El índice de precios al consumidor (IPC) de diciembre que difundirá este jueves el INDEC le pertenece a Javier Milei en dos terceras partes sólo si se atiende a la dimensión temporal: en efecto, el nuevo presidente asumió el cargo el 10 del mes pasado. Sin embargo, sus decisiones iniciales de incrementar en 118% la cotización oficial del dólar; de eliminar toda pretensión del Estado de influir sobre la formación de precios, especialmente los de los alimentos; de propiciar una suelta de remarcaciones y tarifazos en servicios como la medicina prepaga, la telefonía e Internet, y las señales que dio para que los ahorristas pasen sus tenencias a billetes verdes impactaron decisivamente para que haya ocurrido lo que ocurrió en materia de inflación. ¿Será 30%, como sugirió, acaso con picardía, el propio jefe de Estado para inflar las expectativas y terminar cantando victoria con un número menor, pero igualmente lamentable? ¿O será algo que se ubique más cerca de la zona del 25%? Se verá, pero la dinámica de los precios, en cualquier caso, pone en blanco sobre negro la contradicción principal –¿o la condición de su éxito a lo Pirro?– del modelo que ejecuta Luis Toto Caputo: el derrumbe de los ingresos populares, del consumo y de la actividad.
Las semanas y meses venideros establecerán una loca carrera entre inflación, por un lado, y salarios, ingresos informales, jubilaciones y asignaciones sociales, por el otro. A ajustarse los cinturones, que recién comienza el segundo mes de la nueva era.
Línea de largada
Cuando se conozca el IPC del mes pasado se podrá cuantificar realmente el daño que ya sufrieron los ingresos, lo que amenaza con equiparar en un abrir y cerrar de ojos el retroceso de 15 a 20% que dejó en los salarios formales –privados y de renglones estatales como el docente, respectivamente– la era de Mauricio Macri, no revertido por Alberto Fernández. Ahora bien, ¿es posible semejante cosa?
Según recoge Eugenia Muzio en Letra P, los especialistas divergen en cuanto a magnitudes, pero coinciden en hablar de un golpe severo para los salarios en el último mes de 2023. Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), calcula un derrumbe de más del 20%. Santiago Manoukian, jefe de Research de Ecolatina, habla de un 10%. En tanto, el exministro de Economía Martín Guzmán, director de la consultora Suramericana, proyecta para este año pérdidas significativas que dependerán de la ocurrencia o no de una segunda megadevaluación y del nivel de inflación que, de acuerdo con eso, alcance la economía.
Si, como señalan las principales consultoras, la inflación de enero no sería muy diferente de la de diciembre y si la de febrero y marzo, por lo menos, seguirán resultando muy elevadas, el panorama luce crítico.
Recalculando
Lo que sigue no es una denuncia ética, sino la descripción de la lógica del tipo de ajuste fiscal que persigue el Gobierno. En el esquema, la caída de los ingresos populares es el verdadero dique de contención contra la inflación, ya que el desplome del consumo le pondría, en teoría, un techo a las remarcaciones, como de hecho ya se ve de modo incipiente en algunos alimentos. El problema, sin embargo, es que semejante estrategia provoca reacciones sociales y políticas, como la huelga de 12 horas ya convocada por la CGT para el miércoles 24. Ante eso, el secretario de Trabajo, Omar Yasín, convocó al Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil para actualizar el sueldo básico.
Esa medida es útil para el cálculo de ciertas prestaciones sociales y para orientar parte de las retribuciones del mercado laboral informal, pero carece de efectos en la abrumadora mayoría del sector privado. En este mandan las paritarias, que el oficialismo prometió "libres"… en un contexto de enfriamiento de la actividad y presumible caída del empleo. El viento sopla de frente.
Los regímenes de alta inflación complican a los salarios en la carrera con los precios. Con Fernández, los trabajadores protegidos por sindicatos no corrieron demasiado de atrás, pero nunca legaron a recuperar el terreno perdido en el macrismo. El mundo de la informalidad, en tanto, siguió perdiendo, lo que explica el empinamiento de la pobreza.
