunió con la bancada kirchnerista para indicar la directiva de la Presidenta: Zamora, un radical K, debía ser elegido como tercero en la línea de sucesión. Los demás oficialistas rieron, con resignación. A regañadientes, levantaron la mano en el recinto para hacer cumplir la voluntad de Cristina.
Pero, por lo bajo, no se guardaron quejas. “Es una mala señal para los gobernadores sacar a la esposa de (José) Alperovich para poner a un radical”, se lamentaba un hombre de la bancada oficialista.
“Los cargos en la línea sucesoria tienen que ver con una decisión del Poder Ejecutivo y como siempre hemos hecho en este bloque, apoyamos todas las decisiones que la Presidenta ha tomado”, fundamentó el jefe de la bancada oficialista Miguel Angel Pichetto en el recinto, al proponer al ex gobernador de Santiago del Estero – aunque nacido en Mendoza- como reemplazante de la primera dama tucumana.
Los peronistas de pura cepa se tragaban el descontento de no votar a un hombre propio. “Después de lo que nos hizo (Julio) Cobos es una locura nombrar otra vez a un tipo que no es del PJ en la línea de sucesión”, bufaba un histórico dirigente.
“¡Ustedes no saben lo que hacen! Es un traidor, los va a joder a todos”, le había advertido antes de la sesión a Pichetto un furioso Gerardo Morales, ex compañero de partido de Zamora. El senador por Jujuy llevó la voz cantante de la bronca de la UCR en el recinto, donde se rompió la tradición de acompañar el nombramiento propuesto por el Ejecutivo.
“La decisión de la Presidenta ahonda esta lógica de debilitar el sistema de partidos y termina debilitando a su propio partido, que es la columna vertebral del Frente para la Victoria. La actitud de Zamora con la UCR ha sido indigna y anti ética”, decía Morales desde su banca. Para el jujeño era una afrenta personal. “Gerardo lo ayudó mucho cuando fue candidato, eran amigos. Le juntó fondos para la campaña a gobernador de Santiago. Zamora lo traicionó”, cuenta un hombre de la UCR.
Desde el día que Zamora llegó la presidencia provisional, tanto sus ex compañeros de partido como los senadores del kirchnerismo le hicieron sentir la distancia. Aunque participó del encuentro del bloque oficialista al que asistieron Capitanich y el ministro Axel Kicillof para hablar del acuerdo por YPF, el ex gobernador no es bienvenido en las tertulias del Frente para la Victoria y desde entonces no volvió a reunirse con los representantes del oficialismo, pese a que cuenta con el padrinazgo del secretario de Legal y Técnica y de la misma Presidenta.
“No es parte del bloque, no tiene nada que hacer acá”, protesta un hombre del oficialismo. Sin embargo, el Frente para la Victoria alberga en sus reuniones desde 2007 a Ada Iturrez de Capellini, senadora del Frente Cívico por Santiago, que lidera Zamora.
Con resistencias internas, Pichetto, consciente de que Zamora es parte del oficialismo por una decisión presidencial y de que su voto cuenta para su bancada, es el encargado de aceitar las relaciones institucionales y mantener el clima político dentro de la cordialidad.
“Acá no le habla nadie. Con Zamora es peor que con Cobos, porque Julio, al menos, nunca abandonó el alma radical. Llegó al extremo de no poder venderla, con el voto de la 125.Zamora no tiene escrúpulos. Después de lo que hizo en Santiago, de hacer asumir a la mujer como gobernadora, quedó claro que radical no es”, dice un hombre de la UCR que fue testigo del encuentro que el presidente provisional del Senado y Ernesto Sanz protagonizaron en un pasillo, el día de la sesión por el tema Repsol.
La gélida mirada del presidente de la UCR, sin saludo de por medio, le hicieron bajar la mirada al ex gobernador de Santiago, que no atinó siquiera a decir una palabra.
Resistido por los kirchneristas y odiado por los radicales, Zamora suele rodearse de varios empleados de su despacho cuando deambula por pasillos o descansa en el Salón Rosado, para evitar que el destierro de propios y ajenos quede demasiado en evidencia. Es que su aliado más importante no está dentro del Congreso, sino en la otra punta de la Avenida de Mayo.