La noche en la que el kirchnerismo recibió la noticia de que Sergio Massa le había sacado cinco puntos de ventaja a Martín Insaurralde, los dirigentes caminaban por los salones del Hotel Intercontinental haciendo cuentas. Los municipios del conurbano, como siempre, eran la clave de los números. Los resultados negativos de Avellaneda, Lanús, Quilmes, Tres de Febrero, Merlo y Moreno, aunque esperables, fueron motivos de malestar. La victoria apretada en La Matanza y Lomas de Zamora, también. No hubo acusaciones de traición. Los sufragios destinados a la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires se replicaron, en líneas generales, en los distritos locales. Pero después del 11 de agosto comenzaron las especulaciones sobre cómo jugarán los intendentes del conurbano en las elecciones del 27 de octubre, frente a la posibilidad de que sus concejos deliberantes queden copados por el massismo.
“Va a haber una lluvia de boletas cortadas. Es instinto de supervivencia”, vaticina un hombre cercano a Massa, que conoce bien el territorio bonaerense y la forma de moverse de ciertos caudillos, nunca dispuestos a ceder su poder. Los pases desde el kirchnerismo hacia el espacio que comanda el intendente de Tigre ya empezaron a verse. Desde antes de las elecciones primarias, Massa contaba con el apoyo de algunos intendentes que siempre se mostraron cercanos a él. Luis Acuña, de Hurlingham, Joaquín de la Torre, de San Miguel, Jesús Cariglino, de Malvinas Argentinas, Gabriel Katopodis, de San Martín, y Gustavo Posse, de San Isidro, entre otros, son algunos de los que alentaron la candidatura del hombre de Tigre y fogonearon su despegue. Después de las PASO, los resultados atrajeron a más dirigentes.
En la Legislatura bonaerense se abrió pronto el libro de pases. El senador Baldomero “Cacho” Alvarez, ex intendente de Avellaneda y creador de “La Juan Domingo”, dejó el sciolismo para alinearse con Massa. Lo mismo hizo su compañero de bancada, Osvaldo Goicoechea. Pero sin dudas el escándalo más grande lo protagonizó Leonor Granados, hermana del intendente de Ezeiza – flamante ministro de Seguridad bonaerense – quien saltó al massismo provocando una hecatombe familiar. En los Concejos Deliberantes locales, también hubo movimientos. En La Matanza, tres concejales amenazaron a Fernando Espinoza con cambiar de camiseta. En el massismo aseguran que la sangría seguirá – apuntan a los intendentes de Lincoln y Bahía Blanca, entre los que podrían dar el paso- , y apuestan a que incluirá a los hombres hasta ahora fieles al kirchnerismo, como el mismísimo matancero, que ya se reunió con operadores del frente renovador y habló de “reunificar” al PJ.
“Va a haber mucho delivery. Algunos compañeros intendentes ya nos están pidiendo boletas”, asegura un jefe comunal alineado al massismo, confirmando que a algunos mandamases municipales no les importará que el kirchnerismo no salga ganador de las elecciones de octubre, pero no están dispuestos a entregar su poder local. “A nosotros nos gustaría que jugaran abiertamente con nosotros. Pero algunos dicen que están ahogados económicamente, no pueden quedarse sin plata de la Nación”, dice la misma fuente. Va de suyo que el corte de boleta no será nada difícil de detectar para el kirchnerismo, pero siempre habrá margen para echarle la culpa a la elección ciudadana. Basta citar como ejemplo lo que ocurrió en 2009, cuando Néstor Kirchner perdió las elecciones con Francisco de Narváez y Mario Ishii prometió salir a “cazar a los traidores” que habían mandado a cortar boletas en su favor. Entre los intendentes que habían ganado en sus distritos, en plena derrota de Kirchner, estaba el mismísimo Massa. Esta vez fue Ishii el primero en reconocer públicamente el gran triunfo del massismo. “Fue una cagada a palos”, se sinceró el eterno caudillo de José C. Paz. El gesto fue interpretado como un guiño hacia el tigrense y, tal vez, un prolegómeno de lo que vendrá.
Más allá del delivery de boletas y los pases estruendosos, se dice que algunos intendentes ya establecieron contactos con el massismo,a través de sus segundas o terceras líneas. Entre los ejemplos de dirigentes que no romperán abiertamente con el kirchnerismo pero hicieron algunos “movimientos sospechosos” en dirección al tigrense, figuran los intendentes de 3 de Febrero, Hugo Curto, y de Ituzaingó, Alberto Descalzo. Sobre el primero, juran que algunos de sus colaboradores ya tiraron líneas hacia Tigre. “Curto no, pero sus segundas líneas, sí”, dice un hombre del conurbano. Sobre Descalzo, recuerdan que el hombre que le ganó en las PASO, Roberto Rocha, fue nada menos que su secretario personal. “Supuestamente, Rocha se peleón con Descalzo y se fue a jugar con Massa. Es raro”, dice un operador de la provincia. Los mismos conocedores del territorio mencionan con suspicacia el pase de la hermana de Granados y la supuesta irreconciliable situación familiar. “Esto no es traición. El peronismo es así, el que gana conduce y el que pierde, acompaña. No es nada nuevo”, justifica un intendente que hace tiempo firmó su pase. Salvo algunas contadas excepciones – como la de los fieles Darío Díaz Pérez y Francisco “Barba” Gutiérrez, por ejemplo – son muchos los que están dispuestos a sentarse a escuchar a Massa.
Frente al éxodo que observa, el kirchnerismo analiza variables de acción. Por un lado, presiona a los intendentes mediante la caja. Por el otro, le pide a Daniel Scioli que se ponga al hombro la campaña – ya que es el que mejor mide en la mayoría de los distritos – y, en algunos casos, simplemente deja hacer. “Ya van a volver cuando vean que lo de Massa es una moda, cuando pase el punto de ebullición”, dicen en el sciolismo.
Cerca del intendente de Tigre, curiosamente, los hombres que se exilian desde el kirchnerismo ya no son tan bienvenidos. “Si se suman antes de octubre, se suben a la victoria cuando ya está definida. Sergio quiere hablar con ellos después de octubre, con el 40 por ciento en el bolsillo. Ahora ya no le aportan nada, es todo propio”, dice un operador que conoce la interna massista.
“El justicialismo tiene un día de la lealtad y 364 de la traición”, dijo alguna vez el ex presidente Eduardo Duhalde, gran conocedor de los giros del peronismo. Los mandamases del conurbano, que siempre han sabido encolumnarse detrás del poder, le vuelven a dar la razón.
Gabriela Pepe