Es raro pensar cuando uno escucha a un político en campaña que algún día pedirá perdón. Sus discursos altisonantes y su postura “vengo a arreglar todo lo que el anterior hizo mal”, provoca que los ciudadanos, los electores, sueñen que todo lo que vendrá será mejor, que recuperarán el trabajo, que podrán ahorrar y llegar a la casa propia, que tendrán un futuro mejor para sus hijos.
Pero las promesas o “propuestas”, muchas veces caen en saco roto y después a lo visual y al marketing le gana lo estructural, lo que se debería hacer pero no se ve, eso que tal vez llega a largo plazo y solo disfrutan las generaciones futuras o la gestión siguiente.
Pero cuando mienten, exageran o distorsionan la realidad, solo lo hacen para llegar al poder y después olvidarse rápidamente. ¿O en realidad se les hace imposible cumplir?
La tragedia de La Plata, se enmarca entre las más importantes que se recuerden en estos últimos años de democracia. La represión en Plaza de Mayo el 19 y 20 de diciembre, Cromañón, Once y esta inundación están cortadas por la misma tijera: la responsabilidad política frente al control del estado y la ejecución de las políticas públicas. Cuando un gobernante asume, lo hace jurando y tomando el compromiso “si así no lo hiciera, que Dios y la Patria se lo demanden”.
Para aquellos que solo creemos en la justica de los mortales, en las leyes de los hombres y en la Constitución nacional, no nos alcanzan las palabras para determinar responsabilidades o negligencias al frente del control del estado. El incumplimiento de los deberes del funcionario o la omisión, son causales suficientes para que aquel que se autopostuló vaya al banquillo de los acusados y la justicia determine su responsabilidad, lo juzgue y lo destituya.
Pensar que un político puede esconderse de esta responsabilidad y, como si fuera una pelea en el patio de la escuela primaria, puede pedir perdón por haberle pegado al compañerito de clase, parece una ofensa que profundiza la herida generada por la tragedia.
Tanto De la Rúa, como Ibarra, como Schiavi o como Bruera, son responsables de faltar a la palabra y dañar el uso de la democracia para hacerse de cargos que no están preparados para sostener. A pesar de su fracaso y su negligencia, se aferran denodadamente en conservar un puesto (seguramente ellos dirán que se ponen a disposición de la justicia) y empeñan su honor sin asumir culpabilidad.
De La Rúa mirando dibujitos mientras en Plaza de Mayo reprimían y él huía en helicóptero, es Pablo Bruera publicando un tweet con la falsa asistencia a los damnificados por las inundaciones. Esto demuestra que en realidad no les importa nada.
Habrá que esperar a que la justicia determine responsabilidades, aunque muchas veces sus resoluciones no nos dejen satisfechos y lo único que profundizan es la cobardía de los políticos que se escudan en ella para no hacerse cargo de sus acciones.
Esperemos que la justicia esté a la altura de la circunstancia en la tragedia de La Plata. Si no, será el soberano quien en las urnas castigue a Bruera, dándole el voto a algún otro “iluminado” que se autopostule y que en un futuro no muy lejano también desencante e incumpla con su palabra.
Esperemos que si así lo hiciera, la patria primero y Dios después lo demanden y castiguen.