9 de julio de 1992. Miles de estudiantes de todas las edades y miles de docentes marchan a Plaza de Mayo en contra de la Ley de Educación Federal. El proyecto es debatido por el Congreso y en todo el país hay resistencias a lo que se denuncia como un retroceso y un desfinanciamiento de la educación pública.
“El horno no está para bollos. Yo no estoy en contra de esta amplia libertad que se vive en la República Argentina, pero no vaya a ser cosa que volvamos a tener otro contingente de Madres de Plaza de Mayo reclamando por sus hijos”, dice ese día Carlos Menem.
Paula Abal Medina vuelve de la plaza y no puede creer que la frase venga de un presidente peronista. No le extraña, pero le duele. No se olvida de que dos años antes Menem firmó los indultos a los jefes de las Juntas militares. Tiene 17 años, es presidenta del Centro de Estudiantes del Lengüitas, un histórico colegio de la Ciudad de Buenos Aires, y es peronista desde la cuna. O tal vez antes. Decir sus apellidos, tanto materno como paterno, es hablar del ADN de la dirigencia del Partido Justicialista y de la historia argentina. Su papá, Juan Manuel Abal Medina, un dirigente histórico del peronismo. Su mamá, Nilda Garré, primera mujer en ejercer el cargo de ministra de Defensa primero y de Seguridad después, durante el kirchnerismo. Su tío, uno de los fundadores de Montoneros. Su medio hermano, Juan Manuel Abal Medina, ex jefe de gabinete de Cristina Fernández de Kirchner y exsenador.
“Por los apellidos siempre tuve la regla de hacer mi propio camino”, dice la compañera de fórmula de Juan Grabois que pelea este domingo en la interna de Unión por la Patria. Recuerda las palabras de Menem unos días antes de que las Abuelas de Plaza de Mayo anuncien la recuperación del nieto 133. Mario Santucho, primo del nieto recuperado, vuelve a la misma frase durante una entrevista por streaming. Un hilo une a los hijos de la generación diezmada y atraviesa las últimas tres o cuatro décadas de la historia nacional. De ese hilo, dice Abal Medina, de esa generación artífice de las luchas y los movimientos sociales de 2001, está hecha la candidatura de Grabois.
Abal Medina no tenía ninguna intención de ser candidata, le cuenta a Letra P. “Tampoco Juan (Grabois); él siempre decía que era su propio plan B”. La noche en que cayó la candidatura Wado de Pedro y fue anunciada la fórmula de unidad de Sergio Massa y Agustín Rossi, la llamó para pedirle que la acompañara.
Siempre prefirió el camino académico y la militancia de bajo perfil pero entendió la candidatura como colectiva: “Este es un punto de partida. La fuerza que logremos el 13 de agosto servirá para instalar consignas y acuerdos programáticos concretos que amarren a Massa al campo popular. Y se inicia una reconfiguración de un peronismo de pueblo. En un momento muy difícil del país y del mundo, con derechas que convocan a imaginarios autoritarios, el mejor antídoto es reconstruir una gran mayoría social”.
De la academia al territorio
Abal Medina nació en 1975 y pasó la infancia con su abuela y su abuelo maternos. Tenía un año cuando su papá entró asilado en la Embajada de México y durante siete casi no lo vio. Después él se fue a México. Su mamá estuvo semiescondida durante la dictadura. Garré había sido diputada peronista en el 73 con el gobierno de Héctor Cámpora y, como abogada, presentaba hábeas corpus por las personas desaparecidas.
En la secundaria militó en la Villa 20 de la ciudad de Buenos Aires dando apoyo escolar. Con estudiantes del Lengüitas armaron la agrupación Nuevos Trapos y se convirtió en presidenta del Centro. Después estudió un año de Derecho hasta que se pasó a Sociología.
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Abal Medina recorrió el camino clásico de investigadora argentina. En 2001 se presentó al Conicet por primera vez, hizo dos maestrías en la UBA y el doctorado en la Universidad Nacional Sarmiento y el IDES. Su directora de tesis fue Maristella Svampa e investigó sobre el trabajo de jóvenes en las grandes cadenas de supermercados y los call centers.
