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ELECCIONES 2023 | CANDIDATAS

Natalia Zaracho: "Juan Grabois y Sergio Massa proponen dos modelos distintos de país"

Asumió como diputada nacional en 2021 en reemplazo de Daniela Vilar. Hoy va octava en la lista de Unión por la Patria y quiere renovar la banca. Es cartonera, trabajadora de la economía popular y feminista.

Natalia Zaracho conocía el Congreso, el Obelisco y la Casa Rosada desde afuera y desde abajo. La Ciudad de Buenos Aires y sus lugares icónicos eran parte del paisaje que recorría desde los 12 años, cartoneando con su familia. Nunca se imaginó que podía estar ahí adentro tomando decisiones. En 2021, entró al parlamento por primera vez. Lo hizo con el uniforme de la cooperativa Amanecer, que reúne a 5 mil cartoneras y cartoneros solo en el AMBA. El personal de seguridad la paró en todas las puertas.

—Vengo a ser diputada— respondió.

Desde su asunción, el 16 de diciembre de 2021 cuando Daniela Vilar dejó la banca para ser ministra de Ambiente en la provincia de Buenos Aires, siempre va al Congreso con el uniforme de la cooperativa. “La ropa de Amanecer me hizo reconocer como una trabajadora. Estoy en una banca para representar a un sector que viene del subsuelo de la patria”, dice.

En 2019, Zaracho había integrado la lista del Frente de Todos en el lugar 26. Ese año, desde el Frente Patria Grande ubicaron en las listas a figuras emergentes, militantes de los sectores populares, los feminismos y las universidades. Pero no llegó a entrar.

De la supervivencia a la economía popular

Tiene 34 años, nació en Villa Fiorito y este año busca renovar la banca dentro de la lista de Unión por la Patria en la provincia de Buenos Aires. Ocupa el octavo lugar. Es cartonera, trabajadora de la economía popular, cooperativista, militante del Movimiento de Trabajadores Excluídos y del Frente Patria Grande y feminista. Cada una de esas identidades no es una etiqueta vacía ni fue asumida de un día para el otro.

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La identidad cartonera fue la primera. Durante la crisis de 2001 empezó a trabajar en las calles de la ciudad de Buenos Aires con la mamá y las hermanas. Salían de Villa Fiorito a las tres de la tarde, viajaban dos horas hasta Capital, juntaban residuos hasta la noche y llegaban al barrio a la madrugada. La vida de horarios al revés la obligó a dejar la escuela. “Era vivir el día a día. Lo que me pasó a mí les pasó a los pibes y pibas de Fiorito y de Lomas, los dos barrios de donde salíamos todos a cartonear y donde después armamos la cooperativa”, cuenta. Un año antes de asumir como diputada nacional, terminó la primaria.

La identidad trabajadora llegó de la mano de la cooperativa. “Al principio me costaba mucho reconocerme como trabajadora, imaginate tener que abrir la bolsa de basura de alguien no sólo para comer sino para sobrevivir”, dice. Cuando entendió que el problema no era el trabajo que hacía sino las condiciones en las que lo hacía, se asumió como trabajadora y se dio cuenta de que había que organizarse. Juntarse con otras personas era también una estrategia de defensa. En los primeros 2000 el hostigamiento policial era cosa de todos los días: por los carros, porque había una ley que decía que la basura era propiedad de la ciudad, por portación de cara y de visera.

“Al principio me costaba mucho reconocerme como trabajadora, imaginate tener que abrir la bolsa de basura de alguien no sólo para comer sino para sobrevivir” “Al principio me costaba mucho reconocerme como trabajadora, imaginate tener que abrir la bolsa de basura de alguien no sólo para comer sino para sobrevivir”

Primero nació el Movimiento de Trabajadores Excluidos, gestado entre fines de 2002 y comienzos de 2003 con las ollas populares que hacían estudiantes de la facultad de Derecho para darle un plato de comida a quienes cartoneaban. Ahí, entre los organizadores, estaba Juan Grabois. Después vino la cooperativa Amanecer, que hoy es la más grande de Latinoamérica y que consiguió, además del uniforme, comercialización colectiva de los residuos, condiciones laborales más justas y salas de cuidados en horarios nocturnos para hijos e hijas.

