No es justo culpar al dólar por apuntarle al cielo: ¿qué otra cosa que una suba sostenida del bluepodría surgir de un combo hecho de cepo, altísima inflación, actualización del oficial por encima del IPC –un pedido del FMI–, regulaciones crecientes sobre los tipos de cambio paralelos legales, incertidumbre electoral y expectativas generalizadas de megadevaluación a partir del 10 de diciembre? Así no sorprende el dato del jueves: 570 pesos y contando.
La tendencia, encima, encuentra un factor más para pensar que queda hay recorrido alcista: en el último año, todo de Sergio Massa en el Ministerio de Economía, el blue ha trepado 91%, mientras que la inflación acumulada fue de más de 120%. Consultado en Córdoba por las consecuencias de estos hechos para el universo trabajador, el funcionario se mostró irritado.
La clásica dolarización preelectoral de carteras se vincula, también, con nuevas regulaciones sobre los tipos de cambio negociados en bolsa, los legales MEP y "contado con liquidación" –acá, qué son –, que igualmente subieron.
La sábana con la que se tapa el ministro-candidato es extremadamente corta y muestra hasta qué punto el mercado –en sus diferentes extensiones– se está autonomizando de la tutela del Estado. Tiempo nuevo.
Si en nueve días el país estará votando, ¿qué cabe esperar tras el resultado de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO)? Algunos posibles desenlaces –fortaleza peronista o del dueto dolarizador Patricia Bullrich-Javier Milei– podrían reforzar especialmente la tendencia, pero poco sugeriría una desinflamación del mercado. Mientras, el Gobierno ya piensa en un plan de contingencia para el lunes 14. Habría que ajustarse el cinturón de seguridad, por las dudas...
Mientras, las curvas tientan a quienes compran y le dan vértigo al resto. Esta es la semanal:
Esta, la mensual:
Y esta, la anual:
Fuente: Ámbito Financiero.
Dichos, hechos e interpretaciones
Para Massa, "hay una cosa especulativa, sobre todo de algunos sectores que primero apostaron a que la Argentina no iba a poder afrontar su deuda en pesos y lo logró; que no iba a poder cerrar su situación de acuerdo con el Fondo y lo logró; que no iba a poder transitar el daño que la sequía le hacía a la economía por perder 21.000 millones de exportaciones y con el régimen de administración del comercio exterior lo venimos transitando y llevando, sin frenar el nivel de actividad. El último bastión que les quedó es ir a la especulación sobre el dólar blue".
¿Puede, en efecto, haber un componente especulativo? ¿Cómo descartarlo en el contexto descripto al principio, sobre todo en un mercado que es tan pequeño –fácil de mover– y opaco por su ilegalidad, algo que hace –casi– imposible la intervención oficial?
Sin embargo, el problema cambiario es un drama que va más alla del blue.
El cepo no da para mucho más, aunque se haga muy difícil prescindir de él en medio de la escasez. Además de ser más eficaz para evitar el ingreso de dólares –inversiones– que para contener su salida –fuga–, las regulaciones se prestan a todo tipo de fraude, como el que la Aduana investiga ahora, con nada menos que 400 millones de dólares de por medio.
La escasez de reservas en el Banco Central es la causa de que el cepo se mantenga. Aunque esos recursos se han recuperado levemente desde la actualización del dólar agro, su tendencia general es lamentable mientras el país atraviesa el tramo final del túnel de la sequía.
En tren de raspar el fondo de la olla, la autoridad monetaria saca divisas de donde no hay, al punto de que la consultora 1816 notó una llamativa reducción de las tenencias de oro en el total. El Central negó que se hayan realizado ventas de ese activo para realizar los pagos de esta semana al FMI. Aun así, el mercado duda y Clarín señaló que el mismo fue dado en garantía para obtener un préstamo de 1.000 millones de dólares en Suiza, antes de que entrara el crédito de la CAF que se terminó usando como puente para los vencimientos de lunes y martes. Subtexto: no hay más dólares.
El Talón de Sergio
desPertar, el newsletter de Letra P, ha advertido largamente sobre la vulnerabilidad que representa para el oficialismo –uno con tanta fatiga de material, encima– que su precandidato presidencial excluyente sea el ministro de Economía. Ese es un llamador para tensiones de ese tipo y algo de ello ya se ve claramente en estos días.
Mientras, Massa sigue con lo suyo. Alguien podría pensar que el incremento del piso del impuesto a las Ganancias a 700.000 pesos, que genera la exención de un millón de trabajadores, es una medida electoralista, pero ese siempre fue un tema que cuidó, mucho antes de ser candidato. Ahora volvió el Señor de los Alivios.
Otro punto flaco es su relación potencialmente conflictiva con Cristina Fernández de Kirchner. La vicepresidenta, en efecto, lo respalda como ministro y como candidato, pero los antecedentes invitan a dudar de que la sintonía vaya a permanecer en un eventual gobierno de UP que no tendría más remedio que encarar alguna forma de ajuste. Quemado con leche, Alberto Fernández, quien sale vapuleado del Gobierno en todos los sentidos, no apostaría un peso devaluado a que aquella armonía reine sine die.
La pregunta le iba a llegar a Massa más temprano que tarde, igual que en su momento le llegó a Fernández, y la respuesta del primero fue tajante. "El jefe del Gobierno claramente voy a ser yo", dijo durante su visita a Córdoba, provincia a la que prometió el respeto del poder central para amainar la paliza que el peronismo nacional siempre espera allí. Alberto F. decía lo mismo y, a pesar de todo, al final así fue, solo que eso le costó la enemistad letal de CFK y el fuego a discreción de La Cámpora.
¿Habrá entendido el cristinismo que sabotear a su propio gobierno le sirvió de poco, si es que con ese recurso pretendía salvar la cara ante su base social? El futuro es una hoja en blanco.