Francisco, de 76 años, que en sus primeros cien días de pontificado ha cosechado una sorprendente popularidad en todo el mundo mostrando el rostro humilde y sencillo de la Iglesia, cumplirá una agenda cargada durante la semana que permanecerá en Brasil, un país sacudido recientemente por inéditas revueltas sociales para protestar contra la corrupción, los pésimos servicios públicos y sobre todo el aumento de la brecha entre ricos y pobres.
La visita tiene como motivo principal presidir en Río de Janeiro la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), según comentó recientemente el arzobispo emérito de Sao Paulo, Claudio Hummes, su amigo y vecino de puesto en el cónclave del que salió elegido el 13 de marzo al trono de Pedro.
El papa argentino, que por sus gestos y acciones ha sido nombrado el “hombre del año” por la edición italiana de la revista “Vanity Fair”, visitará a los pobres de una favela, enfermos en un hospital, recibirá presos, peregrinará al santuario de Aparecida y sobre todo se encontrará con jóvenes de todo el mundo, para presidir lo que suele ser llamado el “Woodstock católico”, que se celebra cada dos años en diferentes ciudades del planeta.
Se prevé que unos dos millones de personas, la mayor parte provenientes de toda Sudamérica, asistirán a las jornadas católicas, en lo que constituye el primer gran acto multitudinario del papado de Francisco.
Si bien el evento había sido programado por su predecesor al término de la JMJ que tuvo lugar hace dos años en Madrid (España), la sorprendente renuncia en febrero de Benedicto XVI y la elección en marzo del ex cardenal Jorge Mario Bergoglio, transformaron el carácter tradicional del encuentro global con los jóvenes.
Francisco, quien se puso el nombre del santo Asís para recordar que se necesita una iglesia pobre, denunció la “tiranía del dinero”, “el capitalismo salvaje” y la “globalización de la indiferencia” ante el drama de los indocumentados.