En 2001 también estuvo en la calle. Sentía que era un cierre político y que, a pesar de la violencia del Estado, había una sensación de nacimiento de algo nuevo. Durante el gobierno de Néstor Kirchner se emocionó al escucharlo. “Pasaban los discursos y se me caían las lágrimas. Pensaba que nunca iba a ver a un presidente defender los derechos humanos”, recuerda.
En los primeros años del kirchnerismo fue madre. Tal vez por eso, dice, no militó de manera orgánica en ningún espacio y se dedicó a investigar y maternar. Cree que hay algo de cómo fueron las infancias de su generación que se tradujo en la forma de construir familias. “Vivimos situaciones dramáticas, con padres y madres desaparecidos, con familias diezmadas. De ese duelo y el miedo de la dictadura hay algo que nos hermana. A mí como a otras compañeras nos pasó de asumir la maternidad como estar, estar y estar”, explica.
La investigación siguió con la CGT y después con la economía popular, investigando la organización de los movimientos cartonero y ladrillero. Conoció a dirigentes gremiales que le cambiaron la forma de ver el trabajo para siempre. Le gusta pensarlos en clave peronista. Al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) la llama “la Azopardo de los pobres”. Sobre estos colectivos está escribiendo un libro que la campaña puso en pausa.
Feminista callejera
Al feminismo llegó de manera callejera. Con el Ni una menos de 2015, Abal Medina empezó a ir a las marchas y a las asambleas que se hacían en Chacarita. Se sumaba al feminismo organizado en las calles para resistir al macrismo.
Hubo tres características del movimiento que la convirtieron en feminista. La primera fue la capacidad de transversalidad para unir distintas experiencias sindicales: “Es difícil ver a los varones de la CGT con la CTA o la UTEP y las mujeres lo lograban. A través del feminismo esa unidad de las trabajadoras se hacía posible”, dice. La segunda fue la generacional: marchas de las que participaban personas de todas las edades. La tercera fue la construcción de un modo afectivo: “Ir a una movilización es algo lúdico, entrás y salís de un modo diferente”.
Para ella la principal deuda con mujeres, lesbianas y trans se ve en los números: las tareas de cuidado no pagas representan el 16% del PBI, aportan a la economía más que la industria o el comercio. Y la solución para achicar la brecha, asegura, es el salario básico universal. “En la pandemia muchos descubrieron la importancia del trabajo comunitario y de cuidado. La ley iba en sintonía con la consiga de este gobierno de empezar por los últimos de la fila. Y de golpe se dio vuelta la página. Pero en la agenda feminista este tema es central. El salario básico universal cambiaría la vida de las más empobrecidas”.
Tienes un e-mail
La primera vez que Abal Medina habló con Grabois fue por e-mail. Se dio cuenta hace poco cuando encontró un correo de 2014. Él le hablaba de un artículo que ella había escrito. Abal Medina planteaba que había que crear nuevas institucionalidades populares para el otro movimiento obrero: quienes habían quedado fuera de la formalidad y de los derechos de la Ley de Contrato de Trabajo. A Grabois le gustó la idea y le mandó 400 páginas para leer. Ella se puso a revisar y a investigar quién era él y el MTE. “Me gustaba que había una valorización de las organizaciones libres del pueblo que al kirchnerismo le cuesta comprender. Juan hace una excelente síntesis en reconocer la importancia del kirchnerismo en el proceso de construcción política y de derechos pero también marca una de sus principales limitaciones: no reconocer la importancia de la economía popular”, dice.
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Paula vivió con euforia la asunción de Alberto Fernández, pero al día siguiente notó que había, entre quienes iban a ocupar los cargos más importantes, una idea de que no se podía hacer nada. Para ella no hay nada más inspirador que pensar en Juan Domingo Perón y las transformaciones sociales que cambiaron el mundo del trabajo. “Hay algo de ese peronismo dormido que hay que despertar. Cuando se impone la candidatura de Massa, que es un nuevo giro conservador, se vuelve necesaria una apuesta en otro sentido y hacia un proyecto que quiera cambiar las condiciones de injusticia actuales”, dice. Algo así como un nuevo 17 de octubre.