De las resistencias creadas por cartoneros y cartoneras surgieron cuadros que, como Zaracho, hoy ocupan lugares de decisión en el Estado. Es que en la organización tuvieron un proceso de maduración. De reconocerse trabajadores y trabajadoras a ser parte de las decisiones en las políticas públicas. El modelo de la cooperativa sirvió también para que se organizaran otros sectores de la economía popular, como vendedores ambulantes, trabajadores de la tierra y textiles.

Militancia y feminismo

La militancia fue una identidad que se llenó de sentido en 2014, cuando viajó a San Martín de los Andes al Encuentro de Economía Popular. Hasta ese momento Zaracho trabajaba durante la tarde-noche y el resto del tiempo cuidaba a sus dos hijos. “Estaba en una lógica del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. No se me pasaba por la cabeza irme una semana a un encuentro”, recuerda. Al llegar quedó sorprendida con los paisajes. “Nunca había visto un lugar tan lindo como el sur, el agua clara, las montañas, eran cosas que siempre veía en la tele”. Ahí entendió algo que le había dicho Grabois una vez: para amar la patria hay que conocerla y conocerla no puede ser un privilegio de los que tienen plata.

"Así como hay gente que llega a la militancia por la cabeza o el corazón, nosotras llegamos por la panza”. "Así como hay gente que llega a la militancia por la cabeza o el corazón, nosotras llegamos por la panza”.

En ese viaje se sacó prejuicios sobre lo que era ser militante. Para ella eran los pibes y pibas de las facultades que iban a los barrios y que elegían ayudar en vez de hacer otra cosa. “Me di cuenta de que yo también era militante. Desde que me levanto hasta que me acuesto estoy resolviendo problemas. Lo mismo un montón de pibas del barrio en la cooperativa, el comedor o los merenderos. Lo hacemos con un compromiso que nadie paga porque sabemos que hay una injusticia o que alguien la está pasando mal. Así como hay gente que llega a la militancia por la cabeza o el corazón, nosotras llegamos por la panza”.

Después vino la formación del Frente Patria Grande para militar contra el macrismo y, cuatro años más tarde, la candidatura. En febrero de este año, ya como diputada, fue detenida de manera ilegal en Lanús. Había salido en defensa de un chico que la policía tenía reducido en piso mientras le pegaba y se la llevaron, aun cuando les había dicho que era diputada.

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Asumirse como feminista fue otro camino y también llevó tiempo. Hacían feminismo popular todos los días pero en la urgencia no existía la posibilidad de parar la pelota y darle nombre a lo que hacían. Para ella la deuda de la democracia con las mujeres y diversidades es de tierra, techo y trabajo y la agenda del feminismo debería pelear por las últimas. “Las más pobres de los pobres son las mujeres. Son las que más asistencia del Estado reciben y las más precarizadas. Desde el feminismo tendríamos que estar organizadas para eso. Hasta que no haya una agenda que nos represente no va a haber un feminismo que nos abrace a todos. El tema es que hoy el feminismo no tiene agenda”, agrega.

Uno de los proyectos que impulsa para ir por las últimas es el salario básico universal. Otra iniciativa es la Ley de Envases, que apunta a la responsabilidad socio-ambiental de las empresas sobre los plásticos, cartones y otros envoltorios y favorece la economía circular y popular y el trabajo de quienes cartonean.

Sobre las PASO de Unión por la Patria donde Grabois enfrentará a Sergio Massa, Zaracho piensa que es una interna desigual pero que es justamente en elecciones el momento de ser crítica. “Juan y Massa son dos modelos distintos y necesitamos dar esa discusión. Hace cuatro años que nos venimos peleando, que no hubo unidad. Gobernamos y no le mejoramos la vida a la gente. No podemos echarle la culpa porque voten a la derecha. Juan no es un voto simbólico, es un voto que viene a expresar justamente la disconformidad del pueblo de que no se quiere resignar a vivir como estamos viviendo”.

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