PROCESO ELECTORAL EN BRASIL

Acorralado, Lula ya piensa en un sucesor

El fallo del lunes de una corte de apelaciones le impediría ser candidato a presidente. Esto es así debido a una ley promulgada por él mismo. Nombres en danza para un plan complejo.

La sentencia por la que el Tribunal Regional Federal Número 4 (TRF4) de Porto Alegre rechazó el lunes por unanimidad los recursos de la defensa de Luiz Inácio Lula da Silva contra la condena de doce años y un mes por corrupción no solo dejó al ex presidente a un paso de la cárcel. Aun si esa alternativa termina siendo bloqueada por el Supremo Tribunal Federal en la sesión del 4 de abril, cuando tratará un recurso de habeas corpus de la defensa de aquel, también lo saca virtualmente de la carrera presidencial. La pregunta que se abre entonces es qué harán el propio Lula y su Partido de los Trabajadores. Aunque todavía, mientras la batalla judicial no cesa, todo parece apuntar a la búsqueda de un sucesor.

 

Marcelo Rech, analista político y director del instituto InfoRel de Brasilia, le dijo a Letra P que “tras la decisión del TRF4 todavía hay recursos con los que Lula puede ganar tiempo y mantener su estrategia de presionar la Justicia contra su prisión. De todas formas, Lula y el Partido de los Trabajadores ya empiezan a discutir alternativas pues saben que será extremamente difícil que pueda disputar las elecciones”.

 

El propio Lula le puso, sin saberlo, un cepo a su futuro político en junio de 2010, seis meses antes de dejar el poder, cuando promulgó la Ley Complementaria 135/10, conocida como la de “ficha limpia”. Esta establece que los condenados en segunda instancia “por acto doloso de improbidad administrativa que suponga lesión al patrimonio público y enriquecimiento ilícito”, lo que quedó cumplimentado tras la decisión del tribunal gaúcho, resultarán inelegibles para cargos públicos por ocho años.

 

Muchos juristas impugnan esa ley porque vulnera el principio de inocencia, ya que resta derechos a condenados antes de que haya una sentencia firme. Sin embargo, para el presidente que la firmó sería muy difícil de rebatir no solo judicialmente sino ante la opinión pública.

 

 

Primero porque, como se dijo, fue el propio Lula quien la promulgó. Segundo porque el Partido de los Trabajadores la sostuvo con mucho vigor durante su paso por el Congreso. Tercero porque la norma, en tanto ley complementaria, resultó aprobada por mayorías especiales. Cuarto porque desde entonces fueron miles los candidatos de todos los niveles impedidos de competir en comicios sin que la norma fuera cuestionada en su validez. Finalmente porque fue fruto de una iniciativa popular que recogió 1,6 millón de firmas.

 

En 2010 Lula pugnaba por imponer a Dilma Rousseff como su sucesora, pero el escándalo del mensalão, por el que se financiaban campañas de políticos aliados del oficialismo con dinero público, suponía una mancha sobre su reputación. Fue ese caso el que lo llevó a sobreactuar transparencia.

 

Si la Justicia brasileña lo saca finalmente de la cancha, algo que deberá terminar de definir el Tribunal Superior Electoral en agosto, el exmandatario se vería forzado a repetir aquella operación: coronar un heredero. Pero la transferencia de carisma y de intención de voto, ítem en el que encabeza todas las encuestas con holgura, podría no resultarle tan fácil en estas horas bajas.

 

Creomar de Souza, profesor de la Universidad Católica de Brasilia, le comentó a este medio que a esta altura “se observa una disminución muy grande del ímpetu de la militancia del PT y una gran dificultad del partido y de sus grupos de apoyo para llevar adelante la candidatura de Lula”. Con respecto a la posibilidad de entronización exitosa de un sucesor, el analista señaló que “no creo que eso sea posible, porque Lula no es el mismo de 2010”.

 

Sin embargo, nada puede darse por descontado en un Brasil en el que, detrás de Lula, el candidato que más intención de voto recibe es el ultraderechista Jair Bolsonaro, con guarismos inferiores al 20%. Más atrás se encuentra una legión de precandidatos que miden menos de un dígito, con los oficialistas Michel Temer y Henrique Meirelles, ministro de Hacienda saliente, por debajo del 4%. En ese sentido, cabe preguntarse si a Lula le sería imposible colocar un hombre o mujer capaz de meterse en un segundo turno, cuya celebración casi que habría que dar por descontada.

 

“El panorama electoral de Brasil se está configurando de una manera muy semejante al de 1989, cuando tuvimos un número grandísimo de candidatos y un escenario muy abierto”, explicó De Souza al respecto.

 

La reedición de un “operativo Dilma”, aunque sin la expresidenta como opción dada su fallida experiencia de gestión, solo se menciona en tono bajo en el PT. Mientras Lula sigue recorriendo el país en tren de campaña, encontrándose con multitudes agradecidas y con focos de tensión que el PT atribuye a “sectores fascistas”. Escenas de escrache y de encuentros cuerpo a cuerpo con su custodia se están haciendo peligrosamente habituales. Mientras la  pelea continúe nadie hablará abiertamente de un plan B.

 

 

 

Versiones indican que Lula ya comenzó a hablar en reuniones reservadas de una posible postulación del exalcalde de San Pablo Fernando Haddad, quien permitiría al partido retener algunos votos valiosos, aunque no una mayoría, claro, en el principal colegio electoral del país. Haddad, que ya se mueve sigilosamente en busca de padrinos, ya es respaldado abiertamente por grupos de intelectuales de izquierda.

 

Otras alternativas son el exgobernador de Bahía y jefe de gabinete en el tramo final de Dilma, Jaques Wagner, y un extrapartidario e histórico de la izquierda brasileña, Ciro Gomes, que fuera ministro de Lula y hoy se dice “dolido” por el distanciamiento que mantiene con el ex mandatario.

 

Por el momento, esa estrategia enfrenta obstáculos. Por un lado, la propia situación de Lula, políticamente muy compleja pero aún abierta en lo formal. Por el otro, como señaló Rech, que el propio ex presidente “nunca permitió que surgieran opciones a su alrededor. Dentro del PT no veo nombres viables. Ciro (Gomes) sería una apuesta, pero enfrenta fuertes resistencias de la militancia, que lo mira como un Fernando Collor (de Mello) disfrazado. Otro problema es que las izquierdas decidieron irse cada una con su sigla. No hay unidad y esa fragmentación beneficia los otros sectores”.

 

Lula y el PT enfrentan un desafío enorme. Justo en su hora de mayor debilidad.

 

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