Justamente la elevada inflación terminó con la costumbre de que el calendario paritario tomara velocidad a partir de febrero o marzo. Las cláusulas de reapertura de las negociaciones o, directamente, las denominadas cláusulas gatillo hicieron que ese ejercicio se convirtiera en un hecho constante.
En ese sentido, el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (SAFYB) hizo punta al cerrar una actualización del 91%… sólo para el primer trimestre. Y hay más noticias al caer.
El progresismo no la ve (y el Gobierno sí)
Los especialistas Sebastián Etchemendy, Federico Pastrana y Joan Vezzato realizaron sobre el final de la gestión panperonista un trabajo revelador para Fundar, en el que sostienen que "contra ciertas visiones de la ortodoxia económica que proclaman que 'en inflación pierden todos', algunos colectivos pudieron defender sus ingresos en la crisis (en la pospandemia), a diferencia de lo que sucedió en un contexto de impacto general similar en la reducción del nivel de actividad como fue la crisis externa de 2018-2019 bajo el gobierno de Cambiemos. Lo hicieron en gran medida gracias a su alianza con el Frente de Todos, a las decisiones del gobierno en materia de política fiscal y a las instancias colectivas de determinación del ingreso refundadas o diseñadas en los años 2000, como las paritarias sectoriales o la paritaria nacional docente".
Sin embargo, contra ciertas visiones del progresismo que minimizan el problema que la inflación le genera a los ingresos, advierten que "quienes mejor defendieron sus ingresos en el régimen de alta inflación fueron aquellos grupos que cuentan con instancias institucionales de determinación del salario más activas –empleados públicos y privados, docentes y, hasta cierto punto, trabajadores domésticos–. Quienes no cuentan con instancias de negociación colectiva del ingreso –no asalariados precarios, jubilados, beneficiarios de la AUH/Tarjeta Alimentar– o tienen una representación deficiente vieron mermar sus ingresos reales sensiblemente".
La dispersión –el deterioro– se da también, atención, dentro de los sectores con representaciones supuestamente fuertes. "Subyace una lógica de 'supervivencia del más fuerte' que afecta a los actores populares en un régimen de alta inflación", completaron.
Interesante definición para repensar la política oficial en curso.
¿Qué esperar entonces?
Como se dijo, las cláusulas de reapertura o gatillo establecen una suerte de "indexación" –metafóricamente, se entiende– de los salarios en los sectores formales y mejor protegidos por las representaciones sindicales. La dupla Milei-Caputo apuesta a que la recesión y la caída del empleo les pongan límites a esas pretensiones, lo que –se podría suponer– llevaría en esos segmentos a una derrota moderada.
En este punto caben algunas consideraciones a modo de hipótesis.
- La resistencia que puedan plantear los sindicatos más fuertes podría ponerle un límite a la deseada reducción de la inflación, sobre todo cuando –como se dijo– esta depende de la retracción de los ingresos. Así, el 10% mensual que dejó la gestión anterior podría resultar una velocidad crucero difícil de desacelerar.
- Si eso ocurriera, la inflación podría retroalimentarse por el lado de los costos salariales en ciertos sectores y generar, a su vez, un nuevo atraso de otro precio clave de la economía: el tipo de cambio oficial, pisado desde la última megadevaluación. ¿Vuelta a empezar, entonces? En este medio ya se advirtió varias veces sobre esta acechanza.
- Por último, en el escenario hipotético descripto –que supondría un plan económico empantanado–, Milei podría echar mano, como tabla de salvación política, a la píldora contra el desencanto: el proyecto dolarizador.
Por otro lado, lo que ocurra en el mundo de quienes trabajan para el Estado supondrá un desafío especialmente interesante, dado también por una elevada conflictividad frente a un modelo de cuño pinochetista que se pretende llevar a cabo en democracia y en tiempo récord.
La peor parte les cabría a los jubilados y a quienes trabajan en la economía informal, carentes de protección. Esto último –lo de la informalidad– genera ecos políticos potentes, toda vez que el fenómeno paleolibertario hizo pie en parte de este sector, lo que podría traducirse en una pérdida veloz de apoyo al oficialismo.